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La noche de Reyes y los globos que no van al cielo

by Teresa Galicia
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Los fines pedagógicos de la imaginación. La necesidad de salvar al planeta y a los seres vivos.

“Para Teresita y Lalo”

Mi vínculo  con  la llegada de los Reyes Magos tiene un fuerte lazo  familiar, especialmente con mis abuelos maternos. Los días cinco  de todos los años, mi abuelo Porfirio organizaba una gran fiesta para celebrar el santo de mi abuelita: Doña Amelia.

Recuerdo la casa hermosa de los abuelos en la tres poniente: habitaciones  grandes y altas  iluminados por todos lados, rodeada de un jardín hermoso lleno de plantas que ellos cultivaban con gran dedicación y un patio también extenso donde llegaron a vivir  pollitos,  gallinas, cerditos, guajolotes, patos y grandes jaulas llenas de  pájaros cantores que llenaban el ambiente de un toque especial. No, yo no heredé su gusto por las jaulas, prefiero verlos volar libremente surcando los cielos.

Siempre me llenaba de ilusión que llegara ese día, porque era día de fiesta y además porque por la noche, llegarían los Reyes Magos. Ya siendo niños mayores, sin que los adultos nos vieran,  mis primos y hermanos nos asomábamos por la ventana del despacho del abuelo para ver si en ese lugar, los Reyes guardaban nuestros juguetes, y  sí, era su escondite favorito.

Tiempo después, mi esposo y yo alimentamos esa ilusión en nuestros dos pequeños hijos,  quienes año con año también esperaban ansiosos la fecha: bajaban su zapato junto al nacimiento, redactaban su carta y esperaban con ansía la llegada mágica.

Recuerdo que mi hijo en especial era el más ilusionado y el más impaciente para recibirlos, nos urgía que durmiéramos porque pensaba que si estábamos despiertos los Reyes se pasarían  de largo y no entrarían  a la casa.  Año tras año nuestro  pequeño hijo ponía algo de comer para los Reyes Magos y también una cubeta con  agua porque suponía que el elefante, el camello y el caballo tendrían sed después de su larga jornada.

Mi pequeña hija era  más perspicaz con sus  expectativas, a grado tal  que un día anterior cambiaba la carta puesta una semana antes, argumentando que como eran magos, no tendrían problema en llevarle lo que le pedían, situación que metía a  Melchor, Gaspar y a Baltazar   en una dinámica de locura en vísperas de su llegada.

Ahora todo está aquí, muy dentro de mi mente y mi corazón recordando esas madrugadas   del seis de enero, contemplando la mirada asombrada y el júbilo evidente de mis dos  hijos pequeños al descubrir que junto al nacimiento, ya estaban sus regalos.

Pasaron los años, mis hijos crecieron  e ideamos una rutina para seguir conservando la magia del momento. Decidimos que cada cinco  de enero iríamos juntos al Cerro de la Paz donde cada uno de nosotros lanzaría un globo con una cartita amarrada que expresara nuestros deseos más sentidos. La mía estaba llena de agradecimientos y solicitudes de salud, amor y bendiciones para mis seres queridos.

Juntos veíamos nuestros globos perderse en el horizonte y  a menos que se enredaran en las ramas de algún árbol o de un cable eléctrico o de teléfono, los veíamos perderse en la inmensidad de los cielos ilusionados por el significado que ha tenido en nuestras vidas esta noche especial.

Fueron pocas veces las que lo  hicimos, porque nos enteramos que esos globos no van al cielo y que al  caer, son alimento para muchos peces y aves por su colorido llamativo, lo que les provoca asfixia, trastornos alimenticios y más tarde… la muerte.

Es muy hermoso desarrollar la imaginación de los niños en estas fechas contando la manera en que la carta a los Reyes Magos llegará hasta el cielo. Pero el tiempo pasa y hay que adaptarse y pensar en los tiempos actuales, donde cualquier acción humana que se vuelva masiva, repercute negativamente en nuestro medio ambiente.

Los globos  no llegan al cielo, caen y a veces muy rápido  en algún lugar en donde las aves, los peces, los réptiles y otros animales marinos y silvestres son atraídos por sus bellos colores matándolos o lesionándolos de alguna manera. Además, los globos de látex tardan más de seis meses en degradarse contaminando el bosque, el campo, los mares, las playas, las montañas; los de aluminio…ni siquiera se sabe en cuánto tiempo se biodegradarán. Ciertos países, instituciones y organizaciones insisten en prohibir su lanzamiento, pero no se ha logrado mucho, se sigue promoviendo y hasta fomentando esa práctica nociva.

Por eso les pido que ayudemos a evitar que se siga con esa práctica, sé que muchas familias obtienen ingresos al venderlos, pero el costo es muy alto en un momento donde pueden morir muchas especies, ya bastante contaminamos con nuestra basura y combustibles fósiles que utilizamos en nuestra vida cotidiana.

Aquí o allá los niños pueden escribir una carta y dejarla en su zapato, mandarla por correo como se hacía en antaño o bien idear mandarla por correo electrónico, al fin y al cabo esta noche tiene que ver con la imaginación, entonces busquemos  otros medios  para enviar sus cartas.

Y para quienes ya no somos niños o tan niños,  podemos elevar la mirada al cielo y buscar las estrellas, las tres más luminosas que están en nuestro cielo en esta época y pedirles de todo corazón, se cumplan nuestros más sentidos deseos.

¡Por  una feliz  Noche de Reyes!… sin globos.

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