Con excepción del anuncio de la creación de la Universidad Nacional “Rosario Castellanos”, el sector educativo se mantendrá prácticamente igual… ¿o peor? que el año que recién termina. Tal parece que la apuesta del gobierno federal, a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), es consolidar el impasse en el que se encuentra el sistema educativo a pesar de las múltiples demandas y necesidades que privan en este.
Sí, ya se sabe que la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros (USICAMM) desaparecerá, pero, en su lugar, la SEP, de la mano con el pusilánime Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) construirá otro organismo que operará igual o peor del que sustituirá en próximos días. Seguro estoy que, una vez que se conozca este nuevo organismo, habremos de decir que mucho habrá cambiado para que todo siga igual.
Sí, ya sabemos que la Comisión Nacional para la Mejora continua de la Educación, mejor conocida como MEJOREDU desapareció, pero sus funciones serán absorbidas por la misma SEP, como si la misma SEP pudiera con todo. Si la idea era redestinar los recursos que absorbía dicha Comisión, por qué no se observaron los inverosímiles salarios que tienen asignados varios, pero varios funcionarios de esa dependencia gubernamental, empezando por el Secretario; pero de eso no se habla o se habla poco… ¿verdad?
Sí, ya sabemos que el área de formación de la SEP vive en una esfera de cristal y sin entender lo que significa la formación continua de los docentes desde una perspectiva crítico-social, porque, si la idea ha sido, y aún lo es, convertir los Consejos Técnicos Escolares (CTE) en espacios disruptivos, liberadores y emancipadores considerando la tan cacareada autonomía de la que goza el profesorado mexicano desde el 2019, la verdad de las cosas es que no sucede así, las orientaciones de los CTE siguen siendo en extremo prescriptivas y muchas veces no hacen sentido en las maestras y los maestros. Y bueno, de un “programa nacional” de formación continua mejor ni hablamos porque prácticamente no existe. Tal vez, habría que recordarle a la titular de formación continua de la SEP que, formar a un sujeto (en este caso al docente) bajo el modelo que “permea” la Nueva Escuela Mexicana (NEM), se realiza a partir del reconocimiento de dicho sujeto en formación como aquel agente activo que es capaz de propiciar y potenciar el cambio y transformación de la sociedad. Vaya, habría que decirle que este es un proceso mediante el cual es posible construir sociedades más justas, democráticas e igualitarias porque, se supone, que hay sujetos autónomos, críticos y con conciencia social, pero, ¿así lo entiende? Espero y lo recuerde.
Sí, ya sabemos que la NEM y el Plan de estudios 2022 seguirá presente en nuestro país, porque, imagino, alguien pensó que no sería buena idea cambiar el modelo y mucho menos un plan de estudio a pocos meses de haberse implementado. Desafortunadamente, al no existir un programa de formación continua (ya no digamos de capacitación porque ni a eso llegamos), este plan y esta forma de ver la educación no acaba de entenderse como debiera.
Estoy seguro que, sobre este tema, más de uno podría decir que es normal que aún no se entienda porque es un proceso que no se logra de la noche a la mañana, porque, como infinidad de veces se ha dicho, estamos ante la presencia de un currículo/plan vivo, es decir, entre la idea planificada y la experiencia vivida y, por tanto, no habría prisa por comprenderla; habría que preguntarle al magisterio mexicano si ya se ha entendido el sentido del plan de estudio, de los programas sintéticos, de los programas analíticos, de la planeación por proyectos considerando las metodologías sociocríticas, de la evaluación formativa y no calificativa, de los ejes articuladores y de los campos formativos, de la secuencia de un proyecto o de la secuencia didáctica en las sesiones, de los libros de texto y de su vínculo con todos los puntos anteriores; en fin, ojalá pudiera preguntársele de todo esto a las maestras y los maestros. Sería buena idea conocer sus respuestas.
No, mi ánimo no es pesimista en este año que recién inicia; desde luego no deseo que le vaya mal al sector o al sistema educativo del que tanto he hablado semana tras semana en este espacio comunicativo. No, no se trata de eso. Se trata pues, de ver una realidad que a diario aqueja a la maestra o maestro que atiende a un grupo de estudiantes en su respectiva escuela, donde, por cierto, independientemente de las vicisitudes, muchos de éstos dan todo de sí para intentar que sus alumnas y alumnos aprendan.
Ese momento, tan único como valioso, en el que el docente se encuentra frente a grupo, es algo que en las oficinas de la SEP jamás se va a comprender porque, como parece obvio, jamás escucharán (aunque pueden hacerlo) a un alumno expresar que se siente mal porque ayer murió un familiar a causa de la violencia que se vive en su comunidad o, tal vez, que este alumno necesita trabajar porque el dinero ya no alcanza en casa aún y cuando papá y mamá hagan lo posible por brindarle lo necesario, ya no digamos lo básico.
Esta brecha entre la mirada de la SEP y de lo que sucede en las escuelas es un tema que, probablemente no sea de interés de propios y extraños, sin embargo, pienso que tiene que visibilizarse, porque, independientemente de quien nos gobierne, algo está sucediendo en las escuelas y no se está entendiendo y atendiendo como debiera.
¿Le entrará el gobierno? No lo creo, Mario Delgado está de pasada.
Al tiempo.
Feliz 2025, que sea un 2025 de resistencia.