Antes de entrar al océano, el río tiembla de miedo. Mira hacia atrás y observa todo el camino recorrido: las cumbres, los poblados, las montañas, los diferentes desafíos que tuvo que sortear para llegar hasta donde está ahora. Y luego, mira hacia adelante, acercándose a un gran océano.
El río no puede volver atrás. Nadie puede volver. Pero puede afrontar el miedo, agarrar valentía y abrir camino hacia adelante para conocer el mar de posibilidades que se extiende frente a él.
De manera similar, lo mismo sucede con la educación. Un ámbito de transformación que, con valentía, puede crecer más allá de los límites establecidos. A propósito del Día Internacional de la Educación, celebrado el 24 de enero, no solo debemos celebrar los logros, sino también reflexionar acerca de si realmente hemos avanzado en la educación hacia ese océano de potencial inmenso o si nos hemos quedado estancados en los márgenes del río.
La invitación es a mirar hacia atrás para reconocer lo aprendido: aquellas acciones, proyectos, investigaciones y políticas públicas que se han llevado a cabo, que han considerado las necesidades reales de la población, que han puesto el foco en la equidad y la inclusión, que han beneficiado a las niñas, niños y adolescentes (NNA) y que han contribuido a mejorar las condiciones educativas. La invitación es a reflexionar sobre las lecciones aprendidas en el sector educativo: ¿En qué nos hemos equivocado? ¿Qué obstáculos hemos encontrado? ¿En qué hemos acertado? Independientemente del “color de río” al que pertenezcamos (sea este un partido político, una religión, una clase social u otro), debemos identificar cómo el pasado ha moldeado el sistema actual.
La educación es el motor para construir sociedades más justas, equitativas y sostenibles. Reconociendo nuestro pasado y aprovechando el inicio de este 2025, con sus deseos y propósitos, busquemos las necesidades y oportunidades que presenta la educación. Usemos la creatividad, ensanchemos nuestros límites y expandámonos más allá de los obstáculos que nos condicionan. Colaboremos con otros, aunque no compartan nuestro mismo “color”. Integremos nuevas metodologías y tecnologías. Abrámonos al cambio y a los demás, sabiendo que tenemos un objetivo en común: mejorar la educación para el beneficio de las NNA, para su futuro, pero también para su presente.
Pensemos en el futuro de la educación como un espacio de posibilidades infinitas, donde las decisiones que tomemos hoy marcarán el rumbo del sistema educativo mexicano, del sistema local, de las escuelas, de la vida de millones de NNA y de nuestra sociedad. Que este comienzo de 2025 sea una oportunidad para desplegar nuestro potencial, y que el rumbo que tracemos sea positivo, de crecimiento y colaboración.
Que en este nuevo año, el río pueda convertirse en océano, sin que ello signifique perder lo que somos, sino integrar nuestras experiencias para avanzar hacia algo más grande. Que juntos despleguemos las alas y demos un paso hacia una mejor versión de la educación.
*Investigadora en Mexicanos Primero Jalisco / Correo: rgascon@mpj.org.mx