De acuerdo con Guorui Fan y Thomas Popkewitz, la política educativa es un proceso de desarrollo organizado y tornadizo que surge, existe y se ajusta en el curso de las …
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Se acerca el 15 de mayo y con ello la celebración del Día del maestro en nuestro país; como ya es una costumbre, ese día con bombo y platillo se anunciará un “fabuloso incremento salarial” y mejoras laborales y profesionales para todos los trabajadores de la educación. Desde luego, las palmas de los tradicionales aplaudidores sindicales no se harán esperar y con sonrisas de ojera a ojera, sabedores de que gozarán de las mieles de Senado en próximas fechas, se pondrán, una vez más, a los pies del presidente de la República.
Las cuentas de la 4T en educación despliegan números rojos con sus estadísticas. Así lo expuse en un artículo anterior (26.02.2024), que demuestra el estancamiento de la matrícula nacional, la crisis de la eficiencia del sistema (en porcentaje egresan de licenciatura los mismos que en los “periodos neoliberales”), las tribulaciones del abandono en bachillerato y la parálisis del financiamiento durante la transformación lopezobradorista.
Es tiempo de balances a la transformación educativa prometida por la 4T. El sexenio continúa, pero con datos podemos adelantar juicios e hipótesis.
Dentro de nuestra frágil democracia, el movimiento de estudiantes que demanda la restitución de las becas de posgrado está creciendo y es razonable que así ocurra.
En los últimos meses, la disputa por los libros de texto gratuito tiene varios frentes. Un primer frente se da por la disputa de los contenidos; es decir, en la definición de qué se enseña (los tipos de conocimiento y su organización) y quién enseña, en este caso, el Estado mexicano.
En mayo del 2018, el entonces candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, presentó en Oaxaca los “10 compromisos por la educación en México”. Uno de ellos, el séptimo, indicaba que, de llegar a la presidencia, debería elaborar conjuntamente con los maestros, padres de familia y pedagogos especialistas, “un plan educativo que mejore, de verdad, la calidad de la enseñanza sin afectar los derechos laborales del magisterio” (AMLO, 2018); y, al mismo tiempo, eliminar la “mal llamada Reforma Educativa” impulsada por el ex presidente Enrique Peña Nieto.
A poco más de año y medio para que concluya la actual administración, el proyecto educativo de la 4T todavía no consolida. Esto no es crítica destructiva, sino una reflexión a manera de balance entre metas y resultados obtenidos hasta ahora.
En su obra The Quest for Certainty, el filósofo estadunidense John Dewey quien además asesoró al alto funcionariado de la Secretaría de Educación Pública para instituir el sistema escolar mexicano elaboró sobre la búsqueda de la certeza en la vida social y en la ciencia y el conocimiento. La certeza cae en el terreno de la fe, las creencias, lo inmutable.
Para contextualizar el contenido de las siguientes líneas, es preciso aclarar que las universidades públicas son una de las modalidades de los órganos autónomos del Estado mexicano, entre los que se encuentran el Poder Judicial de la Federación, el Instituto Nacional Electoral (INE), la Comisión Federal de Competencia Económica, el Banco de México y el Instituto Nacional de Acceso y Transparencia de la Información (INAI), entre otros.
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