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Educación para la paz: una respuesta estratégica para hacer del conflicto una experiencia de aprendizaje y no una deuda que la  violencia cobra a la comunidad escolar

by Pluma Invitada
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Herzel García Márquez*

La escuela  refleja el estado actual de la sociedad y funge como gestora y constructora de respuestas a las necesidades sociales a través de la atención integral y educación de las persona. ¿Cuál es el mensaje social que hoy, después de sufrir una cuarentena obligada que nos hacía clamar por el reencuentro, nos dicen desde las aulas, desde los patíos, la conducta y emociones de nuestros estudiantes?

Norma Lizbeth estudiaba el tercer grado de secundaria; decidió retar a golpes a una compañera quien, se dice, la había hostigado continuamente. Norma Lizbeth recibió una paliza que fue un alto costo para quien ya no quería ser más la burla de sus pares. La riña fue grabada por otros estudiantes y Norma Lizbeth resultó con una fractura en la nariz por lo que fue llevada al hospital y dada de alta para ir a recuperarse en su hogar. Un fin de semana, no despertó más. Falleció a consecuencia de un trauma cráneo encefálico y fue sepultada el día 15 de marzo.

El bullying nuevamente cobra una factura altísima a la comunidad: el fallecimiento de una estudiante, la condición comprometida de por vida de la otra implicada directamente y, por supuesto, el dejo de una situación viciada y confusa para los compañeros, tanto si fueron testigos, como si grabaron o si no tuvieron acercamiento a ese evento pero han sido víctimas o cómplices indirectos a través de la aceptación muda. La escuela como entorno y ambiente seguro le ha fallado a Norma Lizbeth, a sus compañeros, a la sociedad al permitir que un conflicto se convierta en actos de violencia que permea dolorosamente en el día a día de los estudiantes. Los docentes, los padres de familia somos responsables de la integridad que se desarrolla en un lugar que debe ser seguro como debe significar la escuela para cada persona quien es afectada por ella, ya sea dentro del aula o desde la vivencia del aula extendida.

Para los adultos, en especial para los formadores, es vital comprender que el conflicto es algo inherente a toda relación humana, cualquier interacción entre personas puede significar un conflicto simplemente por ser distintas entre sí, por discrepar sus perspectivas y experiencias, por tener diferentes narrativas e interpretaciones del mundo, un mundo que es compartido, que es una casa común. La educación para la paz significa educar para la comprensión y resolución de conflictos, entendiendo la esencia de estos que no es negativa ni necesariamente conlleva a la violencia. Entender cabalmente que el conflicto no es sinónimo de violencia ni de enfrentamientos bélicos, implica saber que deben existir medios y modos para la resolución de discrepancias para lograr el bien común, para vivir en paz.

Educar para la paz significa que el estudiante viva la importancia de lograr una efectiva comunicación entre personas, reconociendo el potencial afectivo, colectivo e intelectual que tiene la carta, el periódico, el blog. Que sepa ejercer su derecho a bien comunicar y a empoderar sus palabras y actos para lograr el bien común y no la destrucción del tejido social, como tristemente se muestra en diferentes programas de revista dedicados a la vituperación de las personas, a la desintegración de la dignidad ajena y la propagación de paradigmas inútiles para la construcción de ambientes para la paz.

La sociedad se encuentra en un grave estado de violencia que es visualizada y protagonizada por nuestra juventud, por nuestros estudiantes, como algo cotidiano, propio de su entorno cercano y ante la cual se están continuamente anestesiando. Hay quienes graban la pelea y no hacen ningún esfuerzo por detenerla; se confunde la diversión con un grave problema grupal que se convierte en tragedia si ninguna autoridad interviene, si ningún adulto ejerce su responsabilidad como ejemplo y cuidador de las generaciones más jóvenes.  

Como adultos y formadores debemos ser testimonio para los niños y adolescentes de la importancia que tiene el mirar a la persona como un ser integral, enseñarles con acciones que convivir y colaborar no siempre significa forjar una amistad. No necesitamos ser amigos pero sí respetarnos y aprender a colaborar, a coexistir, a reconocer el valor del otro. Éste es uno de los grandes aprendizajes que se logran en la escuela. Los docentes son arquitectos de experiencias de aprendizaje basadas en la cooperación, el diálogo, los acuerdos que dejan manifiesta la necesidad de saber coexistir y convivir sin que sea obligatoria una relación más profunda, por ejemplo, de amistad. Los proyectos, los debates, los roles, las mesas redondas, la resolución de problemas y retos, así como  otras herramientas estratégicas favorecen la vivencia de normas para el trabajo grupal que permiten que los estudiantes sepan cooperar y trabajar con los otros de manera eficiente y eficaz, por más diferentes que sean entre ellos. Más que enfocarse en el logro de los productos, son los procesos grupales y de interrelación humana, los que permiten la práctica del diálogo, la escucha activa, los valores y derechos humanos que gestan los acuerdos para una toma de decisiones informada, consensuada y democrática. Si en el aula, no existen oportunidades para conocer y reconocer al otro, para resolver los conflictos naturales por la diferencia, entonces el impulso adolescente y los ambientes desestructurados pueden convertirse en tierra de abono para la violencia, sentenciando al fracaso la intención pedagógica del encuentro con el otro, como un claro ejemplo de la vinculación social en la vida real.

En la realidad escolar, escuchar y mirar al alumno implica interesarse genuina y auténticamente en sus necesidades e inquietudes. En Educación Media, la condición laborar de muchos de los profesores implica su presencia por horas en el centro escolar pudiendo enfocar su atención solamente en el desempeño académico del estudiante, atomizando a la persona adolescente quien tiene más necesidades inmediatas de tipo emocional que intelectual, la mayoría de las veces.

Educar para la paz significa entender que los verbos involucrados son verbos de acción: respetar, incluir, escuchar, valorar, esperar, tolerar, apreciar.  La educación no es la única pero si una de las principales vías para lograr la paz (Schmelkes, 2022); educar para la paz empieza por el deseo, intención y compromiso de construir una Escuela segura, que represente el ideal social desde la inclusión y la mirada dedicada a cada uno de los que conforman la sociedad. La Escuela no puede convertirse en un espacio lleno de deudas sociales, no puede perder la posibilidad contextual para atender los multifactores que hacen del conflicto, una excelente oportunidad para el aprendizaje auténtico, significativo para toda la vida y dar cuenta a los estudiantes, del cuidado, interés genuino y amor que tenemos para ellos como cuerpo de educadores.

*Consultora académica de la RCSA

*Profesora de la Universidad Anáhuac on-line

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