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El sueño de la autonomía profesional

by Abelardo Carro Nava
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Hace unas semanas, después de charlar sobre el programa analítico y el plano didáctico con algunas figuras educativas, tuve la oportunidad de intercambiar algunas impresiones con una de ellas. Palabras más, palabras menos, recuerdo que su inquietud versaba sobre dos puntos que, en sentido estricto, son uno mismo: el primero estaba relacionado con el tema de la autonomía profesional del magisterio porque, como tal, él había participado para que ésta fuera una realidad en nuestro sistema educativo; de hecho me aseguraba que, por su parte, había esa disposición para que los colectivos docentes que coordinaba, realizaran las actividades con esa autonomía por la que había luchado y que había quedado plasmada en el Acuerdo 14/08/22 (Plan de estudios 2022). El segundo punto, sobrevino con unas palabras que me dejaron frío: “maestro, como le he dicho, estoy de acuerdo con la autonomía profesional por la que muchos compañeros luchamos durante muchos años, sin embargo, donde no estoy de acuerdo, es que en ningún programa de los actuales (se refería a los sintéticos) se diga qué método deben emplear mis maestros para que enseñen a leer y escribir a sus niños en las escuelas”.

Estas últimas palabras, desde mi perspectiva, reflejan parte de una realidad que se está viviendo en buena parte del magisterio mexicano a poco más de un año de haberse puesto en marcha el Plan de estudios 2022 en las escuelas de educación básica. Pienso que la prontitud y/o laxitud con la que se implementó dicho plan, generó algunas confusiones o incertidumbres sobre algunos términos, pero, sobre todo, que no se comprendiera su sentido, en la aplicación propiamente dicha, en la escuela.

Es claro que, en el anexo del Acuerdo 14/08/22, la autonomía profesional aparece en 14 ocasiones y la palabra autonomía se encuentra 33 veces en diferentes partes del texto. De hecho, es claro que dicha autonomía profesional alude a la libertad que tiene el magisterio para ejercer y reinventar la docencia con la finalidad de intercambiar experiencias provenientes de la realidad afín de generar aprendizajes. Esto, porque, como puede ser leído en el referido acuerdo, la Nueva Escuela Mexicana reconoce que el ejercicio de la enseñanza se basa en la autonomía profesional del magisterio para decidir, con sustento en los programas de estudio, sobre su ejercicio didáctico, el acercamiento epistemológico de los conocimientos y saberes, y para establecer un diálogo pedagógico con las y los estudiantes en los procesos de enseñanza y aprendizaje, considerando la composición de la diversidad de sus grupos, el contexto en el que viven, sus trayectorias formativas, su propia formación como docentes….

Tal concepción reconoce el papel protagónico que tienen las maestras y los maestros en el sistema educativo, pero, principalmente, en el proceso de enseñanza y de aprendizaje; lo cual implica hacer uso de los saberes y conocimientos adquiridos en su formación inicial, pero también, los que la formación continua les ha brindado, o los que la misma experiencia profesional les ha otorgado con el transcurrir de los años.

Ahora bien, es entendible que algunas figuras educativas no alcancen a dimensionar lo que la misma autonomía profesional implica, sencillamente porque venimos de un largo camino donde los planes de estudio, total y absolutamente prescriptivos, determinaban qué es lo que tenía que hacerse y cómo es que tenía que hacerse. Prescripción que encuentra sentido si comprendemos que el sistema así ha funcionado por décadas, es decir, desde hace varios años todo lo que ocurre en dicho sistema emana desde el centro y se traslada, cual, cascada de río, hacia toda la estructura educativa. Y ahí es donde ocurre otro sueño, el de las autoridades educativas.Ezoic

Para dichas autoridades, ¿qué representa la autonomía profesional? Mayormente palabras y frases pomposas que se emplean en un discurso. Dicen: “Ahora sí las maestras y maestros hacen uso de su autonomía profesional para tomar decisiones”, pero, cuando se toman decisiones fundadas en su experiencia y conocimiento, éstas son reprendidas o “corregidas”. “Es que ahora sí han sido revalorizados las maestras y maestros; muestra de ello es la autonomía profesional de la que ahora gozan”, pero, cuando se proponen esquemas de trabajo para la generación de aprendizajes a partir de la realidad que rompen con la “dinámica” de la supervisión escolar, dicha autonomía desaparece por completo. Entonces, ¿de qué tipo de autonomía estamos hablando?

Lo anterior, da pauta para hablar de un tema que indiscutiblemente tiene que dialogarse, me refiero a una concepción más de referida autonomía profesional del magisterio; particularmente, hablo de significado que alguna parte del profesorado le ha dado para su propio interés o beneficio porque, como bien se ha dicho, ésta encuentra su razón de ser en lo pedagógico-didáctico, en lo epistemológico de los conocimientos y saberes, y en el diálogo pedagógico en los procesos de enseñanza y aprendizaje; en consecuencia, no se trata de hacer lo que se venga en gana (disculpándome por lo coloquial de la palabra) y no hacer nada, sino que, por el contrario, fundado en una realidad, en un saber y en un conocimiento, puede planear su enseñanza y la evaluación de los aprendizajes considerando las estrategias para la articulación del trabajo de manera disciplinar e interdisciplinar.

Para lograr lo último, en lugar de que el actual secretario de educación decida pelearse con las empresas trasnacionales o nacionales por la venta de comida chatarra en las escuelas, debería poner su atención, por ejemplo, en la paupérrima y pésima formación continua que se está ofreciendo en el país. Con esto no estoy diciendo que la alimentación en México no sea un asunto de primer orden, lo que estoy diciendo es que el Sr. Secretario está viviendo un sueño donde el plan de estudios 2022 va viento en popa y, por ello, hay que atender otras prioridades y, desde luego esto no es cierto; es decir, que ni el plan de estudio ha “cuajado” como debiera, ni la mentada autonomía profesional es una realidad en el sector educativo.

Con seguridad, al término de estas líneas alguien podrá decir que sí existe la autonomía a la que he hecho referencia en estos párrafos, porque, en su aula él o ella decide qué tiene que trabajarse y cómo tiene que trabajarse, pero, ¿realmente es así?

Pensémoslo por un momento, pero también pensemos si no sería pertinente hacer efectivo lo que la misma ley establece.

Al tiempo.

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