Herzel Nashiely García Márquez
Consultora Académica RCSA
Profesora en Universidad Anáhuac on-line
hgarcia@rcsa.mx @herzelgm
Estimado Docente ¿Qué tan descansado se siente usted tras estas vacaciones decembrinas? ¿pudo realmente dedicar un tiempo a la relajación y al ocio? A diferencia de otros periodos vacacionales como son Semana Santa y el verano, las vacaciones decembrinas distan mucho de un proceso reparador completo: son cortas y están involucradas de manera permanente actividades como compras, preparativos, reuniones sociales y el cumplimiento de muchas expectativas. El estrés se acumula de manera importante, por lo que es muy probable que uno regrese más cansado a la rutina laboral. En el caso de los docentes mexicanos, la necesidad de lograr un verdadero descanso reparador en los periodos vacacionales es además de un derecho una prioridad. De acuerdo con Erika Villavicencio (Facultad de Psicología de la UNAM) los empleados mexicanos tienen el mayor índice de estrés laboral, elemento agravado al considerar que México es uno de los países con menos días de vacaciones para los trabajadores. En el caso docente, hay que agregar el incipiente síndrome de “burn out” el cual es definido por Maslach y Jackson (1986) como una respuesta inadecuada ante el estrés que se manifiesta en tres aspectos: agotamiento físico y psicológico, una actitud fría y despersonalizada en el trato a los demás y un sentimiento de inadecuación ante las tareas que se deben realizar.
La docencia tiene una fuerte relación con este síndrome puesto que involucra constantes demandas tanto dentro y fuera de la institución y el horario laboral. El tiempo de descanso y recreación son siempre relativos pues es indispensable planificar las clases, evaluar las evidencias de los estudiantes y por supuesto, atender las emergencias y situaciones humanas que afectan a nuestros alumnos. El estrés laboral docente tiene terribles consecuencias como el agotamiento emocional y la despersonalización que se traducen en actitudes y respuestas frías, desproporcionadas y negativas. Es común en nuestro campo, conocer testimonios docentes que reconocen la imposibilidad inmediata de actuar de manera prudente, adecuada, ante una situación que simplemente “nos saco de nuestras casillas”, “nos llevó fuera de nuestro centro”. Estas respuestas automáticas y poco razonadas tienen que ver con el síndrome del burn out.
El peligro es inminente si reconocemos la importancia formativa y afectiva que tiene el docente en su relación con la comunidad estudiantil. La sociedad necesita cuidar a los formadores de ciudadanos críticos y debemos entender que la educación socioemocional no empieza en los programas ni en los libros sino en el testimonio y ejemplo docente. Reconocer la fuerza que el pilar docente tiene para respaldar y apoyar a los padres de familia y al tejido social, implicaría repensar los periodos vacacionales, tanto en su duración como en su real ejercicio de ocio. Es necesario que el docente sea protegido por una política pública que asegure el descanso que promueve la creatividad y disposición del formador y acompañante hacia el desarrollo de los seres humanos, considerando principalmente el aprovechamiento del tiempo y recursos dentro de la institución para la colaboración y el trabajo cooperativo entre profesores y que genere la oportunidad de activar metodologías centradas en la comunidad educativa como agente activo, libre y responsable de su propio desarrollo.
Si usted, estimado docente, se siente agotado físicamente, si siente atiborrado en la mente, reconoce dificultades para trabajar desde la creatividad y la motivación o para atender con disposición a sus estudiantes, colegas y sus propias necesidades, es indispensable que revise los síntomas del burn out y sepa que el estrés es administrable y no es justo con usted mismo, llevárselo a casa a convivir día y noche, 24 por 7 con usted. Atender la salud integral es un derecho pero también nuestra obligación.
Existen valiosas opciones públicas y privadas para la atención del síndrome Burn out y solicitar ayuda para su diagnóstico es el primer paso para una vida plena y mejor. No existe mejor propósito de año nuevo que dedicarnos tiempo y calidad para la atención personal y como docentes, es importante hacer un alto y preguntarnos ¿qué tan reparadoras fueron nuestras vacaciones y cómo podemos aprovechar nuestro tiempo para descansar y generar los espacios personales que son vitales para poder cumplir nuestras labores con eficiencia y disfrute.