¿Quién no se ha sentido culpable después de haber hablado mal de los demás? Probablemente, muchos. En un mundo enfocado en las imágenes y en el culto a uno mismo, a menudo olvidamos el poder de nuestras palabras. Las palabras tienen la capacidad de elevar o aniquilar el espíritu de las personas y en las escuelas, es posible enseñar a los estudiantes a usar sus palabras de manera constructiva, con el fin de erigir una relación armoniosa y sostenible.
Hablar mal de los demás, se refiere a la acción de expresar opiniones negativas o perjudiciales acerca de una persona, ya sea en público o en privado, con el propósito de destruir su reputación, lo cual, irónicamente, hace más infeliz al agresor.
Junto a muchos expertos, considero que las escuelas tienen la responsabilidad de educar a los estudiantes a comunicarse de manera efectiva y respetuosa, promoviendo una cultura de empatía y valoración personal. Enseñarles a no hablar mal de los demás constituye un pilar fundamental hacia una vida feliz, así que, dedicando más tiempo a mejorarnos a sí mismos, renunciaremos hablar mal de los demás, solía decir la madre Teresa de Calcuta.
Al asumir este desafío social, enseñemos a los estudiantes a abordar problemas y desacuerdos de manera constructiva. Esto requiere el uso de técnicas de resolución de conflictos, como el diálogo abierto y el compromiso personal, en lugar de recurrir a la difamación que más tarde será difícil de extirparlo de nuestras entrañas.
De igual manera, estimulemos en los estudiantes a ponerse en el lugar de los demás. Esto implica impulsar los ejercicios de empatía en situaciones de casos, desde la perspectiva de otros, lo que contribuye a fomentar la comprensión y el respeto hacia las diferencias individuales.
Por otra parte, junto a los estudiantes identifiquemos las consecuencias reales y negativas de hablar mal acerca de los demás.
A través de talleres grupales, se puede ayudar a los estudiantes a reflexionar y comprender cómo sus expresiones pueden afectar a otros y generar absurdos conflictos en cualquier espacio social.
Asimismo, desarrollar en los estudiantes las habilidades de pensar y luego expresar sus pensamientos y sentimientos de manera clara y respetuosa, implica mantener a raya ese apetito tan humano de hablar mal de los demás.
Recordemos que no hablar mal de los demás es un gran negocio para nuestro espíritu y calidad de vida. En este sentido, hagamos de las escuelas un centro terapéutico de higiene mental para que los educandos puedan comunicarse con respeto, empatía y amor, a fin de que cuando sean mayores, eviten hablar mal de los demás como un estilo de vida saludable.
© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV