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Vivir es cantar

by Pedro Flores Crespo
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A Deborah

Pedro Flores-Crespo
Pedro Flores-Crespo

¿Por qué hablar de cultura en una columna dedicada al tema educativo? Porque existe un código creativo en la primera que enriquece lo segundo.

Decía la escritora Virginia Woolf, que los verdaderos artistas son capaces de transmitir la emoción sin obstáculos. Al ejercer su libertad, pintores, escritores y músicos crean obras únicas que comunican al mundo cosas. Esto lo realizan de modo sensible. Con creatividad, los artistas desvelan cosas que todos sentimos pero que antes de su aparición desconocíamos. Se anticipan y son “visionarios”, como pensaría Carlos Monsiváis de los poetas.

Viviana Montserrat Quintana Rodríguez (1984), mejor conocida como Vivir Quintana es una cantautora mexicana que escribió, en 2020 y en un pizarrón de escuela, una canción “definitoria” para el México de hoy: Canción sin miedo. Su sensible protesta musical dice así: “Que tiemble el Estado, los cielos, las calles/Que teman los jueces y los judiciales/Hoy a las mujeres nos quitan la calma/Nos sembraron miedo, nos crecieron alas”.

Escuché esta canción en el concierto que Vivir la abrió a Silvio Rodríguez en el Zócalo en 2022. Bajo la lluvia, la gente la coreaba y seguía con las palmas. Pensé emocionado que esa rola es ya más significativa para México que la lírica del cubano.

Vivir escribe canciones de amor, pero también, confiesa en su diario publicado por Sextopiso, “de algunas situaciones sociales” que veía en su contexto y que “resonaban” con ella. De hecho, su último disco intitulado “Cosas que sorprenden a la audiencia” le da vuelta a la tradición e incluye 10 alegres corridos con una temática cruel e injusta. Ahí, la compositora mexicana nos lleva a conocer el sentir de mujeres presas que han matado a sus agresores hombres: “Ahora vivo en prisión encerrada y me siento más libre que en casa”.

Ante esto, no faltará el gobernador despistado, académica, alcalde o presidenta “con A” que se alarme y culpe a la música de Vivir de hacer “apología del delito”. Esto comprobaría, una vez más, la desorientación del político actual y no pocos académicos y académicas.

La canción popular describe con sensibilidad la realidad, no la orienta. ¿Quién en su sano juicio puede comprobar que lo que se canta, pinta o narra en la literatura o en la poesía cambia la realidad a modo? El arte no moraliza, al contrario, nos ayuda a conocer la “realidad real” por medio de la sensibilidad y por eso, emociona.

La violencia, he escrito en estas páginas, “es deplorable desde cualquier punto de vista, pero esta surge y se recrea por medios más amplios y complejos que por el simple hecho de escuchar un corrido […]. Imaginación y realidad son distintas.” (“¿A las cuántas canciones nos volvemos buenos?”, 16/07/25). La realidad es fuente de lo que se canta. Los culpables de la inseguridad son los gobiernos y ciertos grupos, no los cantantes.

Y cuando uno piensa que este país ya no tiene viabilidad por tanta violencia y por el mal proceder gubernamental, se abren resquicios de verdadero humanismo. La música de Vivir Quintana es combativa porque aspira, sensiblemente, a la paz. Sus canciones “nos llegan” no por la maldad que hay en los seres humanos, sino por lo que éstos pueden llegar a ser, diría Jean Paul-Sartre.

Vivir Quintana fue una niña inquisitiva, profesora normalista, activista y ahora, es una gran compositora que transmite emociones sin obstáculos, al igual que lo hicieron los maestros del canto popular mexicano que le han antecedido. Constata que el arte y la cultura nos ayudan a aprender sin moralizar. Misión cumplida, maestra.

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