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El Crefal, en la mira

by Carlos Ornelas
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Protestas de los trabajadores del Crefal frente a la Quinta Eréndira en Pátzcuaro.
Carlos Ornelas
Carlos Ornelas

Si los trabajadores y la movilización social no lo impiden, el segundo piso de la Cuatroté aniquilará otra institución, ésta de noble historia y de valor para los educadores latinoamericanos y caribeños, el Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y El Caribe (Crefal). El Crefal nació como el Centro Regional de Educación Fundamental para América Latina, una iniciativa de Jaime Torres Bodet, entonces director general de la Unesco. Se instituyó en la II conferencia general de ese organismo, en septiembre de 1950, en convenio con la Organización de Estados Americanos y el gobierno mexicano.

La iniciativa fue recibida con gusto y Lázaro Cárdenas, expresidente de México, donó su residencia, la icónica Quinta Eréndira, en Pátzcuaro, Michoacán, para que fuera su sede. El secretario de Educación Pública de México preside el Consejo de Administración, del que forman parte los embajadores de Argentina, Brasil, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela. La historia del Crefal es rica en iniciativas para educar a los pobres y alfabetizar a los adultos. Organiza conferencias, publica revistas, libros y ofrece cursos y diplomados para formar educadores.

El Crefal tiene arraigo entre las comunidades de los alrededores de Pátzcuaro que, junto con sus trabajadores, se preparan para una lucha, tal vez extenuante, con el fin de evitar que Raquel Sosa Elízaga, la nueva directora general, lo extinga. Sosa inició una cruzada que rebasa cualquier definición de acoso laboral, que la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo condena y que dice que debe terminarse.

La historia breve. El pasado 13 de febrero, el Consejo de Administración del Crefal nombró directora general a Raquel Sosa. La Presidenta ya la había designado para que repitiera como jefa de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García, con todo y que quedó muy debajo de la matrícula de la UNAM que prometió el expresidente López Obrador. El lunes 17 de este mes, las puertas de la Quinta Eréndira amanecieron cerradas, hasta para el personal de vigilancia. En los días subsiguientes, mensajes por correo y WhatsApp les pedían a los trabajadores que presentaran su renuncia voluntaria y quizá obtendrían algo de los beneficios de la ley. Las instalaciones siguen cerradas y ayer martes, sin aviso previo, el Crefal suspendió varios cursos que debería iniciar para “contribuir a fortalecer la Nueva Escuela Mexicana”.

Los trabajadores defienden sus derechos, piden la intervención de la Presidenta y del secretario de Educación Pública, mantienen un plantón frente de la sede del Crefal sin interrumpir el tránsito. Una pancarta explica su proceder: “No es paro laboral, no nos dejan entrar a trabajar”. La Sección 18 del SNTE y representantes de varias comunidades de pueblos originarios les han manifestado su apoyo a los agredidos; otras organizaciones sociales se solidarizan con ellos. La ciudadanía de Pátzcuaro los vitorea en sus marchas.

La única explicación —bueno, declaración que no explica mucho— de la directora es que los empleados no pueden ingresar porque todavía no concluye la entrega-recepción. Dice que habrá una nueva etapa del Crefal, que será algo así como un apéndice de las universidades que dirige. Pero los trabajadores ni siquiera pueden recoger sus efectos personales. Raquel Sosa ya había sido directora del Crefal en 2018, cuando López Obrador era aún presidente electo, aunque ya gobernaba. Pero no hizo mucho, pues se dedicó a cimentar el proyecto de las universidades Benito Juárez.

No estoy seguro de que el secretario Mario Delgado Carrillo o la presidenta Sheinbaum apadrinen este proyecto que desmonta una institución de abolengo e historia en la educación de adultos. Pero preocupa su no respuesta, a pesar de que la mayoría de los trabajadores se identifican con su partido. Los embajadores de los países miembros tampoco se han manifestado.

El Crefal tiene empleados leales y competentes; varios trabajan allí desde el siglo pasado; hoy se les quiere despedir sin respetar sus derechos laborales. Eso no lo hacían ni los neoliberales. Pero en Morena son diferentes, pregonan.

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