Hoy en vísperas de vacaciones, es importante invitar a los lectores a reflexionar sobre el significado social que tiene para todos, el que los niños vayan la escuela y aprendan, ya que no …
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Estamos en la recta final del ciclo escolar 2022–2023, ha sido el primer año completamente presencial después de la pandemia, ha sido un gran reto atender a miles de niñas y niños que se incorporaron al sistema educativo y acompañar los cambios que sufrieron al interior de sus familias y las nuevas formas de organización que han impactado en la escuela
La revaloración social del magisterio no es algo nuevo, la hemos escuchado muchas veces, cuando menos desde los años noventa. Recordemos: ése era uno de los propósitos del Acuerdo Nacional de Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEBN) de 1992, luego de una década brutal de reducciones en los ingresos docentes.
Reflexionando sobre el marco que conforma la propuesta de la Nueva Escuela Mexicana, se encuentran elementos que sin duda tiene que fomentarse en la educación pública, más allá de la ideología en la cual se asientan las propuestas de política pública de los gobiernos en turno, porque cada vez más en la sociedades a nivel global y en la nuestra en particular, se siguen reproduciendo formas que excluyen e invisibilizan a los otros, generadas a partir de la explotación, el control del trabajo, las relaciones de género e inclusive, en los procesos escolarizados.
Hace ya más de 30 años, el filósofo español Juan Delval publicó un pequeño librito titulado Los fines de la educación (1990), en los que, de acuerdo son sus palabras, exponía algunas de las ideas que surgieron de un debate sobre los fines de la educación con el historiador Juan Francisco Fuentes.
En mayo del 2018, el entonces candidato a la presidencia Andrés Manuel López Obrador, presentó en Oaxaca los “10 compromisos por la educación en México”. Uno de ellos, el séptimo, indicaba que, de llegar a la presidencia, debería elaborar conjuntamente con los maestros, padres de familia y pedagogos especialistas, “un plan educativo que mejore, de verdad, la calidad de la enseñanza sin afectar los derechos laborales del magisterio” (AMLO, 2018); y, al mismo tiempo, eliminar la “mal llamada Reforma Educativa” impulsada por el ex presidente Enrique Peña Nieto.
A poco más de año y medio para que concluya la actual administración, el proyecto educativo de la 4T todavía no consolida. Esto no es crítica destructiva, sino una reflexión a manera de balance entre metas y resultados obtenidos hasta ahora.
Recientemente circularon por las redes sociales y no por los canales oficiales de la Secretaría de Educación Pública (SEP) los Libros de Texto Gratuitos (LTG) fase tres, primer grado, con los que los alumnos y maestras y maestros de las escuelas primarias estarían trabajando en el próximo ciclo escolar en las escuelas mexicanas.
La Nueva Escuela Mexicana (NEM) se justifica en la Filosofía de la Liberación. Tal como lo enuncia el “Avance del contenido para el libro del docente. Primer grado”, la NEM pretende superar la visión colonialista de la educación -que se ha impuesto en nuestro país- y cambiar el discurso pedagógico en favor de la emancipación de los oprimidos.
Se acerca cada vez más el inicio del próximo semestre en el nivel medio superior en el que en más de 14 mil escuelas y más de 400 mil docentes de este nivel, iniciarán con la implementación del nuevo Marco Curricular Común. Sin embargo, para este nivel no se implementaron pruebas piloto ni se cuentan (hasta el momento de escribir esto) con programas de estudio para las nuevas unidades de aprendizaje
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