Jaime Bustos Ochoa
Según Byung-Chul Han, hoy en día, la sociedad se encuentra bajo un exceso de positividad que la está conduciendo hacia un estado de cansancio, se trata de una nueva forma de violencia neuronal, sistémica e inmanente al modo de producción capitalista que se refleja en el agotamiento, la fatiga o el estrés de los sujetos. Para el filósofo, la sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria sino de rendimiento, no hay sujetos de obediencia más que de utilidad y su afirmativo colectivo es “yes, we can”; la motivación remplaza la prohibición y el mandato, así como el “deber” pasa como “poder” (en el sentido de “capacidad” o “ser capaz”) para maximizar la productividad.
Desde esta perspectiva, el exceso de positividad ocurre en la educación a través de aforismos como “somos equipo”, “ejerce tu autonomía”, “más que errores, son áreas de oportunidad”, “tú decides qué y cómo aprender”, “puedes mejorar”, “sé creativo”, “críticas constructivas, no destructivas”, “depende de ti (asume responsabilidad)”, “vive al máximo, sin límites”.
Aunado a ello, algunos pseudoexpertos de la educación sostienen que ya no se debe mandar, dirigir, inspeccionar, vigilar o supervisar de manera vertical y autoritaria (principios de la negatividad de una sociedad disciplinaria); más bien, se trata de dialogar, consensuar, fomentar, participar o construir colectivamente (positividad en las sociedades de rendimiento del siglo XXI).
Esta situación genera que maestras y maestros (incluso estudiantes) se conviertan en sujetos activos de rendimiento, que no necesitan demasiados mandatos, prohibiciones o de agentes de control (profesores, jefes o supervisores) para desempeñar su trabajo; ya que, de lo contrario, su desempeño y creatividad estarían limitados, abandonarían fácilmente la mejora continua, o bien, no lograrían adaptarse a una sociedad dinámica y vertiginosa. Con esto, podemos comprender por qué hoy se intenta posicionar a los directores como “líderes” y a los docentes como “acompañantes o mediadores”, pues se piensa que estas designaciones eliminan efectos negativos inherentes a sus funciones y que impiden, además, mejorar el rendimiento de los sujetos.
Cabe decir que, de acuerdo con Han, la positividad excesiva se presenta como emancipadora, busca eliminar la verticalidad y reducir líneas de autoridad o pautas de expresión y conductas autoritarias en favor de relaciones más horizontales, en la que los sujetos se aprecien como autores y creadores de sí mismos sin que se perciban obligados hacia el trabajo, más bien, como sujetos capaces de desempeñar eficientemente sus labores; sin embargo, esto trae como consecuencia cansancio, agotamiento, estrés y autoexplotación. En el contexto educativo, no es casualidad que la Secretaría de Educación Pública (SEP) reconozca que existen situaciones estresantes que enfrentan maestras y maestros y, por ello, promueva prácticas de salud mental y autocuidado.
En este contexto, el magisterio requiere emprender una reflexión crítica en torno a las formas en las que se presenta y desarrolla la sociedad del rendimiento del siglo XXI, comprender los fenómenos que ocurren en la educación para impulsar acciones alternativas frente a las adversidades. Solo entonces será posible reconocer cómo el exceso de positividad es una condición necesaria para las sociedades posmodernas, en las que reina el modo de producción capitalista, cuya pretensión primordial es garantizar la estabilidad económica de unos cuantos mediante la optimización del rendimiento de las mayorías; por ello, la motivación y sus efectos positivos son fundamentales en una sociedad del rendimiento.