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Crónica de una farsa: el proceso electivo en la Sección 9 del SNTE

by Pluma Invitada
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Alberto Sánchez Cervantes*

En el carril del SNTE

Miércoles 14 de junio de 2023, un paréntesis se abre en las actividades escolares de educación inicial, preescolar, primaria y especial de la Ciudad de México; los maestros de la Sección 9 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) han sido convocados para elegir a sus representantes sindicales. Quince años han pasado desde la última vez, allá por el año 2008, que asistieron a las urnas. Eran los tiempos en que Elba Esther Gordillo dominaba a sus anchas su feudo magisterial. Pero como en el arte de las triquiñuelas electorales la cúpula del SNTE da cátedra, fueron tantas y tan groseras las irregularidades en las elecciones de ese año que un tribunal desconoció al comité que las ganó. La participación magisterial reducida a su papel de comparsa en una ficción.

Quince años sin votar, sin elegir y sin contar con un comité seccional legalmente instituido. 

En el carril de la CNTE

Del otro lado –el de la CNTE– se cantan mejor las rancheras, aunque siempre con la misma partitura.

Desde 2008 se han elegido tres comités seccionales democráticos encabezados por profesores de educación primaria frente a grupo con fama de trabajadores, honestos y de posturas políticas emparentadas con la utopía socialista, la lucha de clases y la emancipación popular. Pese a su vocación democrática, han acaparado e intercambiado parcelas del poder sindical en la Sección 9 desde hace 34 años. ¡34 años!, una vida profesional de cualquier maestro. ¿Qué significado tendrá aquella vieja frase: ¡Hasta victoria siempre!?

Cuando el 23 de mayo de 2023 el SNTE emitió la convocatoria para elegir el comité de la Sección 9, los líderes democráticos primero la rechazaron, y con justa razón, pues sólo daba un plazo de tres días para registrar planillas. Después exigieron aplazar las elecciones y finalmente, el 10 de junio, anunciaron que participarían con la Planilla Roja Democrática 9 CNTE, encabezada, obviamente, por uno de los tres profesores de fama. Y entonces la puerca empezó a torcer el rabo.

La planilla Roja no fue registrada, según el SNTE porque los líderes del movimiento democrático de la CNTE hasta en dos ocasiones no pudieron cumplir con la documentación requerida y al tercer intento ya no se les recibió porque sólo restaban 48 horas para las elecciones y era imposible reimprimir las boletas electorales para que en ellas figurara su planilla.

Ni con la intervención oficiosa de una antigua camarada de lucha, la secretaria de Educación Pública, Leticia Ramírez Amaya, la facción democrática logró el registro.

Los líderes democráticos dieron otra explicación. Dijeron que los charros del SNTE (así los llaman) se negaron a recibir su planilla porque se dieron cuenta de que la simpatía de los maestros por la Planilla Roja crecía cada día y porque querían imponer mediante el fraude– una dirigencia que se vende, que traiciona y que no defiende los intereses de la base magisterial. Así dijeron.

Como a toda acción corresponde una reacción, ante la negativa de registro de la Planilla Roja, la consigna de la dirigencia de los maestros democráticos de la CNTE fue precisa: impedir la apertura de los centros de votación.

El tufo de elecciones amañadas

No se sabe qué hizo tan bien el SNTE, que todo le salió tan mal. Sea lo que sea, el tufo de elecciones arregladas es una raya más al tigre de su negra historia en la materia.

Primero, una convocatoria mañosa –arrinconada en un periódico de escasa circulación– que sólo daba la gracia de tres días para registrar planillas. Después la negativa de registrar la Planilla Roja de la CNTE y la ausencia de asambleas delegacionales para debatir ideas y propuestas, y de paso inyectar una dosis de democracia al proceso. Nada. Todo debía hacerse por la vía expedita, con el menor número de participaciones, sin voces consonantes ni altisonantes, mucho menos disidentes. Vamos, elecciones sí, pero sin sacudir demasiado el avispero.

Ya ni hablar de un proceso electivo carente de todo sistema de control. Los afines al SNTE con todos los naipes de la baraja en la mano: padrón, boletas electorales, urnas, conteo de votos, actas de escrutinio, expedición de resultados, centros de votación… Además, las dos planillas registradas –Valor Magisterial y Magisterio Progresista– surgidas de la misma matriz: el oficialismo del SNTE.

En La Colmena

La Colmena es una unidad habitacional de Iztapalapa, páramo sin ley donde asaltos y robos son el pan nuestro de cada día; dos mil carpetas de investigación en un mes, reportó en 2017 la entonces Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México. Qué cosa.

Bueno, pues un genio del SNTE decidió instalar en La Colmena el Centro de Votación 092.

Son las 8 de la mañana, hora fijada para la misión. En la escuela primaria Luis Pasteur las estoicas maestras y sus compañeros preparan la escenografía de la resistencia. Pegan carteles, mantas y propaganda. Fuera charrismo sindical del SNTE, El fraude no pasará, Exigir la reposición de la elección Sección 9, se lee. La mañana es tibia y serena aún.

Minutos antes de las 9 el ambiente se enrarece. Se empieza a respirar tensión. Las maestras y maestros democráticos se atrincheran frente al portón de la escuela, son la línea de contención que impedirá que abra el centro.

A escasos 10 o 12 metros sus contrincantes cuchichean, observan, hacen cálculos. Para distinguirlos, los maestros democráticos les aplican con énfasis peyorativo el epíteto de charros, que en el español de México son aquellos que traicionan los intereses del gremio que supuestamente defienden.

Un automóvil –placas NUC-31-87 del Estado de México– ha sido colocado a manera de ariete, apunta hacia el objetivo: la entrada de la escuela. En él se transporta la parafernalia y papelería electorales.

Dos policías –mujer y hombre– bajan de una patrulla, se acercan a los maestros rojos de la resistencia y les explican cuál es su papel ahí: vigilar y conservar el orden. “No estamos a favor de ningún grupo, pero si hay disturbios remitimos a quien sea. Por favor dialoguen”, exhorta con voz afable la mujer uniformada.

Queremos votar / queremos votar

Pero el exhorto dura menos que un suspiro. Entra en escena una mujer entrada en carnes y cabello oxigenado que se ostenta como madre de familia. Exige que se le abra la escuela porque ella y otras personas harán faena de limpieza en la cocina del plantel. “Yo no sé de su sindicato ni nada, yo tengo que limpiar mi cocina”, vocifera.

El enfrentamiento verbal entre madres, maestras y maestros crece, sube de tono, estalla como relámpago, pero el estruendo no llega, afortunadamente. Alguna mente perversa urdió la idea de que fueran las madres de familia quienes confrontaran a maestras y maestros para meter cuña y fisurar la resistencia roja.

El director del plantel, llave en mano, amaga a la línea de contención. Maestras y maestros democráticos tensan músculos, aguantan. Uno de ellos, armado con un megáfono, explica sus razones: que si la convocatoria amañada, que si la falta de registro de su planilla, que si los charros se benefician del poder, que si el fraude… Las maestras ya presentes para votar lo oyen, pero no lo escuchan. El hilo de la tensión comienza a desgarrase. Queremos votar / queremos votar, corean.

Nuevamente entra en escena la madre de familia hacendosa, pero ya con refuerzos. Ha tenido efecto un mensaje de voz que previamente había enviado a sus vecinas de La Colmena. Con ellas llega un par de hombres, uno de ellos, joven, de aspecto atlético, voz de mando y talante rudo; advierte: “vamos a entrar, ustedes digan cómo quieren que entremos”. Mientras el hombre amenaza a maestras y maestros, otro salta la barda de la escuela. La línea de contención se ha desdibujado, sus miembros están dispersos, cada uno en duelo verbal con el adversario más cercano o paralizados, estupefactos. Han sido superados en número.

Preparadas para la derrota, pero no para la decepción

El hilo se desgarra definitivamente. La escenografía la echan abajo, ya no se sabe si madres o maestras: arrancan con furia carteles, mantas y cuanta cosa se pegó en las paredes. Los hombres de La Colmena dan la estocada: a empujones desplazan a los maestros que les hacen frente sólo con el poder de sus convicciones. Uno de ellos, que resiste tres segundos más, es arrojado sin consideraciones. Desde adentro de la escuela el saltabardas abre el portón y la resistencia cede. La misión no se cumple.

La congoja asoma en el rostro de las maestras de la Planilla Roja. La frustración puede deletrearse en su rostro. Quizá estaban preparadas para la derrota, pero no para la decepción. La impotencia merodea después de la refriega, dibuja círculos en el aire.

Pese a todo, retoman su posición en el portón de la escuela, pero ya sin el ánimo de antes. Franquean el paso a los votantes mientras los exhortan con voz tímida a anular su voto o a escribir en la boleta: planilla roja.

En contraste, las mujeres afines al SNTE se pavonean, salen repetidamente de la escuela para rebuscar algo en autos estacionados en la acera. A diferencia de las maestras de playera roja, vestidas para la lucha y la resistencia, ellas, de zapatillas y vestido, zarandean senos y caderas en señal de triunfo.

La lección es amarga para el bando rojo. Salta el recuerdo de una frase que años atrás escribió Carlos Monsiváis: A la base compañero, hay que educarla a través de las movilizaciones.

La farsa continúa

Se instala la urna y alrededor de 50 docentes (sobre todo maestras) hacen fila para votar. Quienes llegaron después de las diez de la mañana ni enterados están del zafarrancho previo. Un hombre grita el nombre del votante y el número que ocupa en el padrón. En la mesa lo acompaña otro varón que entrega la boleta de votación y dos mujeres jóvenes, de buen ver, encargadas de recibir la credencial de identificación y aplicar tinta indeleble.

–¿Quién va a contar los votos? –se le pregunta al que parece llevar la voz cantante.

–Ellas –responde señalando a las dos mujeres.

–¿Y quiénes van a observar que se cuenten bien? –el hombre titubea un segundo, pero agrega:

–A la una de la tarde se cuentan los votos y puede observar quien quiera.

–¿Y las boletas que sobren, ustedes las van a marcar?

–¡Nooo, cómo creeee! –responde.

La gente cumple con el ritual del voto y apresurada se retira. No le interesa que su voto se cuente y se cuente bien. Quizá piensa que la democracia sindical es tachar una boleta y depositarla en la urna. El voto se emite, pero no se defiende. A la una no habrá nadie que supervise el conteo de votos. Quienes organizaron el remedo de elección tendrán la plaza libre para contar, registrar y copetear las cifras a su antojo.

Días después se sabrá que en este centro se depositaron 167 votos: 128 válidos y 39 nulos.

Ni las cuentas claras ni el chocolate espeso

El SNTE hace y presenta cuentas alegres.

Que ganó la planilla Valor Magisterial con 14, 525 votos y que Magisterio Progresista obtuvo 9,875.

Que la participación fue, en promedio, del 70 por ciento del padrón electoral.

Que sólo hubo “disturbios” en 20 de los 141 Centros de Votación.

Creer es un acto de fe, o de ingenuidad.

No hay modo de saber el porcentaje de participación porque no se hizo público el padrón electoral.

No hay modo de cuadrar cifras. Aceptando sin conceder, se sabe cuántos votos obtuvo cada planilla participante, pero no cuántas boletas sobraron y por lo tanto debieron ser canceladas. Además, mañosamente el SNTE oculta el total de votos nulos, que sumaron 6, 209.

Sobre los incidentes los datos tampoco concuerdan. El centro 092 de La Colmena no aparece en la relación de centros con “disturbios”. El 098, que corresponde a la escuela primaria México-Japón, también se reporta sin disturbios, pero resulta que ningún voto se recolectó allí.

Lo mismo sucede con los centros 075 y 090, sin disturbios, pero con sólo 5 votos cada uno. El 079 fue tomado por los maestros durante toda la jornada y también se reportan 5 votos emitidos. Estos casos hacen suponer –piensa mal y acertarás– que los representantes del SNTE sufragaron, pese a que los centros de votación no fueron instalados. ¿Cómo explicar que sólo un puñado 5 de votos por centro se haya emitido?

En resumen: los votos cosechados en la accidentada y desaseada jornada electoral, entre válidos y nulos, ascendió a 30, 609. Por lo tanto, de ser cierta la participación del 70 por ciento, el padrón debió constar de unos 44 mil electores, pero tampoco hay forma de saberlo con exactitud por la nula transparencia del proceso.

Epílogo

Lo sucedido es una muestra de que las elecciones sindicales de la jornada no soportan la prueba del ácido de los principios universalmente aceptados en las democracias: certeza, legalidad, independencia, imparcialidad, objetividad, transparencia y máxima publicidad. En materia electoral para el SNTE no ha transcurrido el tiempo, sus prácticas se fosilizaron en la conocida era paleozoico priista.

También se demuestra, a juzgar por la distribución de votos emitidos, que la corriente democrática no cuenta con el apoyo indiscutible del magisterio capitalino que desoyó las consignas de evitar que se realizaran las elecciones, anular el voto o sufragar por la Planilla Roja. Es hora de la reflexión y el debate incluyente. La dirigencia debe descifrar el acertijo que tiene enfrente y volver a los orígenes: el trabajo político-sindical a ras del piso en escuelas, zonas escolares y comités de lucha locales. Quien quita y la centralización de las actividades sindicales en el edificio de Belisario Domínguez 32 y en unos cuantos liderazgos de tendencia radical se haya desgastado tres décadas después. El Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje tiene una papa caliente en sus manos.


* Profesor de educación primaria. Periodista independiente, autor del gran reportaje Maestros bajo control. El caso de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE): Chiapas, Michoacán, Oaxaca (inédito).

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