El secretario – Revista Aula No 4
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El nombramiento de Mario Delgado como titular de la SEP representa un retroceso en política educativa, muestra gran falta de respeto, es generador de confrontación con el magisterio democrático y es una excelente carta de presentación para los intereses neoliberales.
En 2012, cuando los creadores del “Pacto por México”, coordinados por Peña Nieto, lanzaron la Reforma Educativa y argumentaron que no era sólo imprescindible, sino la primera dada su importancia, el entonces senador, por el PRD, Mario Delgado, fue artífice y entusiasta promotor de ella.
Después de Fausto Alzati, Miguel Limón, Reyes Tamez, Josefina Vázquez, Alonso Lujambio, José Ángel Córdova, Emilio Chuayffet, Aurelio Nuño, Otto Granados, Esteban Moctezuma, Delfina Gómez y Leticia Ramírez, uno esperaría que la designación de un Secretario de Educación Pública en nuestro país, se realizara considerando las capacidades necesarias, suficientes y requeridas para desempeñarse en el cargo, pero no, desafortunadamente en México las decisiones están fundamentadas en otro tipo, tal vez, de “valores”, que difícilmente son comprensibles dadas las problemáticas que aquejan, no de ahorita sino de años al Sistema Educativo Nacional, consecuencia de gestiones tan pobres y cortas de mira, que priorizaron agendas que no correspondían a la realidad vivida en territorio mexicano.
Claudia Scheinbaum Pardo será la primera mujer presidenta de México; la primera científica que llega a ese cargo; la continuadora de la IV T; la que quiere ser recordada como la presidenta de la educación, nombró finalmente a Mario Delgado Carrillo como responsable de la SEP.
El descontento del magisterio se debe, en gran medida, a la participación de Mario Delgado en la aprobación de la controvertida reforma educativa de Enrique Peña Nieto durante su tiempo como legislador por el PRD. Esta reforma fue ampliamente criticada por diversos sectores del magisterio, especialmente por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), quienes consideran que las políticas impulsadas en esa época afectaron negativamente a los derechos laborales de los maestros y a la calidad de la educación pública.
Una de las primeras tareas de quienes ganan elecciones es el nombramiento del funcionariado público. Luego de las campañas, giras, debates, el llamado de las urnas y demás menjurjes del proceso electoral, los gobernantes electos tienen que definir a quiénes deben invitar para formar parte de su gabinete, cuáles son los perfiles más adecuados, los que pueden garantizar eficacia técnica, prestigio público y lealtad política.
La Secretaría de Educación Pública (SEP) publicó en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el Calendario Escolar 2024-2025 de 190 días para preescolar, primaria y secundaria, vigente para escuelas públicas y particulares incorporadas al Sistema Educativo Nacional, así como el calendario de 195 días para Educación Normal y para la formación de docentes de Educación Básica.
Pues bien, la urnas ya dictaminaron. En octubre tendremos presidenta. Los trastornos que deja el gobierno de Andrés Manuel López Obrador pueden agravarse o, tal vez, comenzar a resolverse, dependerá del liderazgo de Claudia Sheinbaum.
Para tener rumbo, es preciso saber dónde estamos. Esta administración, luego de un periodo dedicado a las modificaciones legales con el fin de lograr una nueva reforma educativa —pragmática, no programática—, y otro lapso a lidiar con un fenómeno totalmente inesperado como fue la pandemia
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