La legitimidad que otorgan las urnas no es para siempre; la mala actuación del gobierno la erosiona y desgasta a las instituciones. No obstante, tradiciones y prácticas sostienen cierta dinámica que pudieran contrarrestar los desvaríos de los políticos. La política educativa de la cuarta transformación puede ilustrar el punto.
El derrotero de la Secretaría de Educación Pública para gobernar la causa de la educación no es como el de una autopista recta en terreno plano. Parece más un conjunto de veredas campiranas, con cuestas escarpadas y pendientes rasas, quizá estas más prolongadas.
Si bien con Esteban Moctezuma Barragán no todo fue camino empedrado, enmendó errores —como omitir la fracción VII en el proyecto de reforma al artículo 3 de diciembre de 2018—, negoció con la oposición y, con el apoyo del presidente López Obrador, contuvo a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación por buena parte de 2019.
También perfiló el Programa Sectorial de Educación, construyó un andamiaje discursivo con símbolos para ligar a la 4T con las tradiciones del sistema educativo: la Nueva Escuela Mexicana. Además, tuvo acercamientos más que tácticos con la facción mayoritaria del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y pudo navegar con cierta eficacia durante la primera etapa de la pandemia.
A partir del ciclo escolar 2020-2021, la política educativa comenzó la cuesta para abajo. El factor externo, el covid-19, agravó la situación del sistema escolar, pero —y allí la mala decisión— la austeridad republicana le negó recursos para lidiar con las broncas de la educación remota, es más, se los disminuyó. Y vino el punto de quiebre: el Presidente decidió finiquitar el programa de Escuelas de tiempo completo. Cavilo que Moctezuma no tasó la resolución de López Obrador y defendió el programa en la plaza pública y el Senado. Quizá fue la causa principal para que el Presidente decidiera removerlo.
El bajo perfil fue la marca de la casa en el periodo de Delfina Gómez Álvarez al frente de la SEP. No hubo avances notables en la educación, ni siquiera en la rehabilitación de las escuelas vandalizadas, aunque sí anuncios dramáticos para impulsar nuevos libros de texto y el nuevo marco curricular y plan de estudios. Los pronunciamientos más importantes no fueron de la secretaria, el director general de Materiales Educativos llevó la batuta ante la prensa y los medios.
Tras tres documentos de trabajo y el decreto del 19 de agosto, que instituyó el nuevo plan de estudio (sí, en singular) de la educación básica, parecía que la política educativa de la 4T la iba a hacer. Pero se le cruzó Educación con Rumbo, una organización de la sociedad civil, que interpuso un amparo y el Poder Judicial frenó la puesta en marcha del plan piloto. La SEP recusó otro fallo de los jueces favorable a Mexicanos Primero para reponer el programa de Escuelas de Tiempo Completo.
Delfina Gómez se fue de candidata al gobierno del Edomex y su sustituta, Leticia Ramírez Amaya, si bien participa en actos con autoridades de educación de los estados, dirige sesiones de los consejos técnicos escolares y visita escuelas, no da entrevistas a la prensa. No dar respuesta a una pregunta sencilla la vacunó.
Parece que la tirada para lo que resta del sexenio es buscar el camino plano, aunque la carga de disposiciones nocivas y la pobreza franciscana le restan posibilidades de avance. Sin embargo, el sistema escolar es una institución robusta, con tradiciones y agentes (profesores y administradores) que en algo garantizan la persistencia institucional.
El voto abrumador en favor de López Obrador en 2018 proveyó a Morena y la 4T de legitimidad de origen, pero el desgaste institucional del gobierno le resta credibilidad a la política. El voto no fue carta blanca.