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La CNTE embiste

by Carlos Ornelas
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Carlos Ornelas
Carlos Ornelas

A las manifestaciones de violencia, marchas, plantones y, lo más grave, abandono de alumnos, los adalides de la revuelta recurren al lenguaje agresivo y simbólico. Agreden verbalmente a la Presidenta, al secretario de Educación Pública y a otros políticos, siempre con el puño del brazo izquierdo en alto.

¡Sobre aviso no hay engaño! La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación es una organización de combate y seguirá siéndolo mientras obtenga resultados favorables a su motivo, que no es la causa de la educación. Hoy, aunque los altos mandos de la Cuatroté no lo quieran reconocer, la CNTE tiene al gobierno en una encrucijada. La presidenta Claudia Sheinbaum se comprometió a dialogar con sus líderes. Ese parlamento será —si se da— una reiteración de posturas irreconciliables, el chantaje de huelga en territorios de la CNTE y la movilización, como el año anterior, le dará beneficios extra. Los mensajes edificantes de personajes del gobierno sobre la figura del maestro no mueven sus sentimientos. Lo que interesa a la CNTE es lo material.

A las manifestaciones de violencia, marchas, plantones y, lo más grave, abandono de alumnos, los adalides de la revuelta recurren al lenguaje agresivo y simbólico. Agreden verbalmente a la Presidenta, al secretario de Educación Pública y a otros políticos, siempre con el puño del brazo izquierdo en alto. Preveo que circularán fotografías de ellos en esa postura al entrar y salir de Palacio Nacional. Ratificarán que no dan marcha atrás en sus demandas: 100% de incremento salarial, derogación de la Ley del ISSSTE de 2007 con el fin de regresar a las pensiones solidarias para el retiro (demanda justa), abrogar el cambio al artículo 3 constitucional que encumbró la reforma educativa Peña Nieto-AMLO y eliminar la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y (los) Maestros, aunque, en realidad, desean apoderarse de ella. También los dirigentes de la facción mayoritaria buscan lo mismo, pero de manera modosita, dicen sus críticos.

La CNTE es un aparato de presión política impresionante. Trata de vender a la opinión pública que son defensores de la escuela, que quieren el mejor futuro de la educación de los infantes, que promueven un aprendizaje revolucionario y que son maestros por vocación. Justifican sus actos vandálicos para forzar al gobierno, a cualquier gobierno, a escuchar sus exigencias y concederles mercedes. Se dicen democráticos, pero reproducen prácticas de control corporativo heredado del régimen de la Revolución Mexicana. Agravados por el uso de mecanismos de vigilancia y amenazas a quienes discrepen de los líderes disidentes.

Hoy, el gobierno enfrenta a un monstruo mayor que en el pasado. Los jefes de la CNTE aprovecharon bien las ventajas políticas que les ofreció el gobierno de Andrés Manuel López Obrador para crecer en otras zonas escolares más allá de Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán. Tienen bastiones fuertes en Zacatecas, Veracruz y en la Ciudad de México. También crecen, aunque no con la misma fuerza, en los dos estados de la Baja California y en otros del centro. En el resto, hay pequeños grupos que, en conjunto, agrandan su padrón de militantes.

La presidenta Sheinbaum no está en una buena posición para negociar con grupos que, en esencia, comulgan con su ideología, “pero a veces el presupuesto no alcanza”, les dijo. La comunión práctica es amarga. La CNTE agrega otro asunto de preocupación a una mandataria que recibe presiones directas del gobierno de Donald Trump, cada vez más agresivas, que enfrenta una economía casi estancada e inflación creciente, aunque sea a ritmo lento. Además, las broncas internas en Morena y su preocupación por legitimar la colonización del Poder Judicial, consumen su tiempo y energías.

¿Quién fuera a decirlo? Al comienzo del gobierno de López Obrador parecía que la CNTE sería una aliada política —y hasta estratégica— para la construcción de la Cuatroté y un brazo de Morena. Hoy demuestra que no le interesa el segundo piso. Van por lo que tenían antes de la reforma de Peña Nieto —y más.

La embestida del tigre es feroz y avisa que así seguirá. No logrará lo que pide, pero obtendrá ganancias y crecerá. A menos que la presidenta Sheinbaum asuma el papel de profeta armada y con el poder del Estado le ponga un alto. Eso dilataría el conflicto, desataría más amenazas, violencia y agresiones a la población y a los alumnos en sus escuelas. Pero tal vez salvaría algo del futuro de la educación en su gobierno.

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