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La educación ética y la necesidad de la ficción

by Martín López Calva
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Para Javier Marías (1951-2022), Rey de Redonda

 y maestro de la “pueril, absurda e imposible” tarea 

de contar historias. 

Son muchas las razones que se han barajado para explicar tanto la fuerza como la necesidad de la ficción. Suele hablarse —yo mismo lo he hecho en otras ocasiones— de la parvedad de nuestras existencias reales, de la insuficiencia de limitarse a una sola vida y de cómo la literatura nos permite asomarnos a otras o incluso vivirlas vicariamente, o atisbar las nuestras posibles que descartamos o que quedaron fuera de nuestro alcance o no nos atrevimos a emprender. Como si precisáramos conocer lo improbable además de lo cierto, las conjeturas y las hipótesis y los fracasos además de los hechos, lo remoto, lo negado y lo que pudo ser, además de lo que fue o lo que es; y, por supuesto, dialogar con los muertos. 

Javier Marías. Sobre la dificultad de contar. Discurso de ingreso a la Real Academia Española, p. 36.

***

Escribo estas líneas aún afectado por la noticia inesperada. El domingo 11 de septiembre, la mayoría de los diarios internacionales en nuestra lengua difundieron lo que puede sintetizarse en lo que publicó la Real Academia Española en su sitio web, en un boletín de prensa: “El escritor y académico de la Real Academia Española (RAE) Javier Marías, uno de los mayores novelistas en lengua española, ha fallecido en Madrid a los 70 años”.

Aunque he lamentado y sentido pena por la muerte de algunos otros escritores significativos en mi trayectoria como lector, tal vez por lo sorpresivo o quizás porque para mí fue -y seguirá siendo- uno de los imprescindibles, alguien que me acompañó durante más de veinte años con sus novelas y sus -en los últimos tiempos polémicos- textos de opinión en su columna quincenal Zona fantasma que aparecían quincenalmente en el diario español El País, mi sentimiento es, como dijo una de sus lectoras, el de “haberme quedado huérfano de autor”.

Desde que me enteré de su fallecimiento a causa de una neumonía que se le complicó -seguramente por su hábito de fumador empedernido- prácticamente no he dejado de leer, escuchar y compartir en mis redes sociales, artículos de homenaje y videos de entrevistas o encuentros con sus lectores en diversos espacios. Pocos autores, que yo recuerde, han generado tantas muestras de admiración y solidaridad, de análisis y ponderación positiva de su obra literaria que es monumental.

El enorme valor de su literatura contrastó siempre, hasta el momento de su fallecimiento y despedida, con su humildad -en el sentido teresiano de andar en verdad, sin negar el posible valor de su obra pero sin darse la importancia que otros le atribuían- y su ironía para reírse de sí mismo y manejar con humor las circunstancias que lo llevaron a la fama y a tener una posición privilegiada en el medio.

En “Menos dos alas”, canción de homenaje a su amigo, el gran poeta Ángel González, Joaquín Sabina dice que “agonizó en voz baja por cortesía”. Irónicamente el  fallecimiento del “joven Marías” -como se le conoció en sus inicios para distinguirlo de su padre, el gran filósofo y escritor Julián Marías- coincidió con el de la Reina Isabel II de Inglaterra, como si lo hubiese planeado así para que los titulares de su partida fueran opacados por la gigantesca cobertura mediática de la muerte de la soberana del Reino Unido.

Aunque en una entrevista él decía de forma tajante que sus novelas no eran filosóficas puesto que aunque hubiera reflexión en ellas, “la Filosofía es otra cosa”, la lectura de sus libros que según dicen los expertos y afirmaba él mismo, tiene una gran influencia de Faulkner, no es la de un narrador de aventuras llenas de suspenso, de esos que dejan “picados” a sus lectores por saber qué va a ocurrir en el siguiente capítulo, porque están llenos de acción y suspenso, sino un universo rico en reflexión profunda.

En efecto, en un libro de Marías pueden pasar muchas páginas, varios capítulos en los que aparentemente no ocurre nada -por eso no es un autor fácil, no es apto para lectores principiantes- pero ocurre la vida misma, pasa la condición humana con sus luces y sus sombras, con sus dudas, sus contradicciones, dilemas e incertidumbres; pasa el absurdo, la injusticia, la delación y la traición, la amistad y el amor tal como los vivimos los seres humanos, sin idealizaciones ni embellecimientos románticos.

Todo esto que Marías logra plasmar con un dominio extraordinario del lenguaje y de la técnica narrativa con un estilo propio y único, en mi caso incidió de forma muy relevante en mi formación ética personal y en mucho de lo que como investigador educativo en este campo he ido desarrollando y tratando de plasmar formalmente con el sustento de autores académicos.

Porque como dice el Rey de Redonda -una pequeña isla pérdida en el mapa, de la que heredó el trono que ejerció con gran humor y seriedad, nombrando duques de distintas cosas a sus mejores amigos y fundando una editorial con la que más que ganar dinero, invertía lo que ganaba en sus premios para aportar libros valiosos que de otra forma no hubieran sido conocidos- hay muchas razones para afirmar la fuerza y la necesidad de la ficción.

Porque la ficción nos lleva a trascender “la insuficiencia de limitarse a una sola vida” y la literatura “nos permite asomarnos a otras o incluso vivirlas vicariamente”, nos ayuda a atisbar posibles vidas que descartamos por diferentes razones o que “no nos atrevimos a emprender” pero de las que podemos aprender lecciones importantes. “Como si quisiéramos conocer lo improbable además de lo cierto”, “las conjeturas, las hipótesis y los fracasos además de los hechos”, “lo remoto, lo negado y lo que pudo ser, más de lo que fue o lo que es…” la literatura es una fuente de aprendizaje ético que nos ayuda a realizar ese deseo de vivir para vivir que experimentamos todos los seres humanos, además de ayudarnos “a dialogar con los muertos” y a aprender de todos nuestros antepasados, de sus virtudes y sus formas de enfrentar el misterio que es la vida y el reto de humanizarnos.

Nuestro sistema educativo nacional tiene todavía un gran déficit en cuanto al fomento de la lectura, la comprensión y la crítica de textos científicos y también en la promoción de la literatura de ficción como un recurso para estimular la imaginación, desarrollar la empatía y la comprensión humana, promover la reflexión existencial y trabajar en la educación ética de los futuros ciudadanos de este país tan necesitado de personas sensibles y abiertas a la diversidad y la complejidad de la vida humana y la convivencia social.

Por todo esto, la educación debería estimular mucho más la lectura por gusto, la lectura gratuita, la que forme a las futuras generaciones en la fuerza y la necesidad de la ficción, para aprender a vivir de formas más humanas en la realidad. Gracias por su obra profundamente humana a Javier Marías y aplicando el lema de los británicos para sus monarcas: “Dios salve al Rey de Redonda”.

Twitter: @M_Lopezcalva

Texto publicado originalmente en Lado B https://www.ladobe.com.mx/2022/09/la-educacion-etica-y-la-necesidad-de-la-ficcion/

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