A mis tías Raquel y Rosa María, por el canto En una “mañanera” de abril, la presidenta Claudia Sheinbaum convocó a jóvenes mexicanos y estadounidenses a participar en un concurso …
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Los acontecimientos recientes en varios estados de la República evidencian, en los últimos años, la vulneración del derecho a la educación de niñas, niños, adolescentes y jóvenes, quienes se ven obligados a abandonar la escuela y a desplazarse, junto con sus familias y comunidades, a otros lugares. Tal es el caso de estados como Chiapas, Sinaloa y Guerrero, entre otros.
Patria, Minerva, y María Teresa Mirabal, tres activistas políticas de República Dominicana, fueron asesinadas en 1960 por órdenes del entonces presidente de ese país, Rafael Trujillo. Para honrar su memoria, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Hace unos días, apareció la noticia de que el obispo Rangel estaba desaparecido, sus más allegados declararon que sin decir nada y dejando sus celulares salió de su domicilio y no regresó. Las voces de la Iglesia se hicieron escuchar exigiendo su liberación.
Todos somos maestros de buena o mala conducta. Hay quienes al vernos, se apartan de la mala y siguen la buena. Otros proceden al revés. Todos enseñamos a los más jóvenes a ser lo que somos o lo que deberíamos ser. “Un padre educa a su hijo hasta con el mal ejemplo”, palabras de Hutchins, un educador norteamericano que nos recuerda eso que nos gustaría olvidar: los adultos somos maestros inconscientes: procedemos como si nadie nos viera. Impunemente damos mal o buen ejemplo a los jóvenes. ¿Podemos exigirles que sean mejores que nosotros?
Juan José Arreola. La palabra educación, p. 104.
Reconocer la existencia de la violencia en Sinaloa es fundamental para poder mitigar las consecuencias de estar obligados a vivir con ella. Es imposible pensar que las escuelas son inmunes o están libres de este padecimiento. Por una parte, están los conflictos entre integrantes de la comunidad escolar que resultan en demostraciones de violencia física o psicológica. Por otra, episodios como los que Sinaloa vivió durante la primera semana de enero. La respuesta frente a esta violencia no puede ser improvisada. Es por ello que el anuncio emitido por la secretaria Domínguez Nava apunta en la dirección correcta. Los protocolos son pertinentes y necesarios. Pero no se trata de un tema nuevo.
El martirio comenzó la noche del 26 de septiembre de 2014: ¡No disparen, somo estudiantes!, ¡ya mataron a uno, háblenle a la ambulancia!, ¡porqué recogen los casquillos!, fueron algunos de los tantos gritos desgarradores que emanaron de las bocas de los estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa en el estado de Guerrero.
Ante la crisis de violencia e inseguridad que vive el país, las universidades jesuitas de México convocan a una jornada de reflexión que tiene por objetivo proyectar soluciones que permitan avanzar hacia la pacificación del país.
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