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¿Es más difícil enseñar ahora? Los retos de la enseñanza universitaria actual

by Pluma Invitada
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Juan Carlos Silas Casillas / Coordinador del MODIFICA / Instituto Técnológico y de Estudios Superiores de Occidente
Juan Carlos Silas Casillas / Coordinador del MODIFICA / Instituto Técnológico y de Estudios Superiores de Occidente

Hace unos días se publicó en el medio Inside Higher Ed un texto de Rebecca Vidra, académica de la Nicholas School of the Environment de Duke University (Vidra, 2025). En el texto, Teaching is harder now (Enseñar es más difícil ahora), expone ideas que evidentemente surgen de un contexto estadounidense; sin embargo, como profesor con algunos años de experiencia, encuentro que las reflexiones de Rebecca Vidra sobre sus 20 años de enseñanza universitaria resuenan profundamente con las realidades que enfrentamos en nuestras instituciones mexicanas. El punto central de su escrito es que el mayor acceso a la información por parte de los estudiantes ha redefinido el papel que desempeñan los educadores, y exige adaptaciones en las metodologías de enseñanza para mantener la atención y motivación de los alumnos. Por otro lado, señala que la evolución de las expectativas estudiantiles y los retos en salud mental requieren de las instituciones y los académicos un enfoque integrado que logre balancear rigor académico con soporte emocional y psicológico, aspectos cruciales para fomentar un ambiente de aprendizaje efectivo y empático en la era digital. Para comprender plenamente los desafíos es crucial considerar las perspectivas de docentes y estudiantes. La educación universitaria es un proceso colaborativo, por lo que en la comprensión de ambos lados podemos encontrar soluciones efectivas.

El punto medular de Vidra es que la enseñanza universitaria ha cambiado significativamente debido a factores como el mayor acceso a la información y la gran variación que muestran las necesidades de los estudiantes contemporáneos. Vidra espera que los educadores reconozcan y se adapten a estas transformaciones, a la vez que desarrollen estrategias que mejoren la manera en que se aborda en las aulas el contenido académico y el apoyo a los estudiantes en un entorno educativo cada vez más complejo. Esto implica adaptaciones metodológicas y atención a la salud mental para fomentar un aprendizaje efectivo y sostenible. Rebecca Vidra propone seis ideas con las que es difícil estar en desacuerdo.

  1. Acceso ampliado a la información. Los estudiantes ahora tienen acceso inmediato a una vasta cantidad de información a través de Internet. Esto ha transformado la manera en que los estudiantes abordan el aprendizaje, pues los hace prácticamente independientes de la instrucción directa y más proclives a buscar respuestas por sí mismos.
  2. Disminución de la atención. La capacidad de atención de los estudiantes ha disminuido de forma notable, posiblemente debido al uso frecuente de tecnología y redes sociales. Esto representa un desafío para los profesores, que intentan mantener el interés y la concentración de los estudiantes durante las clases.
  3. Preferencia por conferencias. A pesar de la búsqueda permanente de métodos pedagógicos activos y participativos, muchos estudiantes prefieren las conferencias tradicionales. Esto puede reflejar una resistencia al cambio en los métodos de enseñanza o una percepción de que las conferencias son menos exigentes.
  4. Sentido de derecho. Ha emergido un mayor sentido de “tener el derecho a” entre los estudiantes, quienes a menudo esperan altas calificaciones sin el correspondiente esfuerzo. Este cambio de actitud puede afectar la dinámica en el aula y la relación entre estudiantes y profesores.
  5. Confusión sobre evaluaciones. Los estudiantes tienen confusiones respecto a las expectativas y estándares de evaluación. Esto podría estar relacionado con la diversidad de métodos de evaluación utilizados y la falta de claridad en los criterios e instrucciones.
  6. Desafíos de salud mental. Los problemas de bienestar y salud mental entre los estudiantes son cada vez más frecuentes y tienen un impacto significativo en su rendimiento académico. Esto subraya la necesidad de servicios de apoyo adecuados y accesibles en las instituciones educativas.

Los seis puntos de Vidra ponen de manifiesto una muy legítima preocupación por tener mayor impacto formativo en las y los estudiantes. En los siguientes renglones quisiera proponer algunas ideas complementarias en el mismo orden que usó la autora del referido texto.

El acceso inmediato a una vasta cantidad de información ha transformado el rol del docente. Ya no somos (tal vez nunca fuimos) la única fuente de conocimiento, sino guías en apoyo al que quiere aprender para navegar y evaluar críticamente la información disponible. Esto exige adaptar nuestras prácticas, fomentar el pensamiento crítico y la capacidad de discernir entre fuentes confiables y no confiables, lo que tendrá esperable eco en las y los jóvenes que, aunque tienen más recursos que nunca, se sienten abrumados por la cantidad de datos disponibles y no saben cómo priorizar o sintetizar la información. Además, la facilidad para encontrar respuestas rápidas en Internet puede fomentar la dependencia a soluciones inmediatas, en lugar de buscar un aprendizaje profundo y reflexivo. Una propuesta para atender este factor es que las instituciones ofrezcan talleres o guías sobre cómo buscar, evaluar y utilizar información de manera efectiva. Por su parte, los estudiantes podrían enfocarse en generar sus propios listados analíticos de fuentes validadas, para fomentar un aprendizaje más autónomo.

Sobre el asunto de la atención, es común señalar que es un desafío mantener el interés de las y los estudiantes durante las clases. Los profesores nos vemos obligados a innovar e incorporar interacciones diferentes, pausas activas o herramientas digitales que capten la atención de los estudiantes. No estoy sugiriendo que nos dediquemos a “divertir” estudiantes en nuestras sesiones; sería pedagógicamente inadecuado, imposible y moralmente incorrecto. La y el docente está para impeler al estudiante a mayores niveles de capacidad activa y reflexiva y eso se logrará atrayendo hacia lo que va a aprender. Por otro lado, en conversaciones informales, los estudiantes afirman ser conscientes de que su capacidad de atención ha cambiado, en parte debido al uso constante de aplicaciones para dispositivos digitales y uso intensivo de redes sociales. Muchos buscan cómo mejorar su concentración, pero a menudo no saben por dónde empezar o carecen de las herramientas adecuadas. Una propuesta sería segmentar los contenidos de aprendizaje en fragmentos cortos e ir valorando entre todos (estudiantes y docentes) cómo se fomenta la concentración.

Sobre la preferencia por conferencias, los profesores nos sentimos aturdidos porque la idea común en los últimos 50 años ha sido alejarse de la cátedra (en el sentido del experto docto que expone sus ideas) y ahora cae como sorpresa la solicitud de ser la cabeza parlante o Talking Head, como se llamó de manera un poco peyorativa en la segunda mitad del siglo pasado a la persona que aparece en la pantalla comunicando información, pero que no tiene un papel activo o relevante más allá de hablar o repetir información sin profundizar o sin aportar algo sustancial. Algunas/os estudiantes prefieren las conferencias porque les proporcionan una estructura clara y predecible; otros (como efecto de la pandemia) pueden sentirse intimidados por métodos más participativos, y unos más pueden realmente querer una cabeza parlante que les dé ideas y que sea menos exigente en términos de participación. Para cualquiera de las razones, se podrían combinar “conferencias” con actividades interactivas que permitan a los estudiantes aplicar lo aprendido. Los estudiantes podrían codiseñar algunas sesiones y proponer temas o formatos que resulten más atractivos para todas las personas participantes.

Acaso el tema más espinoso sea el referente al sentido de “tener el derecho a”. Algunos profesores piensan que los alumnos esperan altas calificaciones sin el esfuerzo correspondiente, lo que genera tensiones en la relación profesor-estudiante. Desde la perspectiva del estudiante, se puede argumentar que las y los alumnos enfrentan presiones externas, como la competencia laboral o las expectativas familiares, que los llevan a priorizar las calificaciones sobre el aprendizaje. Esto no justifica la falta de esfuerzo, pero ayuda a entender el contexto en el que surgen estas actitudes. En todo caso, se está frente a un tema claro de perspectivas disímbolas, por lo que los profesores podrían dedicar espacios para clarificar expectativas desde el inicio del curso y para generar reflexiones grupales sobre la importancia del proceso de aprendizaje; esto allanaría el camino para lograr acuerdos sobre cómo las acciones individuales llevan a calificaciones, pero también reflejan el aprendizaje y el esfuerzo.

En una nota relativa, la confusión sobre evaluaciones suele ser algo incómodo para profesores y estudiantes, aunque de fácil solución. La diversidad de maneras de evaluar y la falta de claridad en las instrucciones pueden generar confusión entre los alumnos, y son estos últimos quienes por la necesidad o deseo de obtener altas calificaciones, a menudo se sienten perdidos respecto a lo que se espera de ellos en las evaluaciones y cómo cumplir con la expectativa. La falta de claridad puede generar ansiedad en todas las personas involucradas, por lo que sería interesante que todas y todos se abocaran a cocrear mecanismos de evaluación del aprendizaje, asegurándose de que todos entiendan los criterios. La retroalimentación sería entonces un producto natural en el proceso, por lo que las y los alumnos se implicarían en la revisión de sus propios trabajos.

Por último, los desafíos de salud mental que las y los alumnos viven dentro y fuera del campus universitario son cada vez más frecuentes y tienen un impacto significativo en su entorno personal y en lo académico. Los profesores haríamos bien en estar preparados para ofrecer soporte emocional y canalizar a los estudiantes a los servicios adecuados… claro está, en el límite de las atribuciones; no somos terapeutas, pero podemos hacer una primera detección y derivación a los expertos facultados. Un elemento que lo hace complejo es que en ocasiones los estudiantes no siempre saben cómo pedir ayuda o temen ser estigmatizados. La presión académica y personal en ocasiones exacerba estos problemas por lo que las instituciones podrían ofrecer talleres sobre salud mental y bienestar, lo mismo para profesores que para estudiantes. Los académicos podrían recibir capacitación para identificar señales de alerta, mientras que los alumnos podrían participar en grupos de apoyo entre pares o en actividades que fomenten el autocuidado.

Sin tratar de ser exhaustivo, estas reflexiones ofrecen una perspectiva sobre cómo la enseñanza y el aprendizaje en la educación superior han evolucionado y los desafíos que enfrentan tanto educadores como estudiantes. Es fácil encontrar concordancia entre los desafíos al norte y sur del Río Bravo en términos de la experiencia de docentes y estudiantes en las aulas de educación superior, en especial las de licenciatura. Lo requerimientos de bienestar de aprendizaje y de encontrar nuevas maneras para desarrollar las habilidades académicas profesionales y transversales en los estudiantes enfrentan retos claros. Es por ello por lo que, en pleno año 2025, es trascendente estar atentos a lo que sucede en la educación superior, tanto en México como globalmente. Las observaciones de Vidra invitan a reflexionar sobre cómo los cambios en el entorno educativo y tecnológico están moldeando las necesidades y comportamientos de los estudiantes. Frente a estos retos, será positivo enfocarnos en adaptar nuestras prácticas docentes para cultivar un aprendizaje más significativo y sostenido. A pesar de los desafíos, existe una oportunidad vibrante para formar a las nuevas generaciones de manera que sean resilientes, críticas y creativas, preparándolas para contribuir con éxito en un mundo en constante cambio… aunque, haciendo eco del nombre de su artículo: “Enseñar es cada vez más difícil”, proponer y detonar aprendizajes y desarrollo de habilidades en nuestros estudiantes parece ser cada vez más difícil… y para ellos también es una época de retos, ante lo importa señalar que, por fortuna, contamos como individuos y colectivos docentes con una gran cantidad de herramientas que nos permitirán acoplarnos a las nuevas realidades. 

Vidra, R. (2025, 28 de enero). Thoughts on 20 years of college teaching. Inside Higher Ed. https://www.insidehighered.com/opinion/views/2025/01/28/thoughts-20-years-college-teaching-opinion

 ODEJ-Lab es un espacio de análisis y posicionamiento sobre el acontecer de la política educativa en México y en América Latina. Su objetivo es fomentar debate crítico, producir conocimiento basado en información veraz y coadyuvar en la formulación de la política pública y estrategias político-pedagógicas enfocadas en el pleno ejercicio del derecho a la educación. El Consejo editorial del Observatorio está integrado por: Alejandra Luna Guzmán, Luis Antonio Mata Zúñiga, María Mercedes Ruiz Muñoz, Silvia Schmelkes del Valle y Marisol Silva Laya (Ibero-Ciudad de México); Laura Bárcenas Pozos e Itzel López Nájera (Ibero-Puebla); Eiko Gavaldón Oseki (Ibero-Torreón), y Juan Carlos Silas Casillas (ITESO). 

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