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Los superficiales: el caso de los influencers en educación

by Pluma Invitada
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Irma Villalpando
Irma Villalpando

Edutubers

Hace poco más de un año escuché decir a un supervisor de secundaria: “Los Edutubers son para profesores ‘huevones’ que quieren todo peladito y en la boca”. Meses después, otro supervisor, ahora de primaria, nos recomendó seguir a un famoso Edutuber: “da muy buenos consejos y nos mantiene al día de lo que pasa en la SEP”, comentó. Este último supervisor también acostumbraba a comprarle al Edutuber en cuestión sus presentaciones. Así, una autoridad educativa lo denostaba y la otra lo recomendaba, ¿qué pensar de ello?

En términos amplios, un Edutuber es un usuario de YouTube que publica y produce videos relacionados con la enseñanza. En la mayoría de los casos son profesores que encuentran en esta red social una manera de dirigirse a un público más allá de su salón de clases (Albarello, Arri y García, Edutubers: Docentes en pantallas, 2004). Sin embargo, el tipo de Edutubers a los que hago referencia no son los que dan clases de matemáticas o de historia sino aquellos que son productores de contenidos para docentes y directores de educación básica.

En el contexto mexicano destacan cuatro Edutubers, de los cuales “Soy docente” es quien tiene mayor audiencia con casi un millón de suscriptores. Los tres restantes suman, entre los tres, alrededor de 750 mil. Le pregunté a ChatGPT cuántos seguidores debe tener un influencer para considerarse como tal y me contestó lo siguiente: “un microinfluencer tiene entre mil y cien mil seguidores; los influencers medianos entre cien mil y un millón seguidores y los macroinfluencers, más de un millón”. Si seguimos esta medida, “Soy docente” está a muy poco de convertirse en macro influencer. Por su parte, los tres edutubers restantes, al tener menor audiencia, se consideran de alcance mediano.

Durante el debate de los libros de texto, un colega pedagogo me advirtió que en el canal “Soy docente” se habían referido a una participación mía en una entrevista de radio o tv (no recuerdo muy bien) y me envío la liga, fue así que conocí su canal.

Al ver algunos de sus videos recordé el ibro “Superficiales” de Nicholas Carr. En él, el autor reflexiona sobre lo que internet está haciendo con nuestras mentes. La respuesta que ofrece es que nos ha convertido en una audiencia superficial. El autor da cuenta del costo cognitivo que supone utilizar los atajos informativos y recibir los insumos ya digeridos por un mediador, en este caso el influencer. Uno de los cambios culturales de las sociedades actuales es tomar la información no por fuentes autorizadas sino por X (antes twitter), Youtube o Tik Tok, entre otros. Esto, según Carr, pasa factura a la capacidad de pensar reflexiva y críticamente .

Durante la implementación de la Nueva Escuela Mexicana, el académico Ángel Díaz Barriga arremetió contra los edutubers. En una diapositiva expresó: “los maestros saben, los edutubers hacen dinero”. En esa misma presentación y refiriéndose a la venta de planes analíticos, la rectora de la Universidad Pedagógica Nacional Dra. Rosa Ma. Torres comentó: “si se los quieren comprar a los youtubers yo no me opongo, cada quien mantiene a quien quiere, yo mantengo a mi hijo porque quiero, si ustedes quieren mantener a un youtuber, manténgalo, cada quien es libre de mantener a quien quiera”.

Una de las formas de monetización del canal “Soy docente” es a través de membresías. Los costos por mes son:

  • De estudiante a docente: $25.00
  • Docente inicial: $69.00
  • Silver (Mis apuntes): $125.00
  • Docente Oro: $299.00
  • Docente Platinum: $649.00

Como es de suponerse cada nivel permite el acceso a mayor contenido.

Así, la crítica de ambos académicos a los edutubers se centró en la monetización que hacen en su canal. Aseguran que los edutubers han ganado dinero comercializando formatos y haciendo videos explicando la Nueva Escuela Mexicana (NEM). Lo que no señalaron es el vacío o ineficiencia de la SEP en la formación docente respecto a dicha reforma así como la débil y contradictoria comunicación que se vivió en el proceso de difusión e implementación de la misma.

Antes las declaraciones de los académicos, los edutubers defendieron la calidad de sus contenidos señalando que la SEP genera información deficiente que no conecta con el magisterio.

Por mi parte, no centro mi crítica en la generación de ganancias por la monetización de los videos o la comercialización de los materiales de trabajo (presentaciones de los CTE, cursos, conferencias especiales, manuales, guías de estudio para la promoción de USICAMM, fichas, programas analíticos, entre otros). Lo que me preocupa es la calidad de los mismos. Un ejemplo:

En “Soy docente” hay un video donde a partir de un formato, el conductor del canal y otros edutubers, “construyeron” en pocos minutos una secuencia del programa analítico. Uno de ellos cortaba y pegaba de aquí y allá PDAs (Progresiones de Aprendizajes), incluía los ejes articuladores, los campos formativos. En muy poco tiempo lograba armar un documento para dar cumplimiento a la solicitud de la autoridad educativa.

El tema de usar formatos ha merecido una fuerte crítica en mi más reciente libro: “Cómo dirigir una escuela hoy”. Este tipo de prácticas, desde mi punto de vista, dice mucho de la cultura escolar que requiere estructuras predeterminadas para planear o elaborar una propuesta la cual tendría que ser construcción personal, original, libre y creativa.

A pesar de que el video no desarrolla una mejor comprensión de diseño curricular ni ofrece herramienta alguna de corte didáctico o pedagógico, tiene 200 mil vistas y 183 comentarios. Un éxito mediático (cuestionable desde el punto de vista pedagógico).

Que un video con bajo aporte en la comprensión de la reforma tenga tal nivel de aceptación debería preocuparnos pero no por el dinero que ganen los creadores sino por la precaria recepción crítica de los consumidores para validar un contenido.

Tiktokers

Hace algunas semanas al dar una clase de la licenciatura en pedagogía en la UNAM, una estudiante puso como ejemplo aprobatorio una idea de una influencer de TikTok que se hace llamar “maestra miel de maple”. Fue asombroso para mí darme cuenta que gran parte de mi grupo la conocía. Al llegar a casa busqué en la plataforma a la famosa maestra.

Sus contenidos son mayoritariamente descripciones de actividades de aula para sus estudiantes de primaria baja. Uno de sus videos de mayor éxito es de “cierre de proyecto” el cual consistió en la simulación de una autocinema. La docente, en su faceta de influencer, preparó automóviles hechos de cartón, estacionamiento, palomitas, una sábana que funcionaba como pantalla y una bocina. Desde una valoración pedagógica, y a pesar de que el video alcanzó medio millón de vistas y más de 4 mil comentarios, el video es un claro ejemplo del tipo de actividades que se deben evitar como cierre de proyectos: parafernalia innecesaria, estrategias de poca carga cognitiva, estudiantes como observadores pasivos del tinglado que monta su maestra y, por ende, la poca o nula participación, creación, involucramiento de los niños y niñas en las actividades. La actividad nunca reflejó algún tipo de aprendizaje. Hubiera sido más oportuno hacerla para diversión un día del niño. Si los docentes toman ideas de ese nivel como ejemplo de cierre de proyectos estamos en la superficie o como decía Carr, siendo superficiales.

Sorprendida por el consumo masivo de estos videos le pregunté a una pedagoga que me apoya como asistente de investigación si ella los conocía. No sólo me confirmó el hecho, sino que me compartió más opciones por revisar. Una de ellas fue “el maestro miel” un profesor de primero de primaria quien afirma haber hecho de su oposición al acoso y abuso sexual su causa de vida. Tal es el éxito de este docente que diversos programas de televisión lo han entrevistado, también da conferencias, cursos, elabora materiales. Su canción en contra del abuso sexual ha alcanzado 81 mil vistas y sus seguidores ya rebasan el millón, es un macro influencer.

Con lágrimas en los ojos, en otro video, el maestro miel señala las múltiples críticas que ha recibido por su activismo en redes. Argumenta que lo hace solo por el amor a los niños y la decisión de protegerlos de cualquier abuso (sic). Este video ha tenido 14 mil vistas y más de mil comentarios.

A estas fechas, parece ser que el profesor ha dejado la práctica docente para dedicarse exclusivamente a su trabajo como influencer educativo. Me parece que hizo bien el profesor en pausar su tarea frente a grupo. Ser influencer es diferente a ser maestro. La función de un maestro no es hacer videos de su grupo para las redes sociales o cruzadas nacionales, por muy importante que sea el tema a defender. Ser docente es estar al pendiente de los niños a nuestro cargo, desarrollar en ellos habilidades orales y de pensamiento; cultivarles el gusto por leer, el oficio de escribir, la capacidad de investigar y trabajar colaborativamente, entre otros.

A manera de cierre

En prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida las redes sociales dejan sentir su influencia y poder para modelar e influir en conductas y construir un tipo de espectador que, como afirma Carr, no le interesa profundizar sobre ningún tema. El ámbito educativo no es la excepción. Lo preocupante del caso es que docentes, directores y supervisores conformamos la masa crítica desde la cual abrevan nuestros estudiantes. Tener elementos más refinados para seleccionar nuestro consumo digital es condición para enseñarles a nuestros estudiantes a hacerlo.

Uno de los objetivos de la escuela en cualquier parte del mundo debería ser la construcción de pensamiento crítico pero ello se convierte en quimera al no tener en nuestra experiencia personal las capacidades para ejercer una práctica más informada y exigente de nuestros consumos digitales. No podemos construir habilidades analíticas y juicio razonado en nuestros alumnos si nosotros adolecemos de ello.

Habría que indagar sobre los hábitos intelectuales que tienen los docentes “followers”, cuáles son, por ejemplo, sus tiempos de lectura versus sus tiempos en redes sociales. A su vez, conocer el nivel de procesamiento crítico o reflexivo que utilizan con la información que reciben. En suma, habría que explorar la formación de nuestros docentes y habilitarlos de mejor manera para que, por continuidad lógica, esta mejora llegue hasta hasta la mente de los niños y niñas.

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