La presidenta ha dicho, en el contexto de las modificaciones al proceso de ingreso al bachillerato en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, que es mejor que los …
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En 2012, cuando los creadores del “Pacto por México”, coordinados por Peña Nieto, lanzaron la Reforma Educativa y argumentaron que no era sólo imprescindible, sino la primera dada su importancia, el entonces senador, por el PRD, Mario Delgado, fue artífice y entusiasta promotor de ella.
Si saber perder es una cualidad importante, saber ganar, a mi juicio, lo es más. Disculparán que mi fuente sea la experiencia que en mi casa tenemos con el futbol, pero no estoy en mala compañía: en 1956, Albert Camus, en una conferencia, dijo: “Todo lo que sé de moral y obligaciones del hombre se lo debo al futbol”.
Para tener rumbo, es preciso saber dónde estamos. Esta administración, luego de un periodo dedicado a las modificaciones legales con el fin de lograr una nueva reforma educativa —pragmática, no programática—, y otro lapso a lidiar con un fenómeno totalmente inesperado como fue la pandemia
Dos relatos de miles: ¿hasta cuándo las instituciones de educación superior, públicas y privadas, van a tratar así a nuestros colegas, docentes “de asignatura”? ¿Seguiremos sin decir nosotros nada? Sí, cala el silencio.
No es ilógico, sino consecuente, trasladar al sector educativo, como se hace en el título de este texto, la frase más constante, y acertada a mi juicio, de la actual administración y quien la preside: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
No es lo mismo ser un objeto que se medirá en comparación con un parámetro, que ser un sujeto activo en el proceso de detectar —mientras se lleva a cabo el proceso educativo— los aciertos, defectos o problemas a resolver con el fin de tomar medidas que permitan mejorar, o corregir a tiempo, el rumbo y lograr los fines programados. Este cambio no es menor. Al contrario, es crucial para concebir a la evaluación como un medio al servicio de la tarea pedagógica, y no como un fin. Tampoco, por estar bien ubicada en el proceso de aprendizaje, su realización es fácil: todo lo contrario, es un reto intelectual muy grande.
Es preciso recurrir a Joaquín Sabina en la consideración de los cimientos profundos de la nueva propuesta educativa en el país. No sería la primera vez que la poesía echase más luz a un proceso social que algunas teorías. Dice el cantautor que “No hay nostalgia peor/ que añorar lo que nunca jamás sucedió”. El verso es impecable e implacable.
Una palabra recorre el mundo educativo nacional: la decolonialidad. Es central en la concepción de la Nueva Escuela Mexicana y el marco curricular que orienta –u orientará– a los planes de estudio y los libros de texto en la educación básica, y los estudios de las nuevas generaciones de maestras y maestros en nuestro país. ¿A qué se refiere y cuál sería su impacto en el proceso de aprendizaje que se planea transformar?
Ya estamos acostumbrados a que, cada sexenio, los gerentes del país lancen una nueva forma de concebir a la educación, y la presuman como el ingreso al paraíso pedagógico por fin y para siempre. La parusía en su versión secular: no el regreso del dios perengano al final de los tiempos, sino el ingreso (aula por aula, escuela por escuela) de la verdadera estrategia para la formación que requieren los estudiantes en el país y, de esa manera, hacer viable su futuro.
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