Acaban de pasar las elecciones en México, que, a pesar de tantas campañas de descalificación, mentiras y polarización, se llevaron a cabo de manera libre y en paz en casi todas las casillas …
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Demasiado tiempo de campañas electorales y el mismo escenario: opiniones que buscan polarizar, acusaciones, revelaciones, ataques, mentiras a medias o mentiras completas y la ausencia de debates reales sobre los asuntos que preocupan a la ciudadanía y que necesariamente, tienen que atenderse.
En mi artículo anterior, argumentaba la necesidad de implementar una educación que fortalezca la democracia en nuestro país, y no una que la debilite, como parece ser el caso de la Nueva Escuela Mexicana, que sugiere a los maestros desarrollar una conciencia crítica a través de las lecturas de Marx y Lenin (entre otros pensadores de la Izquierda radical). También comenté que la democracia se construye a través de una educación que fomente la libertad de pensamiento y los valores de diálogo y tolerancia.
He venido pensando en este tema en las últimas semanas, especialmente cuando observo diversas publicaciones carentes de ética donde la comunicación mediática, la política, los poderes fácticos y el periodismo suelen estar al servicio del poder, lo que implica todo un reto educativo.
Los informes de actividades o de gobierno son un ejercicio imprescindible de nuestra vida democrática. Esperaríamos que ahí se ofrezca información válida sobre lo realizado por una autoridad electa. En el pasado, esta rendición de cuentas en México terminó siendo El Día del Presidente y del “besamanos” donde los leales saludaban afanosamente.
Desde pequeños aprendimos que en México existen tres poderes de gobierno: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, este último es el encargado de vigilar el cumplimiento de las leyes. Por medio de sus instancias, el Poder Judicial se co
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