«Despiertos, ellos duermen.»
«Los que duermen son hacedores y colaboradores de lo que sucede en el mundo.»
Heráclito
J. Carlos R. Acosta*
Se acerca cada vez más el inicio del próximo semestre en el nivel medio superior en el que en más de 14 mil escuelas y más de 400 mil docentes de este nivel, iniciarán con la implementación del nuevo Marco Curricular Común. Sin embargo, para este nivel no se implementaron pruebas piloto ni se cuentan (hasta el momento de escribir esto) con programas de estudio para las nuevas unidades de aprendizaje.
Por lo visto, las únicas alternativas que se les ha brindado por parte del subsistema son los diplomados y cursos virtuales que se ofrecen desde la Coordinación Sectorial de Fortalecimiento Académico (COSFAC) con las limitantes que eso conlleva. Quienes sí han aprovechado el vacío de las autoridades y que se encuentran un paso adelante son las editoriales privadas. Empresas ya conocidas, han puesto a disposición de la comunidad docente sus productos editoriales que cuentan ya con una propuesta de desarrollo programático de las unidades de aprendizaje con las que arrancará el ciclo 2023-2024.
Como ya señalamos, esto no solamente muestra una gran falta de compromiso y responsabilidad por parte de las autoridades de la Secretaria de Educación Pública y del subsistema de educación media superior, también nos muestra la ventaja que tienen sobre las y los maestros las empresas privadas para dictarles lo que como docentes deben hacer en el aula. Y aunque siempre se manejan como “sugerencias”, es una realidad que la comunidad docente termina implementando lo que dispongan en contubernio las autoridades y el sector privado.
Esa clara falta de voluntad del Sistema Educativo Mexicano (SEM) a veces se ve reflejada en la comunidad de docentes que se le ha mantenido cautiva e inmovilizada para orientar el curso de la educación media superior en el país. Advertíamos ya de la oportunidad que se presentaba para el cuerpo docente de éste nivel de poner en sus manos la creación de dichos programas de estudio, en el que no solamente se abocaran a cumplir con un requisito más solicitado por el SEM. Hablamos de recuperar la función intelectual de los y las docentes, de aprovechar la coyuntura y las oportunidades para que, a partir de su propio contexto sociocultural, el desarrollo de los procesos educativos partiera de las realidades locales o regionales, como lo marcan las propias condiciones necesarias para la educación en la NEM en sus documentos base.
Así lo muestra su documento de Principios y Orientaciones pedagógicas, en el que establece las condiciones necesarias de la educación, entre las que menciona la adaptabilidad, que “se refiere a la capacidad de adecuar la educación al contexto sociocultural de las y los estudiantes en cada escuela”. Más adelante, en su principio “D. Participación en la transformación de la sociedad”, señala la dimensión “ética y política” de la educación, que representa, nos dice, la apuesta por “construir relaciones cercanas, solidarias y fraternas que superen la indiferencia y la apatía para lograr en conjunto la transformación de la sociedad.”
Pero, además, en su apartado III es más explícito en cuanto a la enorme tarea que tienen los y las docentes en este proceso, pues señala que para ejercer el derecho a la educación los y las jóvenes deben disponer de:
planes y programas de estudio actualizados y pertinentes a las condiciones sociales, culturales, económicas de los estudiantes, maestros, escuelas, comunidades y regiones del país, y con proyección universal. Se articula con su entorno local, estatal, regional, nacional e internacional.
¿Quiénes más podrían llevar a cabo dicha tarea sino los y las propias docentes? Y es con lo que termina el documento, pues en el apartado IV, titulado Orientaciones pedagógicas, reconoce el papel fundamental de docentes en la organización de los contenidos como de las estrategias de enseñanza y aprendizaje en el aula, hasta la evaluación de las mismas: es decir, abordar críticamente la planeación en el contexto escolar.
Se enlistan en el mismo apartado lo que llaman “principios organizadores de los contenidos”, en los que mencionan la necesidad de reflexionar colectivamente sobre las formas de organizar los contenidos en el contexto y la organización de la comunidad escolar; la experimentación pedagógica que lleve a la integración de áreas de conocimiento; apoyarse en las madres y padres de familia con estrategias para la formación de los y las jóvenes; la atención a las necesidades, opiniones y problemáticas de los y las estudiantes; el diseño de materiales pertinentes y la atención a la información recabada de diagnósticos para la organización de los contenidos.
Es importante rescatarlos, pues, contrario a lo que en realidad está ocurriendo, los planteamientos que la NEM enarbola como principios están quedando en letra muerta. Lo mencionamos así, ya que, a parte de los foros realizados a principios del año pasado a nivel nacional, no han existido otros espacios para la reflexión y el trabajo colectivo de docentes que se requiere de acuerdo con los señalamientos del documento. Solamente la participación activa y organizada de la comunidad docente podría hacer frente al reto colosal que se le ha puesto en frente.
De lo contrario, nuevamente los y las docentes serán meros repetidores de recetas ya construidas por las empresas editoriales trasnacionales, ajenas al contexto local de las escuelas de educación media y, por lo tanto, propuestas extrañas a la vida de las y los jóvenes. Los contenidos, estrategias pedagógicas y formas de evaluación deben ser alineadas por el eje articulador de las necesidades y problemáticas principales de la comunidad y contexto escolar, con un trabajo serio e intelectual de parte de las y los docentes en colectivo, para que las problemáticas que aquejan a miles de jóvenes de los planteles de educación media en todo el país no queden como mera mención en una actividad prefabricada de libro de texto de una empresa privada.
Hace ya más de cien años, en 1917 el pensador italiano Antonio Gramsci escribía su artículo Odio a los indiferentes, en el que plasmaba los efectos devastadores de la indiferencia en la historia: cómo es que la apatía de las masas, ese “peso muerto de la historia” ante los procesos históricos, colabora con los dictados e imposiciones de “unas pocas manos que tejen la trama colectiva”. Los y las docentes deben recuperar su papel de intelectuales y hacerse conscientes de que su práctica no es neutral, que la práctica docente lleva implícitos y explícitos fines ético-políticos. Debe dejar de lado, como señala Gramsci, ese “lloriqueo de eternos inocentes” y tomar partido por una genuina transformación de la educación en beneficio de toda la comunidad estudiantil y docente en particular, y de la sociedad en general.
*Sociólogo y docente del Colegio de Bachilleres del Estado de Querétaro