Históricamente, las escuelas rurales han sido fuente de innovación educativa; por su potencial de relación con la comunidad, de cuidado del medioambiente, de metodologías que aprovechan la diversidad de edades en el multigrado, y de valoración y diálogo con los saberes y prácticas locales, destacó la Mtra. Sylvia Schmelkes del Valle, académica de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.
Algunas de esas innovaciones son visibilizadas en la ‘Revista Iberoamericana de Educación Rural’ (esfuerzo conjunto del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación de la IBERO y la Red Temática de Investigación en Educación Rural), cuyo primer número presentaron Schmelkes y la Dra. Elsie Rockwell Richmond, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional.
La maestra, investigadora del INIDE, comentó que hacía falta una publicación como esta, por muchas razones. La primera, por la especificidad de la educación rural, que no es ni debe ser vista como una escuela urbana empobrecida, sino como diferente y, por eso, específica.
Al ser específica, debe ser reinventada, y eso es un poco lo que dice Gunther Dietz en su ensayo ‘¿Cómo ruralizar la universidad? Reflexiones sobre interculturalidad y plurilingüismo en la educación superior’, donde relata los esfuerzos por ruralizar la primaria y secundaria, no así la educación superior.
Gabriel Cámara, en ‘Aportes de la educación rural a la transformación educativa’, sostiene que no se debe reformar, sino cambiar las cosas completamente y transformarlas de raíz, para que realmente pueda operar una educación con sentido y significado en el medio rural. Schmelkes completó al decir que hay que valorar y trabajar con la diversidad de la educación rural.
La segunda, es que la educación rural es invisible a la política educativa, no obstante que, como señalan Silvia Valle y Gabriela Naranjo, en ‘Hacia la mejora continua de la educación rural: retos y perspectivas’: de un total de 225 137 escuelas de educación básica en el país -en los niveles de preescolar, primaria y secundaria-, más de la mitad (122 997, que representan 54.6%) se ubican en las localidades rurales (con menos de 2 500 habitantes). A estas escuelas rurales asisten 25 004 004 estudiantes (22.8% del total) que son atendidos por 1 216 207 docentes (26.4% del total).
Tercero, la política educativa ha sido injusta con las escuelas rurales: les ha dado menos recursos, no ha formado a sus docentes para atenderlas adecuadamente, ha descuidado las estructuras de apoyo a supervisores y asesores técnicos pedagógicos, insiste en currículos nacionales con pocos márgenes y capacidades para la adaptación, y las escuelas multigrado no cuentan con una atención diferenciada ni con una metodología propia.
En las escuelas ubicadas en medios rurales indígenas ha prevalecido la injusticia epistémica, que se tradujo durante décadas en un etnocidio y en un lingüicidio. Yesid Sierra aborda este tema en ‘Un paso a la vez, o quizá 295. Recordando algo del camino de la educación indígena en México’.
También se ha tenido un fracaso educativo con los jornaleros agrícolas migrantes, reflejado en ‘Retos para la educación inclusiva de las niñas, niños y adolescentes de familias jornaleras agrícolas migrantes’, donde Teresa de J. Rojas Rangel hace una serie de propuestas para la atención educativa de los jornaleros.
El primer número de la la ‘Revista Iberoamericana de Educación Rural’ muestra la heterogeneidad de la educación rural –donde rural se entiende como una categoría afectiva, espacial, geográfica, social, cultural y política–, con una diversidad de enfoques, de valoraciones de políticas y proyectos, y de criterios asociados con diferentes espacios de lo que se podría englobar como educación rural en un sentido mucho más amplio que simplemente escolarización, comentó Elsie Rockwell.
Mencionó que Limber Elbio Santos Casaña, en la ‘Presentación’ de la publicación, plantea las innovaciones surgidas de la educación rural, que trascienden y contribuyen largamente con la mejora de la educación en todos los tiempos y contextos geográficos socioculturales.
En las regiones rurales, completó la investigadora del Instituto Politécnico Nacional, también hay multiplicidad de valores: solidaridad, comunalidad, amabilidad; espacios de gran riqueza cultural, social y ambiental; y una tradición y capacidad docente muy fuertes.
Por eso, para la doctora el verdadero reto es: “cómo vamos a lograr reducir, quitar, combatir, esta tendencia a menospreciar y discriminar a los rurales, a los hablantes de otras variantes y a la población racializada de México”.