La pandemia desordenó el mundo de la educación, cuyo mayor efecto fue el cierre de las escuelas. En esta situación, de forma acelerada e improvisada se cerraron las escuelas, se diseñaron programas educativos por radio y televisión, se acudió a la educación en línea, se capacitó a los docentes para dar clases en espacios virtuales y se elaboraron materiales digitales. Cada escuela y cada familia atendió su condición particular “como Dios les dio a entender”. Algunos países regresaron a clases presenciales rápidamente y otros no, como el caso de México. La afectación del cierre prolongado de escuelas tuvo al menos dos grandes consecuencias: abandono escolar y pérdida de aprendizaje, que se agudizaban conforme las escuelas seguían cerradas.
México quiso detener los efectos negativos de la pandemia con un regreso “obligatorio” a clases presenciales en el ciclo escolar 2021-2022. Sin embargo, ni las escuelas estaban preparadas para recibir a sus alumnos, debido al deterioro de su infraestructura y equipamiento, ni los padres de familia estaban dispuestos a arriesgar a sus hijos a que se infectaran, debido a que el gobierno se había negado a vacunar a los escolares. Una sección del sindicato de maestros (CNTE) también mostró reticencia de volver a clases, por el riesgo de contagiarse en un ambiente escolar con muchas deficiencias sanitarias. Al final del ciclo escolar la mitad de las escuelas, de docentes y de estudiantes habían regresado a clases; y la mitad de estos alumnos habían aprendido, en promedio, la mitad de los conocimientos prescritos.
Ante el fracaso del regreso a clases presenciales en el ciclo escolar 2021-2022, la SEP ordenó no reprobar a ningún estudiante, independientemente de que hubieran asistido o aprendido. La norma de no-reprobación también se extendió para principios del ciclo escolar 2022-2023, como parte de un “plan para facilitar el ingreso, la permanencia y el egreso de los diversos tipos y niveles educativos, así como para prevenir el abandono escolar”. Sin embargo, recientemente la SEP acaba de anunciar que a partir de 2023 los docentes deberán utilizar la escala completa de calificaciones, incluyendo la reprobatoria.
El tema de la no reprobación ha sido criticado en los medios de comunicación y redes sociales aludiendo a la creencia generalizada (entre la población y el magisterio) de que reprobar a los estudiantes que obtienen resultados insatisfactorios mejora el aprovechamiento la segunda vez que se cursa un grado. Igualmente, se alude a la idea de que la no reprobación implica relajar el sistema educativo y por ello bajar la calidad de la enseñanza. Sin embargo, ninguna de estas dos suposiciones es apoyada por la literatura científica. Diversos estudios han mostrado que los repetidores nunca alcanzan el nivel académico de sus compañeros de clase, pero sí son los más propensos a abandonar la escuela. Por otro lado, hay varios países desarrollados donde la reprobación es prácticamente nula, como son los casos de Japón, Corea, Finlandia, Suecia y Dinamarca; países que en las evaluaciones internacionales de aprendizaje (ej. PISA) obtienen las puntuaciones más altas. Es importante aclarar que en estas naciones la no reprobación va acompañada de evaluaciones diagnósticas, de un monitoreo y de un apoyo pedagógico individual del estudiante orientados a superar sus deficiencias académicas y a nivelarlo escolarmente.
El tema de la no reprobación descrita anteriormente se aplica principalmente al nivel de educación básica, especialmente al preescolar y a la primaria: sin embargo, éste no es el caso de la educación superior, donde la reprobación funciona como un filtro de control de calidad para evitar que ejerzan profesionistas mal formados, que pongan en riesgo la integridad física, emocional, económica y social de los ciudadanos. Sería inadmisible, por ejemplo, que se aprobara a un estudiante de Medicina que no conozca la anatomía o la fisiología humanas, o que un piloto aviador obtuviera su licencia sin acreditar las prácticas y pruebas de vuelo correspondientes.
Volviendo a los anuncios de la SEP sobre la reprobación, pareciera que su principal propósito es administrativo, más que pedagógico; es decir, regresar al (mal) estado anterior a la pandemia. Valdría la pena repensar el tema desde la pedagogía y las ciencias cognitivas, para aspirar a que ningún estudiante se quede atrás, ya que la reprobación no resuelve el problema de la falta de aprendizaje, pero tampoco la no-reprobación lo hace. Debemos tener en mente que la educación básica tiene un propósito formativo, por lo que es preferible que todos la terminen, aun con deficiencias en el aprendizaje, a que la abandonen antes de concluirla y el sistema educativo los expulse a la calle.
Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A. C.
@EduardoBackhoff