Recientemente, The Wall Street Journal publicó el artículo Las escuelas intentan revertir las pérdidas de aprendizaje durante la pandemia (Scott Calvert), en el que se describen las experiencias de algunos estados norteamericanos por atender el problema del rezago educativo, ocasionado por el cierre de las escuelas. Por la importancia que reviste el contenido de este artículo, me propongo hacer una síntesis de algunas de estas iniciativas y contrastarlas con lo que México ha hecho al respecto.
Lecciones de Usonia (Término que utilizaba Frank Lloyd Wright para referirse a Estados Unidos). Algunos centros educativos e investigadores norteamericanos han intentado medir la pérdida de aprendizaje de los estudiantes, así como la forma de revertir este problema, una vez que se regrese a clases presenciales. Sin duda alguna, se tiene mucho más claro lo primero que lo segundo. Con datos nacionales se sabe que los niños que estaban aprendiendo a leer antes de la pandemia tienen las competencias lectoras más bajas en los últimos 20 años. Igualmente, se sabe que la pérdida de aprendizaje es considerablemente mayor en los distritos que cerraron por más tiempo sus centros escolares y que las mayores deficiencias se observan en los distritos de mayor pobreza. Un hallazgo de mayor importancia tiene que ver con la alfabetización de los niños de 9 años, ya que la investigación ha mostrado que la capacidad lectora al final del tercer grado puede predecir el éxito educativo de los estudiantes: quienes no leen de manera competente en este grado escolar terminan tardíamente la educación secundaria, en una proporción cuatro veces mayor que los lectores competentes.
Algunos investigadores estiman que los estudiantes de cuarto grado con deficiencias lectoras podrían tardar hasta cinco años en nivelarse, a menos que se acelere el ritmo para dominar esta habilidad básica. Esto es importante de considerar si se tiene en cuenta que un estudiante que no tenga las habilidades básicas de lecto-escritura de su grado escolar, no estará preparado para aprender otros contenidos escolares como las matemáticas, las disciplinas sociales y las ciencias naturales.
Ante esta situación, tanto la federación como los estados están invirtiendo miles de millones de dólares para dar solución al rezago de aprendizaje, que ha documentado el Programa Nacional para el Progreso Educativo (institución similar a lo que fue el INEE). El Plan de Rescate Americano, el mayor programa de ayuda de la pandemia, destinó 122 mil millones de dólares a las escuelas públicas de educación obligatoria (K12) y exigió que al menos el 20% se destinara a solucionar la pérdida de aprendizaje. Algunos estados han ofrecido, también, ayuda económica a las escuelas y a padres de familia, al menos en tres rubros: tutorías a pequeños grupos de estudiantes, ampliación de escuelas de verano y clases particulares.
El estado de Indiana apoyó con mil dólares a las familias de estudiantes de escasos recursos para que sus hijos se inscribieran en clases particulares, a fin de que superaran sus deficiencias en lectura y matemáticas. Carolina del Norte hizo alianzas con las universidades y centros de investigación para estudiar a fondo la perdida de aprendizaje y su forma de recuperación. Tennessee invirtió en la formación de docentes para mejorar sus habilidades en la enseñanza de la lectura. Y, Nashville creó el programa de Campamentos de aprendizaje de verano para atender a estudiantes con rezago y ha trabajado con la Universidad de Brown para estudiar la eficacia de su programa.
Lo hecho en México. Contrario a lo que ha realizado Usonia, México no ha invertido en el problema de la pandemia, ni ha realizado estudios nacionales para conocer la gravedad de la falta de aprendizaje de los estudiantes de la educación obligatoria. El esfuerzo más reciente es el de Mejoredu, que puso a disposición de las escuelas una batería de pruebas (estandarizadas) para que cada profesor evalúe a sus estudiantes. Desgraciadamente, dicha evaluación no se realizará de manera controlada y sus resultados no servirán para diseñar programas nacionales o estatales de recuperación del aprendizaje. Por otro lado, se desconoce de algún plan para mejorar las habilidades de lectura y matemáticas, de aquellos estudiantes con graves rezagos. Tampoco se conocen de convenios de colaboración con universidades y centros de investigación para conocer los estragos que dejó la pandemia y la mejor forma de atenderlos.
La SEP está dejando pasar la oportunidad de atender este problema, el de mayor importancia en el último siglo. En cambio, ha puesto toda su atención en implementar un nuevo plan de estudios, que ni la misma secretaria de educación entiende, y que no toma en cuenta la gravedad de la pérdida de aprendizaje, que llega al nivel del analfabetismo funcional de una buena proporción de estudiantes de educación básica. Sin financiamiento, un plan y apoyos para los docentes, la recuperación tardará años.
Twitter: @EduardoBackhoff