En la segunda mitad del siglo XX, las políticas de educación superior dieron prioridad al desarrollo y consolidación de un sistema de universidades públicas autónomas. En ese periodo, con la …
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Voilà, voilà, ça recommence
Rachid Taja
La alegría por el dinamismo democrático de México, la celebración de decenas de millones de habitantes votando en libertad en un proceso coordinado por ciudadanos y vecinos, la contundente victoria de la izquierda, así como la inédita y esperanzadora llegada de una mujer a la presidencia de nuestro país, no pueden hacernos olvidar a nuestros hermanos argentinos y el sufrimiento que resienten una vez más los universitarios de ese país. Nunca el contraste entre proyectos políticos fue tan evidente, mientras que en México millones refrendaron ayer el proyecto político que sostiene a la escuela pública como principio y a la escolaridad superior gratuita, inclusiva, intercultural, sustentada en los derechos humanos, libre de violencia y con igualdad de género como un derecho exigible por los ciudadanos; en Argentina, los universitarios se manifiestan en las calles tratando de defender a sus universidades de la ola privatizadora y de la ofensiva de su gobierno ultra-liberal.
En efecto, las universidades públicas argentinas se encuentran de nuevo bajo asedio de la derecha y el neoliberalismo que, como en cualquiera de sus facetas, las ve como un objeto inútil, obeso, caro y al final, inútil. Claro, desde las teorías del máximo rendimiento económico, del capitalismo salvaje, de la privatización como principio, la educación pública y gratuita es un sinsentido, un objeto del gasto con una baja tasa de retorno. Para los neoliberales y los ultra-neoliberales la educación en todos sus niveles es potencialmente un recurso económico, susceptible de negocio; sometido a la lógica del lucro y el rendimiento económico: para ellos la educación debe ser privada y su calidad estar regulada por las fuerzas del mercado, por la valoración de los clientes y la satisfacción de los empleadores.
En Argentina, el nuevo presidente Javier Milei no sólo se distingue por sus peinados alborotados, sus chamarras de facho, sus arrogantes desplantes de patán, su absurdo anticomunismo, sino también por su ofensiva contra la universidad pública, por sus recortes presupuestales, por sus políticas económicas extremistas que buscan que Argentina recupere su economía a costa de que los pobres pierdan todo, que las clases medias se paupericen; a costa de la peor recesión económica, de la vuelta a las inflaciones descontroladas, de la incertidumbre como principio para que se incrementen las tasas de explotación, aumente el desempleo, se devalúe la moneda y la inflación crezca a tasas extraordinarias. Todo para mantener el patrón de explotación capitalista y la reproducción de una élite oligárquica.
En el gobierno de Milei la moneda se ha devaluado de un modo estratosférico y la inflación casi llega al 300 por ciento. ¡Es inaudito lo que pasa! En ese contexto, el gobierno dice cumplir al entregar el presupuesto ordinario a las universidades, pero no ha hecho ningún ajuste. Otorga el mismo presupuesto, pero ahora, ese dinero vale la cuarta parte, y eso aplica para insumos, recursos, compromisos de pago, pero también para los salarios, que se ven disminuidos en su valor real y su poder adquisitivo. En Argentina están ahogando a las universidades y a los universitarios.
Las instituciones y los sindicatos se defienden como pueden, con marchas, manifestaciones y eventos de información. Claramente tienen a la opinión pública a su favor y sus manifestaciones son cada vez más numerosas. La alta politización del pueblo argentino pareciera respaldar principios básicos de esa república como la educación pública y gratuita.
“Jamás pensamos en cerrar las universidades públicas, jamás pensamos en desfinanciarlas”, afirmó Milei al canal de televisión LN+. “Se llama falacia del hombre de paja. Nuestros opositores inventaron una mentira y nos atacan a partir de esa mentira”, apuntó. Y remarcó: “Dado que los pagadores de impuestos están financiando las universidades públicas, exigimos que haya auditorías. Hace 10 años que no hay auditorías. ¿Quién es el que no quiere ser auditado en el gasto? El ladrón”.
En Argentina, en los últimos meses se ha tratado de desfondar a las universidades públicas y someterlas por inanición, no se han realizado aumentos para compensar la devaluación desenfrenada ni se han diseñado políticas de apoyo y rescate; por el contrario, se condicionan recursos extraordinarios a nuevas e ilegales auditorías que exige el Ejecutivo, violando el principio de autonomía y menospreciando el riguroso proceso de control y evaluación al que está sometidos los recursos públicos en educación y en las universidades en particular.
Las universidades se declararon en emergencia presupuestaria luego de que el gobierno prorrogara este año el mismo presupuesto de 2023, aunque la inflación interanual rozó en marzo el 290 por ciento. Como en los gobiernos fascistas el Presidente reclamó que se muestren los gastos de los establecimientos educativos y denunció un presunto adoctrinamiento en las aulas. La misma intrusión autoritaria. El mismo patrón empleado antes en Argentina y en otros países: desfondar y deslegitimar las entidades públicas para luego malbaratarlas, para venderlas de remate al gran capital monopolista.
La llamada internacionalización solidaria tiene como objeto estos problemas, y las universidades mexicanas deberíamos atender el llamado de auxilio de nuestros hermanos argentinos para adoptar medidas enérgicas contra Milei y para defender a la universidad pública argentina de su asedio. La historia nos hermana y la alegría con la que festejamos ahora los mexicanos la llegada de una prominente universitaria a la presidencia debería brindar esperanza para la defensa de la universidad pública en México y en Argentina.
Desde la 2015, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) ha propuesto que la educación y el conocimiento deben ser considerados como “bienes comunes”. Es decir, que la creación, adquisición y uso del saber sean producto de un ejercicio social y colectivo, no de una determinada persona, sociedad o país.
Para contextualizar el contenido de las siguientes líneas, es preciso aclarar que las universidades públicas son una de las modalidades de los órganos autónomos del Estado mexicano, entre los que se encuentran el Poder Judicial de la Federación, el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Federal de Competencia Económica, el Banco de México y el Instituto Nacional de Acceso y Transparencia de la Información (INAI), entre otros.
Gracias a la autonomía, las universidades públicas sabemos construir las condiciones sobre las cuales queremos funcionar. Es decir, qué filosofía educativa adoptar, qué clima organizacional desarrollar, y con qué reglas operar para cumplir con las funciones sustanciales de la educación superior que son docencia, investigación, y extensión y difusión de la cultura. Es aquí donde es posible cultivar y ejercer nuestra capacidad de razonar libremente
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