¿Cómo podemos rendir tributo a los mártires de Chicago de 1886 quienes, con su reclamo de ocho horas de trabajo, marcaron un hito en la historia de los derechos laborales …
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Como profesor y columnista, estoy convencido de que es más importante vivir de manera optimista, en lugar de atormentarse por los sinsabores de la vida. De acuerdo con nuestro estado de ánimo, impactamos y transformamos la vida de los estudiantes, haciendo de ellos más felices o infelices. No obstante, guiarlos hasta lograr construir su mejor versión es nuestro deber.
En los últimos años se ha incrementado el contenido que se produce en las redes sociales como Facebook o TikTok relacionado con las vacaciones a las que tienen derechos los trabajadores de la educación y que, como sabemos, están contempladas en el calendario escolar.
Los maestros estamos cansados. Una frase que quizá no se podría mencionar en la docencia, sin embargo, la connotación va más allá de un agotamiento físico y, no es que no hayamos tenido suficientes días de receso escolar para mitigar o discernir la información y desinformación que en los últimos meses se ha cimbrado en el ámbito escolar sobre la Nueva Escuela Mexicana (NEM) y los programas sintéticos que se publicaron de forma oficial el pasado 15 de agosto.
Un calendario escolar interminable. Largas horas de preparación de clase. Actividades fuera del horario de trabajo. Reducción de los salarios reales. Revisión de exámenes. Planeación. Evidencias y más evidencias. Atención personalizada. Compra de materiales.
Hablar de la profesión docente representa un gran reto, especialmente porque es una labor compleja que demanda un desgaste físico y psíquico de manera cotidiana. Como otras áreas de la academia, la labor docente requiere de un sentido de vocación y un gran número de habilidades, actitudes y destrezas para poder desempeñar con éxito la ardua tarea de educar a nuevas generaciones.
En pleno siglo XXI, con un sinfín de avances tecnológicos revolucionando nuestras vidas en todas las áreas, la escuela se encuentra en una encrucijada. Surge un debate sobre el rumbo que debe tomar en un contexto donde la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías están transformando rápidamente nuestra sociedad. Algunos argumentan que la escuela debe abrazar estos avances y transformarse profundamente, mientras que otros creen que es el momento de repensarla y preservar su esencia humana, incluso alejándola de estas tecnologías.
Son pocas las y los escritores que dan clases de manera regular. ¿Por qué? ¿Será que la universidad sofoca su creatividad y la “libre cultura”? Jorge Luis Borges (1899-1986) y Claudio Magris (n. 1939) son dos excepciones a este regla. Del primero ya hablamos en Universidad Crítica
A pocos meses de arrancar con la implementación del Marco Curricular Común en Educación Media Superior (MCCEMS), la subsecretaría de éste nivel a través de la Coordinación Sectorial de Fortalecimiento Académico (COSFAC), ha puesto a disposición del personal docente una serie de “cursos” y “diplomados” exprés en modalidad virtual con la intención de capacitar al personal docente para dicha tarea.
Como un elemento central del Plan curricular 2022, la Secretaría de Educación Pública (SEP) acaba de publicar el texto Un libro sin recetas: para la maestra y el maestro (Fase Tres), que tiene el propósito de brindar al docente “…una teoría que acompañe la revolución que realiza en sus aulas.” El libro ha llamado mucho la atención en los medios de comunicación debido a que, en su página 26, se le sugiere a los maestros que para tomar una conciencia crítica deben leer, entre otros autores, a: Marx, Lenin, Gramsci, Marcuse, Foucault, De Sousa Santos y Lukács. Todos ellos pensadores críticos del status quo de la sociedad, del capitalismo, de la burguesía y del poder; algunos con ideologías claramente comunistas o neo marxistas.
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