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¿Por qué fallan las políticas educativas?

by Pedro Flores Crespo
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Fuera del oficialismo, no se ha escuchado una voz pública que sostenga que el sexenio de Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) fue un éxito en materia educativa. Diversos análisis basados en los datos del gobierno muestran que las metas que éste mismo estableció, en su gran mayoría, no se cumplieron.

Los contados aciertos en el diseño de algunos programas y el valioso y necesario énfasis en la igualdad quedaron opacados por inconsistencias en la operación y sobretodo, por los resultados: una exclusión escolar de más de un millón de estudiantes del 2018 al 2022 (CIIPCM), un incremento del rezago educativo de 23 a 25 millones de personas (Coneval) y, para el mismo periodo, una pérdida de aprendizajes en Matemáticas y Ciencias y sin cambios en Lectura (PISA). El balance educativo no es, en lo general, positivo.

Ante esta realidad, es necesario buscar explicaciones de lo ocurrido. ¿Por qué fallaron las políticas y los programas educativos de quien por más de 30 años criticó el desempeño gubernamental? Porque revivió un modelo de decisiones tradicional, que se reconfiguró con al menos tres elementos.

Primero, mermar el carácter “público” de las políticas mediante la descalificación de ideas, actores y esfuerzos previamente realizados. Al sentirse “moralmente superiores” cancelaron la pluralidad y el diálogo entre iguales. Como consecuencia, se delineó una agenda altanera pero poco imaginativa. ¿Recuerda usted la peregrina idea de mudar las oficinas de la SEP a Puebla como muestra de descentralización?

Hace más de 30 años, Luis F. Aguilar ya había advertido que los estilos de gobierno “secretos, excluyentes y clientelares” están “condenados” a la ineficiencia administrativa. Sin pluralidad, las políticas buscan resolver problemas que el líder imagina, no los que la gente realmente enfrenta.

Relacionado con el estilo gobiernista, un segundo elemento es ejercer conductas arbitrarias y verticales. No obstante, este comportamiento “evolucionó” para no ser socialmente sancionado. Recubrieron su arbitrariedad, improvisación e ignorancia con nobles fines. Ahora tenemos malas políticas, pero muy aplaudidas. Pero, ¿qué les dio popularidad?

Respondo: la “reivindicación selectiva” de agentes educativos. Éste es el tercer elemento del modelo de toma de decisiones actual. Pero la reivindicación selectiva no surgió de manera espontánea. En parte, se construyó por la “soberbia tecnocrática” (Subirats) que ciertamente los gobiernos previos tuvieron. Se vanagloriaban de sus criterios técnicos y cálculos fríos, llevando a serias distorsiones como haber personalizado el mérito individual y, por consiguiente, “herir el estatus social” de la gente (Sandel).

Con esto, no va a faltar el líder que se va a aprovechar del encono social, dice Sandel. Reivindicar entonces a algunos actores, mientras se excluye deliberadamente a otros (órganos autónomos, especialistas, periodistas e intelectuales públicos) fue una pantalla para hacer “justicia”, “combatir” la corrupción y “evitar” el dispendio.

Bajo este ambiente, la supuesta “revalorización” del magisterio fue más una romantización que una reivindicación porque no tuvo sustento real. Le recortaron recursos al programa de capacitación docente, se asignaron plazas sin transparencia dañando la reputación del maestro capaz y profesional, y se fortaleció a los líderes sindicales como antaño. ¿No que no eran iguales?

¿Continuará Claudia Sheinbaum con este modelo de “gobierno” a pesar de no dar resultados en términos del bien general? ¿Qué piensa usted? Discutimos en 15 días.

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