
La filósofa Martha Nussbaum, en sus críticas a la ola tecnocrática que invade la educación en el planeta, aboga por una educación humanista donde el ser humano sea el centro del currículum y que los estudiantes adquieran capacidades que les apoyen en su vida futura. Ello, para vivir en sana convivencia con sus semejantes y la naturaleza. Que sean ciudadanos completos: “Las naciones del mundo pronto producirán generaciones de máquinas útiles, en lugar de ciudadanos completos, capaces de pensar por sí mismos, criticar las tradiciones y comprender el significado del sufrimiento y los logros de otras personas”. Para que los estudiantes se transformen en ciudadanos y que vivan en (y para) la democracia, se requiere que la escuela promueva conocimientos fundamentales para establecer vínculos emocionales, morales y políticos.
Con el fin de alcanzar los propósitos de un currículo humanista, se requiere que los estudiantes adquieran un dominio suficiente de lectoescritura y capacidades numéricas, además de otras que fortalezcan la salud corporal y el razonamiento crítico. Sorprende que, en sus giras de rendición de cuentas en territorio (así les llaman), la presidenta Claudia Sheinbaum ofrezca cifras, en especial de becas y pocas referencias al humanismo mexicano que, se supone, es el centro de la Nueva Escuela Mexicana.
Por ejemplo, en la reunión de Yucatán, de acuerdo con el Comunicado de la Presidencia del 21 de septiembre, la presidenta Sheinbaum informó que se distribuyeron becas de Jóvenes Construyendo el Futuro a 12 mil 113 beneficiarios; de Jóvenes Escribiendo el Futuro a 15 mil 62. También declaró que 76 mil 901 estudiantes recibieron la Beca Benito Juárez y afirmó que 103 mil 484 estudiantes de educación básica reciben una beca. La semana anterior, en Michoacán, habló de su formación como científica y sus luchas por democratizar la educación; arriesgó una reflexión. Expresó que en sus tiempos de estudiante y sus jornadas en las tierras purépechas “aprendimos que la comunidad lo es todo” y que ese aprendizaje es el corazón de la Nueva Escuela Mexicana.
En sus arengas, la presidenta critica al pasado, a la educación neoliberal y lanza elogios a su programa de educación, mientras desaparecen del currículo las materias que permitirían la proliferación de capacidades para la formación de ciudadanos. El marco curricular y los libros de texto gratuitos de la Cuatroté ya no persiguen formar “máquinas útiles”, como apuntó Nussbaum, menos al ciudadano completo. Parece que, con el énfasis en la educación comunitaria, el ataque a la cultura mestiza (la de la raza cósmica, según José Vasconcelos) y consignas extraídas de las epistemologías del sur, no se va a construir un nuevo conocimiento, pero sí a destruir lo que la escuela liberal pudo avanzar (que no fue mucho, de acuerdo) en la edificación de la educación nacional.
Cierto, la versión más reciente de la NEM, que impulsa la Secretaría de Educación Pública que comanda Mario Delgado Carrillo, procura instaurar la articulación entre emociones, moral y política. Pero los libros de texto oficiales no se orientan a la formación de ciudadanos capaces. Por el contrario, parece que por las cargas ideológicas que colman las nociones sobre múltiples lenguajes y nuestros saberes, el pensamiento científico no es una meta del presente gobierno, tampoco persigue una educación humanista, no como la conciben filósofos profesionales. El humanismo mexicano es como un fantasma que recorre el currículo oficial, que en la oratoria promueve lectura, escritura, matemáticas, vida saludable, igualdad de género, ciencia, educación artística y cultura física, pero con pocas ataduras en el terreno escolar.
Uno de los pocos vínculos que tienen cierto potencial son los programas ligados a la vida saludable e igualdad de género. Pero sus retos son formidables, pues en el sistema escolar sigue reinando la inequidad, la injusticia y el burocratismo. Este nuevo humanismo mexicano no busca formar ciudadanos completos. Quiere fieles de la Cuatroté.
Referencia:
Nussbaum, Martha. C. (2010). Not for profit: Why the democracy needs the humanities (Kindle ed.). Princeton University Press.