Germán Iván Martínez Gómez
Hoy conmemoramos el Día internacional contra el acoso escolar. Lo hacemos con la finalidad de sensibilizar a los actores educativos (supervisores, directivos, docentes, estudiantes, padres, madres de familia y tutores) pero también a la sociedad en general, sobre las causas y los efectos que traen consigo los comportamientos violentos que tienen lugar en las escuelas: miedo, desconcierto, inseguridad, daños psicológicos, emocionales y físicos que, lamentablemente en muchos casos, han terminado en padecimientos crónicos y degenerativos, suicidios y asesinatos.
Algunas instituciones han implementado, al respecto, campañas de concientización que comenzaron en las aulas y hoy se han proyecto a la escuela y la comunidad. Han invitado a estudiosos del tema y organizado actividades académicas (foros, conversatorios, mesas redondas, conferencias, talleres, etc.) para exponer los testimonios de las víctimas. Algunas escuelas han puesto en marcha programas relacionados con la prevención de la violencia y la mediación como resolución pacífica de los conflictos. Con ellos se busca promover la adquisición, desarrollo y fortalecimiento de las habilidades de comunicación asertiva, empatía, inteligencia emocional, detección temprana de casos, atención oportuna de los mimos y reducción de la incidencia de comportamientos violentos.
Otros centros escolares han podido involucrar a padres, madres de familia y cuidadores. A ellos les han brindado recursos y herramientas diversas para fomentar la comunicación y el apoyo familiar. Desde luego, las escuelas trabajan en colaboración con instituciones (gubernamentales y no gubernamentales), así como organizaciones civiles dedicadas a la prevención de la violencia en las escuelas.
Algunas instituciones de educación básica, media superior y superior han establecido redes de apoyo para sus comunidades escolares. Y lo han hecho con la colaboración de estudiantes, maestros, directivos y personal administrativo. Con su respaldo, han logrado la identificación de casos de violencia y asegurado la atención y canalización oportunas.
En algunos espacios académicos se han podido generar actividades extracurriculares: clubes, programas de tutoría entre pares, acciones de servicio comunitario, equipos deportivos, grupos de teatro, música, coro, danza, lectura o escritura creativa, desde los que se fomenta la escucha activa y la expresión (oral, escrita, gestual, corporal, culinaria, digital, etc.) como herramientas, por una parte, para conocer la identidad, los valores y las tradiciones de personas o colectividades; y por otra, como instrumentos de negociación y mediación para resolver las disputas de manera pacífica.
La música, por ejemplo, es una forma poderosa de expresión que utiliza sonidos y ritmos para transmitir emociones, contar historias y crear conexiones emocionales con los oyentes. Pero también otras manifestaciones: pintura, dibujo, escultura, fotografía, diseño gráfico y otras formas de arte visual, permiten a las personas, cada vez más y de mejor manera, expresar sus pensamientos y sentimientos a través de imágenes y composiciones visuales. Incluso hoy hay instituciones en las que, prácticas como el yoga, el tai chi y la meditación, son usadas por las y los docentes como formas de expresión corporal y mecanismos para promover la conciencia, la calma y el bienestar emocional.
Estas y otras iniciativas han tenido, como común denominador, el involucramiento de la comunidad en iniciativas de prevención de la violencia en las escuelas. La finalidad: cuidar la integridad (física, psicológica y emocional) de la comunidad escolar, proporcionando acceso a servicios de apoyo emocional para lidiar con el trauma, la ansiedad, la depresión u otros efectos psicológicos del acoso.
Sin embargo, frente al bullying o acoso escolar tradicional, hoy las tecnologías han acentuado la violencia virtual y el acoso cibernético. La tecnología, como medio impersonal, genera nuevos retos: a) dificulta la identificación del agresor; b) el anonimato obstaculiza la denuncia; c) permite al acosador actuar desde cualquier espacio (ya no sólo la escuela) y d) lo hace, además, de forma atemporal y de maneras aún más diversas y sofisticadas.
Hoy, los comportamientos violentos que tienen a la tecnología como mediadora, han acentuado una forma específica de violencia: el ciberbullying. La permisibilidad de la violencia en los hogares, la indiferencia social ante ella y la falta de políticas, programas, planes, proyectos, estrategias y acciones específicas de las instituciones para atender este fenómeno, lo que ha generado es que este problema empeore.
Para afrontarlo será fundamental contar con una mirada trans, inter y multidisciplinaria. Eso implica el concurso de padres de familia, orientadores, docentes y profesionales de la salud mental (esenciales estos últimos para proporcionar evaluación, diagnóstico y tratamiento), pero también antropólogos, sociólogos, abogados, terapeutas, trabajadores sociales y comunitarios, entre otros que el lector de estas líneas podrá sumar, fundamentales todos para promover una cultura escolar en la que se fomente el apoyo mutuo y el respeto entre los estudiantes. Una tarea enorme para el magisterio y las escuelas.