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¿Derecho a la educación o al aprendizaje?

by Eduardo Backhoff Escudero
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Anteriormente, comenté sobre la poca visibilidad que tiene la educación para la mayoría de los mexicanos, por lo que me propuse ofrecer información básica de algunos de sus temas fundamentales. En una lógica sencilla, podemos afirmar que la calidad de un sistema educativo se sustenta en que: 1) todos los niños y jóvenes del país, independientemente de su condición socioeconómica, cultural y biológica, están dentro del sistema educativo, 2) permanezcan en él hasta culminar sus trayectorias escolares y 3) adquieran los aprendizajes fundamentales que les permitan seguir aprendiendo y tener éxito en la vida. Desgraciadamente, en el caso de México, ninguna de las tres condiciones se cumple: ni todos los niños y jóvenes estén en la escuela (cerca de 4 millones), ni todos los que están completan sus trayectorias escolares (solo el 54%), ni todos los que permanecen en la escuela aprenden lo fundamental. Es decir, no se cumple con lo estipulado en el artículo 3º constitucional: toda persona tiene derecho a la educación, ésta será de excelencia e inclusiva, y promoverá el máximo logro de aprendizaje.

Los resultados de todos los estudios nacionales (SEP, INEE, MEJOREDU) e internacionales (OCDE, UNESCO, IEA) sobre el logro educativo, en los que México ha participado, apuntan en la misma dirección: un pobre nivel de aprendizaje, en todas las asignaturas evaluadas y niveles educativos, y una gran inequidad en su distribución. Por ejemplo, en el último reporte de la prueba PISA (2022), 2 de cada 3 estudiantes de 15 años no logró adquirir las competencias matemáticas esenciales para seguir aprendiendo; y 1 de 2 no pudo adquirir las competencias lectoras y científicas esperadas para su edad. Por su parte, el estudio de MEJOREDU (2023) mostró que el promedio de aciertos en la prueba de matemáticas de 5º de primaria fue 33% y de 2º de secundaria 36%. Para el caso de español, estos porcentajes fueron, respectivamente, 39 y 45%. Aunque ambos estudios no son comparables por muchas razones, sus resultados coinciden en los bajos niveles de aprendizaje de los escolares mexicanos. El estudio de PISA nos ubica a una distancia de seis grados escolares con respecto a los estudiantes de 15 años de los países punteros (ej.: Singapur, Corea) en matemáticas, lectura y ciencias, mientras que las evaluaciones nacionales (realizadas por el extinto INEE) documentaron una diferencia de seis grados en los niveles de aprendizaje de los estudiantes que terminan la secundaria (matemáticas y español), entre los educandos de altos y bajos recursos económicos.

Los datos de estos estudios son duros y difícilmente pueden negarse, a pesar de que el presidente y la SEP digan que se generaron con una metodología “neoliberal” (estandarizada, no contextualizada, externa a la escuela, realizada por especialista, etc.), que no tiene cabida en México. Contrario a este argumento político, que intenta desacreditar los resultados de este tipo de estudios y negar la realidad educativa mexicana, el mismo MEJOREDU (creado por esta administración) ha utilizado una metodología similar (pero con un menor rigor científico) para intentar conocer el nivel de aprendizaje de los estudiantes mexicanos, cuyos resultados se encuentran en el reporte Evaluación diagnóstica, formativa e integral (2023). La razón es muy simple: es la mejor metodología disponible, por el momento, que se utiliza en todo el mundo para evaluar a los estudiantes de un país, un estado o una institución educativa.

Dicho lo anterior, el punto es que enfrentamos grandes problemas educativos en México; desde la matrícula incompleta, el abandono escolar, hasta el pobre nivel cognitivo de los aprendizajes que adquieren los estudiantes mexicanos. Como ya se señaló, los tres problemas se presentan con mayor severidad en las poblaciones más vulnerables (indígenas, pobres, discapacitados, etc.), lo que genera un problema adicional: la gran inequidad educativa del país. Sin embargo, si el gobierno en turno no reconoce su existencia, será difícil, sino imposible, poderlos resolver.

El derecho a la educación es una cosa y el derecho al aprendizaje es otra; el primero no garantiza, necesariamente, el segundo. Al respecto, la UNICEF calcula que, a nivel mundial, 617 millones de niños y adolescentes no alcanzan los niveles de competencia mínima en lectura y matemáticas, a pesar de que dos terceras partes de ellos van a la escuela. Algo similar sucede en México, como lo acabamos de ver. Ojalá y que el próximo gobierno diseñe políticas públicas e implemente programas educativos que, en la práctica, reviertan aquello de que “origen es destino”; lo cual solo se podrá hacer si se invierte más y mejor en quien más lo necesita. Las becas no alcanzan para ello.

Presidente del consejo directivo de Métrica Educativa, A.C.

@EduardoBackhoff

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