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Victoria para la CNTE

by Abelardo Carro Nava
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Abelardo Carro Nava
Abelardo Carro Nava

Poco más de 20 días tardó en mostrar el verdadero rostro neoliberal el gobierno de Claudia Sheimbaum Pardo; de hecho, su reciente postura con relación a la Ley del ISSSTE 2007 impuesta por el régimen calderonista, no hizo otra cosa más que confirmar la defensa irrestricta del capital y no hacia las y los trabajadores que, en su discurso, dice defender.

En el papel, un gobierno progresista se caracteriza por luchar incansablemente por la justicia social, la igualdad, la democracia y por una amplia participación ciudadana, con el propósito de abordar y/o atender problemas como la desigualdad económica, la pobreza y la falta de acceso a servicios básicos que son harto necesarios para la población; sin embargo, en los hechos, muchos “luchadores sociales” que terminan siendo gobierno, se olvidan rápidamente de ese “progresismo” que supuestamente los caracteriza. Caso concreto el ya referido: el de Sheinbaum y compañía; pues, con sus dichos y acciones frente a una demanda reiterada y muy sentida del magisterio mexicano, como lo es la abrogación de la nefasta Ley del ISSSTE de Calderón y Zedillo, así lo ha evidenciado.

No, la demanda de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) no es nueva; tal vez para algunos desinformados lo sea, pero, para quienes tienen conocimiento sobre el tema, de sobra saben que esta lucha la han emprendido desde hace tiempo, sin tregua. Ello permite comprender aquella voz que al unísono expresa: ¡Gobierne quien gobierne, los derechos se defienden!, y es cierto.

No, Sheinbaum Pardo no es López Obrador. Al menos, el ex presidente supo capotear esta lucha emanada de la disidencia magisterial en diversas latitudes de nuestro país. Viejo lobo de mar, supo establecer alianzas, lograr acercamientos y tal vez tomar acuerdos con diversos sectores para obtener su gran sueño: la presidencia de la República.

Por lo que toca al tema que nos ocupa, el de la abrogación de la Ley del ISSSTE 2007, al final del sexenio, este ex presidente supo identificar las necesidades y canalizar las demandas de las y los maestros; era obvio, la elección estaba más cerca que nunca y sabía que una merecida y bien lograda revalorización magisterial le traería buenos dividendos o, mejor dicho, votos. ¿Quién en su sano juicio no querría una jubilación digna después de tantos y tantos años de servicio en las aulas o escuelas? Era obvio que ante tal ofrecimiento y, con alguna efímera iniciativa presentada en alguna de las cámaras de representantes que modificaba de cierta forma lo impuesto por Calderón, los trabajadores de la educación verían la “buena intención” de cristalizar aquello por lo que tanto habían luchado.

Desafortunadamente tal cuestión no se logró y el obradorismo le pasó la estafeta a la actual presidenta quien, siguiendo los pasos de su antecesor, sin despacho alguno y a los cuatro vientos gritaba en sus eventos de campaña que se echaría para atrás la reforma a las pensiones de 1997 y de 2007, porque había condenado a las y los trabajadores de la educación a pensiones de miseria. Meses más tarde, cuando el poder financiero se presentó en su oficina, el discurso cambió e ipso facto defendió a más no poder a unos cuantos adinerados y no al pueblo. Irrisoriamente, en alguna de esas mañaneras en las que se acostumbra a mentirle a ese mismo pueblo, la mandataria nacional, en una intentona por componer el engrudo que desde hace días se le había hecho bola, sugirió que se había mal interpretado aquella promesa de campaña que echaría para atrás la reforma calderonista sobre el sistema de pensiones, porque, según ella, al mencionar que efectivamente se echaría para atrás dicha ley, se refería que esto se lograría con una propuesta (QUE NO FUE SU PROPUESTA) denominada “pensiones del bienestar” ¡Qué estupidez!

En estos días he visto, escuchado y leído con atención a varios analistas, comentaristas y opinológos referiste al tema y, particularmente, sobre el actuar de la CNTE, pero también, a investigadores o académicos reconocidos a nivel nacional o internacional; todos, con una postura que proviene de sus propios referentes, experiencias o conocimientos. Desde luego, son posturas totalmente respetables, pero cortas de miras; pienso que vivir y sentir el problema otorga otros elementos que pueden comprender el fenómeno denominado resistencia. Cierto, tal situación no invalida el pensamiento de quienes desde un escritorio observan dicho fenómeno; aquí el meollo del asunto pasa por, por ejemplo, laborar en una escuela en la sierra, con un calor no menor de 35º, sin las condiciones propicias para el proceso de enseñanza y de aprendizaje, con sueldos paupérrimos, con un sistema de salud (que no es el de Dinamarca sino el de México) y con pensiones de miseria.

Sí, es cierto, tal vez para muchos el actuar de la CNTE sea irracional e incomprensible, pero para buena parte del magisterio hace sentido, sobre todo si se analiza que abrogar la Ley del ISSSTE es una demanda justa que beneficiaría a todas y todos.

Hay quienes desde esa irrisoria “izquierda mexicana” aseguran que estarán en el poder por más de 40 años; se les olvida que el PRI nunca imaginó que, en alguna parte de su historia, caería al bote de la basura. La soberbia nunca es buena consejera. En fin.

Hay quienes piensan que la CNTE fue derrotada; hay quienes consideran que esta misma obtuvo una victoria profunda. Más allá de un tema de triunfos y derrotas, pienso que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, con esta lucha se ha posicionado a lo largo y ancho de la República Mexicana, y ese es su mayor logro, pese a quien le pese.

Casi puedo asegurar que en unas semanas habrán de regresar al corazón del país con más fuerza que nunca; ojalá y así sea. La primera abolladura a un supuesto tren llamado Cuarta Transformación fue bien asestado. Creo, si no me equivoco, que en las oficinas de la presidencia de la República se les ha olvidado quién es la CNTE.

Bien dicen que prometer no empobrece, dar es lo que aniquila…

¿No mentir, no robar y no traicionar? ¡Sí, cómo no!

Al tiempo.

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