En mi andar diario, me invade el deseo de empechar cual don Quijote, contra los conflictos sociales, transformado hoy en un campo de batalla, donde el prójimo bíblico es víctima y victimario. Por consiguiente, para desafiar este escenario tóxico, fortalezcamos a la pedagogía colectiva como una herramienta que ayuda a poner en movimiento a la sociedad, si pretendemos librarnos de este flagelo, de lo contrario preparémonos para lo impredecible.
Nuestra sociedad globalizada, presa de la tecnología y la competencia, ahora invadida por la inteligencia artificial, expone conflictos de miles de años que aún no hemos logrado remediar, los mismos que impiden la existencia de un entorno armonioso y respetuoso en el que todas las personas tenemos el derecho a desarrollarnos de forma íntegra, como nos recomienda la UNESCO.
Para abordar esta afrenta, la pedagogía colectiva, juega un rol fundamental al ayudarnos a alcanzar este propósito. Fomenta la creación de vínculos equitativos, valora la diversidad y educa a los ciudadanos para que piensen en los demás. Es posible que los enfoques tradicionales de las escuelas no sean suficientes, por lo que exploremos nuevos enfoques pedagógicos que provoquen la colaboración, la participación activa y el respeto mutuo en una sociedad altamente individualista.
En las instituciones educativas, en vez de establecer estructuras rígidas y subordinadas en virtud del enfoque de competencias basadas en la cognición, es imperioso practicar la horizontalidad y la participación activa de todos los miembros de la comunidad educativa, en la que los estudiantes cooperen en proyectos colaborativos, reconocen y respeten las diversas aptitudes y adopten decisiones consensuadas, considerando sus tradiciones, experiencias y conocimientos, convirtiendo el aula en un espacio de entendimiento.
Asimismo, es indispensable la práctica del diálogo abierto y respetuoso en clases, brindando herramientas y estrategias para abordar conflictos de manera pacífica como nos sugiere Johan Galtung. Se pueden llevar a cabo discusiones moderadas en las que los estudiantes puedan expresar sus opiniones y sus puntos de vista acerca de temas controvertidos, lo cual cultiva el respeto por la diversidad de ideas y hacia aquellos que piensan diferente que, aportaría mucho para solucionar los tantos problemas sociales de la actualidad.
Además, las instituciones educativas pueden establecer espacios, donde los estudiantes se encuentren en conexión con sus progenitores y las autoridades, involucrándose activamente en la toma de decisiones. Por ejemplo, se pueden establecer juntas vecinales, en que los estudiantes participen en temas que afecten su entorno escolar y social, desarrollando así su sentido de responsabilidad y compromiso con su entorno.
La pedagogía colectiva ayuda a lograr una convivencia respetuosa, por lo que las escuelas deben implementar en su labor educativa, involucrando a docentes, estudiantes, padres de familia y a la sociedad viva, pues es fundamental transformar a nuestra realidad, ya que, en cualquier lugar del planeta, tenemos el derecho de sonreír a la vida.
© David Auris Villegas. Escritor, columnista, pedagogo peruano y creador del ABDIV.