Arcelia Martínez Bordón*
Estimado Mario:
En estas líneas me permito enviarte un saludo y felicitarte por tu nombramiento como nuevo titular de la Secretaría de Educación Pública, uno de los cargos más importantes de la administración. Desde ahí se teje el futuro de millones de niñas, niños y jóvenes, y su posibilidad de ser partícipes de oportunidades, y de ser ciudadanos críticos y agentes de transformación de nuestro país.
Te escribo con la confianza que te tengo por conocerte hace ya más de treinta años, cuando coincidimos en espacios, reuniones y con amigos en común cuando fuimos estudiantes en el ITAM, en los años noventa. Entonces éramos muy jóvenes. Todos los amigos y colegas teníamos inquietudes para abonar a un futuro mejor para México, que estaba por dejar atrás setenta años de un solo partido en el poder, sin alternancias, del dedazo, sin instituciones que abonaran a la transparencia y a la rendición de cuentas. Como miembro del Consejo de estudiantes “Voz”, tú y varios amigos hacían eventos para traernos al ITAM, arte, cultura, debates. Vinieron a nuestra casa de estudios Octavio Paz y Vargas Llosa, Enrique Krauze, los moneros Gis y Trino, y Mexicanto. Era un espacio de intercambio, diálogo, apertura.
Con esos recuerdos en mente y las personas en común que nos unen es que distraigo tu atención para saludarte y reiterar, ya lo hice por X, mi ofrecimiento de acercar mi trabajo y el de varios colegas que quieran sumarse, desde la academia y sociedad civil, para hacer un diagnóstico integral del sistema educativo nacional y propuestas varias para una planeación que atienda las áreas urgentes de mejora de la educación, que como sabrás son muchas.
Echando mano de algunas ideas de Fracaso educativo: gobiernos van y vienen y seguimos igual o peor, el último libro que publicó mi colega y amigo Eduardo Andere[1], y que recién presentamos en la Universidad Iberoamericana –donde trabajo desde hace casi ocho años–, aprovecho para hacer un brevísimo recuento de algunos de los pendientes. Comienzo por señalar que hay barreras estructurales no atendidas, como la pobreza, la desigualdad, la corrupción y la inseguridad, que continúan afectando profundamente la educación en México e impiden cualquier avance significativo. Es decir, el cambio no es fácil porque se tienen que atender varios aspectos a la vez. Con todo, preocupa mucho, el solo título del libro, pues este en efecto da cuenta de administraciones van y vienen y seguimos con malos resultados en materia educativa.
Si bien el “éxito” de un sistema educativo es un concepto de difícil medición, hay que señalar que un indicador aproximado de qué tan bien lo está haciendo se relaciona con lo que sus estudiantes aprenden. Al respecto, ¿sabías que, con información de Planea 2018, previo a la pandemia por covid-19, 5 de cada 10 estudiantes de sexto de primaria no alcanzaban los conocimientos básicos de Lenguaje y comunicación, y 6 de cada 10 de Matemáticas? Si eso pasa al finalizar apenas la primaria, no es difícil imaginar por qué al llegar a la educación media superior cerca de 700 mil jóvenes abandonan la escuela[2].
Si la escuela no logra retener a sus estudiantes no es solo por la falta de ingresos económicos, como lo muestran los resultados de logro educativo de Planea 2018, sino también por la falta de calidad de la oferta educativa. En principio, las becas están pensadas para compensar el costo de oportunidad de dejar la escuela y obtener un ingreso para apoyar la economía familiar. Sin embargo, la investigación educativa de larga data ha hecho patente que, si bien alrededor de una tercera parte de la deserción escolar se asocia con la carencia de ingresos, las otras dos terceras partes tienen que ver con la falta de pertinencia, relevancia y equidad de la oferta educativa. Es decir, se necesita transformar la escuela y mejorar, en general, la oferta educativa y no solo apoyar la demanda por educación.
Por ello, tendríamos que estar pensando en políticas educativas de largo aliento, de carácter más integral, que atiendan los diversos factores asociados al abandono, enfocando esfuerzos en mejorar la experiencia cotidiana de la escuela, desde la atención a la primera infancia hasta la educación superior.
Sin desatender los derechos de las y los docentes, que son el pilar con el que podemos y debemos hacer el cambio educativo, tenemos que apostar por una política que no solo mejore sus condiciones laborales. No se trata solo de otorgar incrementos salariales cada 15 de mayo, se necesita una mejor y mayor inversión en su formación inicial y continúa, en la transformación de las escuelas que los preparan, en las condiciones en las que realizan su trabajo, en la asignación de horas, grupos (hay maestros de la media superior que atienden a nueve grupos de 45 alumnos cada uno).
Se necesita también el mejoramiento continuo de la infraestructura de las escuelas, pero con esquemas de transparencia y rendición de cuentas para acabar, por ejemplo, con los cuestionamientos sobre la opacidad del ejercicio presupuestal de la Escuela es Nuestra. Son necesarias más computadoras, pero acompañadas de conectividad en las escuelas y de formación tecnológica. Con el arribo de la Inteligencia Artificial hay que subir a las niñas y niños a la ola de estas nuevas tecnologías o se abrirán aún más las brechas entre favorecidos y desfavorecidos.
Toda la población escolar deberá tener acceso a oportunidades reales de aprendizaje, en el marco de la Nueva Escuela Mexicana, un modelo pedagógico que, por cierto, puede y debe ser revisado y mejorado, con la colaboración de las maestras y los maestros. Todavía hay quienes tienen dudas sobre de qué trata la NEM y cómo debe implementarse.
Andere también realiza un análisis sobre el gasto educativo y observa que, entre 1992 y 2022, no solo no hubo incrementos significativos en el gasto sino que México está rezagado en comparación con otros países. En 2019, Chile invertía 6.4% de su PIB en educación y México 4.4%. En el gasto promedio por alumno la situación es aún más crítica: el promedio de México es de $3,421 dólares, mientras que el de los países de la OCDE es de $11,372 dólares. Además, la competencia por el presupuesto entre diferentes sectores es cada vez más dura: la cobija no alcanza para todos. En esta lucha, la educación ha cedido terreno a otros gastos de función social. Andere reseña como, entre 2001 y 2021, el presupuesto para salud, energía y bienestar aumentó mientras que el de educación (como porcentaje del gasto social total) disminuyó: pasó de 23.8% en 1995 a 15.7% en 2021. Seguro sabrás también que, en los últimos años, programas clave como el desarrollo profesional docente sufrieron recortes presupuestales significativos, afectando la calidad y equidad en los servicios educativos.
Pero no solo se trata de un tema presupuestal. La planeación de la política educativa también necesita de indicadores y evaluación. Por ello es muy importante que México cuente con una instancia que tenga una verdadera autonomía técnica y de gestión para realizar la evaluación del sistema educativo nacional (tanto de los aprendizajes, como de otros componentes del sistema educativo). Es imposible valorar los avances del sistema educativo sin información confiable. ¿Sabías por ejemplo que durante la pandemia no tuvimos información a tiempo sobre la pérdida de aprendizajes de la población estudiantil? Aunque hoy contamos con la Evaluación diagnóstica de Mejoredu, su publicación fue tardía, la primera evaluación de este tipo se hizo pública apenas en 2023, y hubo mucha secrecía en todo el proceso. Se necesita pues una Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación fortalecida, con más presupuesto y sobre todo con más capacidad de interlocución y apertura hacia la ciudadanía.
Existen recursos que pueden abonar a generar una visión de bosque de los grandes retos que enfrenta el sistema educativo, sin dejar de revisar los diagnósticos más detallados elaborados por decenas de académicos sobre lo que acontece en materia de desarrollo profesional docente, interculturalidad, género, currículo, gestión escolar, autonomía docente, tecnologías de la información y conectividad, etcétera. Sugiero, además del libro de Andere, los Apuntes de política publicados en el Faro Educativo –observatorio de políticas que coordino–; el blog “Pluma Púrpura: Repensar la Educación”, de la Red de Mujeres Unidas por la Educación (MUxED); el blog educativo “Distancia por tiempos” de la revista Nexos; el sitio web de la “Iniciativa de Educación con Equidad y Calidad” que coordina Marco Fernández; y los Estados del conocimiento del Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
Mi invitación y petición, como colega, amiga y, sobre todo, como alguien que trabaja hace más de 20 años en el tema educativo y a quien le preocupa mucho lo que sucede en la materia, es sumar a la conversación. El sistema finlandés, tan traído a colación por diversos expertos educativos, no se construyó en uno ni en seis años. Y aunque es una realidad lejana a la nuestra –pues aquel es un país pequeño y con un altísimo Índice de Desarrollo Humano– lo cierto es que parte de su éxito descansa en la integridad y continuidad de sus acciones, a lo largo de 40 años.
Empecemos entonces a conversar desde la academia, la sociedad civil organizada, las escuelas y las autoridades para elaborar, a partir de la evidencia, diagnósticos, propuestas y soluciones. La educación de este país lo merece.
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Referencias
Andere, Eduardo (2024) Fracaso educativo. Gobiernos van y vienen y seguimos igual o peor, IEXE, México.
[1] Andere, 2024.
[2] Con cálculos para 2014.
*Arcelia Martínez Bordón
Integrante de MuxED. Doctora en Política (Universidad de York), licenciada en Ciencia Política y maestra en Políticas Públicas (ITAM). Entre 2006 y 2007 realizó una estancia posdoctoral en la División de Administración Pública del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). Cuenta con más de veinte años en el análisis y evaluación de políticas educativas y tiene múltiples publicaciones. Es académica de tiempo completo en el Departamento de Educación de la Universidad Iberoamericana. Coordina el Faro Educativo de la Ibero. Su principal tema de investigación es el análisis y evaluación de políticas educativas, así como el uso de las evaluaciones para orientar la toma de decisiones.