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Políticas educativas. Milei: El caso la libertad avanza

by Pluma Invitada
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Miguel Andrés Brenner

“Llegué a Chile de cuerpo entero. Pasión, nostalgia, tristeza, esperanza, deseos, sueños rotos, pero no deshechos, ofensas, saberes acumulados, en las innúmeras tramas vividas, disponibilidad para la vida, temores, recelos, dudas, voluntad de vivir y de amar Esperanza, sobre todo.” Freire, Paulo (1992: 53)
“¿Qué clase de educador sería si no me sintiera movido por el impulso que me hace buscar, sin mentir, argumentos convincentes en defensa de los sueños por los que lucho? En la defensa de la razón de ser de la esperanza con que actúo como educador.” Freire, Paulo (1992: 108)

No voy a mencionar todas las modificaciones que pretende Javier Milei en materia educativa, puesto que, en otros de mis textos, aún antes de la “explosión de La Libertad Avanza”, ya los he trabajado desde una perspectiva crítica al capitalismo neoliberal. Solamente algunas cuestiones práxicas e ideológicas.
Es interesante el fenómeno libertario en Argentina. A saber, logró 37 diputados, sobre un total de 257. También 8 senadores, sobre un total de 72. Y en el ballottage se impuso por 55,69% o sea por un 11,53% más sobre su contendiente, quien obtuvo un 44, 23% de los electores. En las elecciones jurisdiccionales no triunfó, mas bien lo hicieron los caudillos locales, más allá del perfil de cada uno de ellos. A partir de aquí, arriesgo la siguiente interpretación.
Como extrema derecha, La Libertad Avanza, liderada por Javier Milei, en la primera vuelta, según la preferencia de los electores sufrió una fuerte derrota, revertida sustancialmente en la segunda vuelta electoral. ¿Por qué? No por la idoneidad política o moral de los candidatos electos, empero sí por el rechazo a la línea política que se presentaba como contendiente en la segunda vuelta, manifestada en la expresión “hay que probar algo diferente” y en contra de la “casta política”, sin otro aditamento valorativo o ideológico. Tampoco como partido político enraizado o movimiento social, sino como un “individuo que salva”. Así, se da una fragmentación política, que se sustenta en una fuerte fragmentación social. Pero, la fragmentación política resulta “in extremis”, como si casi “uno solo” pudiera resolver los problemas estructurales de nuestro país, ya que no obtuvo la gobernación de ninguna provincia como tampoco la jefatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Obvio, como no se puede gobernar solo, aunque se haya denigrado a lo que Milei denomina “casta”, a partir de aquí requiere una serie de alianzas que nada tienen que ver con el estamento denominado “casta”, optando por una radicalísima opción capitalista neoliberal.
Ello quiere decir que el sostén de Milei tiene que ver con voluntades individuales, tan frágiles como su apoyo, sustentado en una suma de esperanzas individuales, amén de corporaciones mediáticas interesadas y algoritmos digitales de las correspondientes redes sociales. No son aquí los partidos políticos ni las clases sociales quienes entran en juego; aquellos pretenden ser marginados, aunque no se les pueda negar plenamente ningún rol. Las mencionadas voluntades individuales son cooptadas por las noticias falsas, amén de la negación del compromiso cara-a-cara en sus relaciones, con lo que podemos afirmar que la “banalidad del mal” explicada por Hannah Arendt tiende a ser reemplazada por la misma negación del mal, puesto que se promueve un discurso de odio y violencia ante todo en las redes desde una perspectiva individualista/hedonista donde el “miedo” es horizonte de acción y decisión que, en última instancia, es “miedo al otro”, es decir, negación de todo tipo de vida comunitaria, con las fuertes secuelas de inseguridad a causa del debilitamiento de la cohesión social y de las identidades, donde la tendencia es a que cada uno, solo, se someta a un mercado crecientemente menos acogedor. Y dicha negación del mal hace a la negación del genocidio socioeconómico, del genocidio ambiental, del genocidio racial, la xenofobia y el resentimiento, entre otros. Valgan como ejemplos las afirmaciones cargadas de sadismo, con tono provocador que apela a las emociones y no a la racionalidad, tanto del brasileño Jair Bolsonaro como del argentino Javier Milei. En este sentido, la pretendida negación del Estado por cuanto uno sería dueño de su propia vida individual, de su propio cuerpo, de su ámbito privado, y ese Estado no tendría por qué entrometerse, como si el Mercado no manejara las fibras más íntimas de la más profunda intimidad. Es una rebeldía que aparenta un fuerte rechazo a lo establecido.
La misma expresión “comunidad imaginada” acuñada por Benedict Anderson, que en este momento no discutiremos, comienza a “hacer agua”. Es un capitalismo neoliberal, bajo la apoteosis del mercado y la consideración de lo humano desde el punto de vista del capital. La teoría del capital humano fue desarrollada por primera vez desde Gary Becker en la década de 1960. Becker argumentaba que los individuos, al igual que los empresarios, toman decisiones racionales sobre la inversión en capital humano. Estas decisiones se basan en el cálculo de los beneficios esperados de la inversión, que se traducen en mayores ingresos, mejores oportunidades de empleo y una mayor satisfacción personal. La teoría del capital humano ha sido criticada por varios motivos. Una de las críticas más comunes es que no tiene en cuenta los efectos no pecuniarios de la educación, como el desarrollo personal y social. Otra crítica es que no tiene en cuenta las injusticias en el acceso a la educación y su desempeño. Algo similar sostiene la posición de Theodore Schultz, quien obtuvo el Premio Knobel de economía en 1979. Y de ahí que el gobierno de Javier Milei instituye el Ministerio de Capital Humano, que concentra bajo su égida las siguientes secretarías: de educación, de trabajo, de desarrollo social, de niñez y familia. Esto significa que tanto educación, como trabajo, como desarrollo social, como minoridad y familia tienen una mirada desde la productividad y el lucro. Las teorías de Becker y de Schultz son similares, con alguna diferencia. Teoría de Becker: Los individuos son racionales y toman decisiones sobre la inversión en capital humano en función de los beneficios esperados. Teoría de Schultz: Los individuos pueden estar influenciados ante todo por factores económicos, aunque también puedan incidir algunos no económicos, como las preferencias culturales o las desigualdades en el acceso a la educación. Mas, ante todo, se reduce al ser humano a una variable de cálculo.
Hay una aparente desconexión entre la teoría del capital humano y la necesidad de nación que se entrevé fuertemente en el festejo del campeonato mundial de fútbol logrado por el equipo argentino en diciembre de 2022. Es que dicha teoría en su praxis en la Argentina actual es debido a una imposición político formal sustentada en algoritmos que se recrean en las redes digitales o sociales, mientras que la apoteosis del triunfo se encuadra en un sentir de nación.
Y en cuanto al último concepto mencionado, ¿qué problemática apreciamos? La noción de comunidad imaginada de Benedict Anderson es un concepto que describe a las naciones como comunidades construidas socialmente, es decir, imaginadas por las personas que se perciben a sí mismas como parte de este grupo. Anderson desarrolla este concepto en su libro “Comunidades imaginadas”.
Según Anderson, las naciones son comunidades porque comparten una serie de elementos comunes, como una lengua, una historia, una cultura y un territorio. Sin embargo, estas comunidades son también imaginadas porque sus miembros no se conocen personalmente y, a menudo, viven en lugares muy distantes.
La noción de comunidad imaginada de Benedict Anderson puede favorecer el progreso de una nación de varias maneras.
En primer lugar, el sentido de identidad nacional puede proporcionar a las personas un sentido de propósito y pertenencia. Esto puede motivar a las personas a trabajar juntas para alcanzar objetivos comunes, como el desarrollo económico, la educación y la protección del medio ambiente. Obvio que esto es cuestionable en la actualidad en nuestros países.
En segundo lugar, el sentido de identidad nacional puede ayudar a crear un clima de cooperación y tolerancia. Cuando las personas se sienten parte de una misma comunidad, son más propensas a respetar las diferencias y a trabajar juntas para resolver problemas. También esto resulta cuestionable.
En tercer lugar, el sentido de identidad nacional puede ayudar a promover la paz y la estabilidad. Cuando las personas se sienten parte de una misma nación, son menos propensas a recurrir a la violencia para resolver sus diferencias. Valga la misma crítica, amén de que puede conducir a la exclusión social de quienes no se identifican con la comunidad imaginada.
Y lo más grave de la presente interpretación es que en realidad las personas se reducen a meros individuos como fragmentos sociales, imposible de armar como si fueran un juego de rompecabezas.
Hablar, entonces, de “comunidad” pareciera ser como un artilugio idealista. Cuando Enrique Dussel refiere a la “comunidad de víctimas” no hace referencia a una comunidad imaginada desde los cánones del ejercicio del poder, sino desde la praxis de la opresión, su resistencia y la liberación. Más aún, la misma noción de pueblo tiende a ser negada, como la praxis de las clases sociales en su sentido dialéctico. Dentro de este panorama de represión capitalista neoliberal, Anderson publica su conocido libro.
Además, hay otra cuestión gravísima dentro de las consideraciones que estamos realizando, y es la siguiente: considerar a la nación a modo de una comunidad imaginada no tiene en cuenta que la misma nación ni imaginada es una mera entelequia, puesto que así misma vista, niega de hecho que su trama se encuentra dentro de variadas praxis políticas donde se conjugan tanto entramados colonizadores como descolonizadores a nivel global y con fuerza en el presente auge de las extremas derechas.
En el caso concreto de Argentina, el Ministerio de Capital Humano sería un pivote que vendría a solucionar uno de sus problemas macro. Pero, tengamos en cuenta que los países de la región carecen de la inflación como problema similar al nuestro de este ámbito del sur, la deuda externa no se hace tan acuciante, aunque tienen todos cierto déficit fiscal, y aún hay países en los que éste es mayor que el de Argentina, empero nuestro país tiene al respecto serios problemas, es que no puede continuar endeudándose constantemente. Y, hay algo muy interesante, los cientos de miles de millones de dólares que adeuda nuestro país, a partir de 1976, no es materia de investigación de La Libertad Avanza en cuanto a quienes fueron y quienes son los actuales tenedores de sus activos, es que “un ladrón no se va a investigar a sí mismo”. Igualmente, más allá del fenómeno macro de la economía de cada país, la situación socioestructural de sus poblaciones sigue permaneciendo en zonas de aguda injusticia, por lo que lo macro, si funciona según los cánones del presente capitalismo no es condición suficiente para mejorar el “bien estar” de sus pueblos.
Y el “bien estar” aludido implica de base procesos históricos espaciales de lucha. La libertad personal es comunitaria, no mero segmento individual. En tal sentido la libertad es consecuencia de la justicia, y no a la inversa, como proclama la extrema derecha.
Desmond Mpilo Tutu (Premio Nobel de la Paz 1984, por su constante lucha contra el apartheid), define así este concepto:
“Una persona con ubuntu es abierta y está disponible para los demás, respalda a los demás, no se siente amenazado cuando otros son capaces y son buenos en algo, porque está seguro de sí mismo ya que sabe que pertenece a una gran totalidad, que decrece cuando otras personas son humilladas o menospreciadas, cuando otros son torturados u oprimidos.”Desmond Mpilo Tutu fue un arzobispo anglicano sudafricano, teólogo y activista de los derechos humanos que desempeñó un papel fundamental en la lucha contra el apartheid. Fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 1984 por sus esfuerzos para poner fin a la segregación racial y la discriminación en Sudáfrica. Desmond Mpilo Tutu afirmó: “Yo solo soy si tú también eres”. Esta afirmación es una expresión del concepto africano de Ubuntu, que significa “yo soy porque tú eres”. Ubuntu es una filosofía que enfatiza la interconexión y la interdependencia de todos los seres humanos. Se basa en la creencia de que todos somos parte de una comunidad y que nuestra humanidad está ligada a la humanidad de los demás.
La riqueza de las naciones proclamada en el siglo XVII por Adam Smith se resolvería a futuro, a un futuro incierto, siempre y cuando la no intervención del Estado permitiera funcionar a las leyes del mercado, como una especie de determinismo histórico, época en que aún no se daba la vigencia de la concentración mercantil a modo de monopolios o similares. Por supuesto, “ese” futuro nunca llegaba a futuro. Es que la justicia siempre es social, y la libertad personal es una consecuencia de aquella. Esta última, considerada individualmente, parte de átomos que, como dijimos anteriormente, son incapaces de rearmar un rompecabezas existente solamente en un imaginario, el de quienes justifican el “mal estar” de los pueblos. La libertad personal es consecuencia de la justicia social, y no a la inversa, pues los individuos o el individuo carece de existencia, salvo en el artilugio de una “falsa conciencia”.

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