Las educadoras y los educadores de este país tiene mucho que enseñar a los niños y niñas, además de los contenidos, sin importar la case a la que pertenezcan. Tienen mucho que enseñar por ejemplo de combate en favor de los cambios fundamentales que necesitamos, de combate contra el autoritarismo y en favor de la educación.
Paulo Freire
Joel Horacio Orozco González*
Los maestros estamos cansados. Una frase que quizá no se podría mencionar en la docencia, sin embargo, la connotación va más allá de un agotamiento físico y, no es que no hayamos tenido suficientes días de receso escolar para mitigar o discernir la información y desinformación que en los últimos meses se ha cimbrado en el ámbito escolar sobre la Nueva Escuela Mexicana (NEM) y los programas sintéticos que se publicaron de forma oficial el pasado 15 de agosto. El cansancio va más allá de lo físico, de lo mental y de lo premeditado que ha sido este cambio de paradigma que estamos experimentando.
Con el pésimo manejo que se le ha dado a la entrega de libros de texto gratuito, por gobiernos ensimismados en prejuicios partidistas o enajenados en intereses de grupos de poder (tal es el caso de Chihuahua), los cuales no han tomado en cuenta la opinión de los que verdaderamente sabemos el teje y maneje de la práctica magisterial. Los que día a día nos enfrentamos a una realidad muy distinta a lo que dicen los medios de comunicación. Los que no tenemos escuelas dignas, ni salones decorosos como cada informe de gobierno se afirma con fanfarrias, discursos baratos y politiqueros. Los que ciclo escolar tras ciclo escolar, nos enfrentamos a una realidad muy distinta a lo que las normativas y disposiciones pedagógicas dictaminan.
Los que estamos frente al escritorio, soslayando una agenda educativa nacida desde y para una burocracia a fin a los intereses del gobierno en turno, que ve en el Sistema Nacional Educativo (SNE) una política pública a una política de Estado.
La política educativa, que se define como el conjunto de disposiciones gubernamentales que, con base en la legislación en vigor, forman una doctrina coherente y utilizan determinados instrumentos administrativos para alcanzar los objetivos fijados al Estado en materia de educación. (Gallo Martínez, CID, p. 11)
Por ello, los maestros estamos cansados. Este cansancio es de hacer con lo poco que se tiene una educación de calidad o de excelencia ¿qué otro adjetivo se le implementará al artículo tercero constitucional, cuando un nuevo partido político llegue a la presidencia nacional? y nuevamente el SEN se vuelva a modificar por caprichos, necedades o acuerdos monetarios que sólo buscan lucrar con lo más preciado de cualquier país, sus estudiantes; quienes serán los encargados de dirigir nuestro futuro.
Por lo cual, esta docencia cansada como lo manifiesta Byug Chul Han, en su ensayo, La pedagógica del mirar, nos hace darnos cuenta que por mucho tiempo, los maestros sólo hemos contemplado, desde una barrera política, académica, económica y sindical, que la educación se ha reformado sin tomar los intereses de la docencia en general. Ya que nos hemos acostumbrado a sólo mirar y ver las cosas pasar sin poder opinar o ser parte de ellas y más en el ámbito educativo. Aprender a mirar significa acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo, es decir, educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada. (Chul Han, 2020, p. 49)
Con todo lo anterior y teniendo en cuenta el cansancio que existe de los profesores de tanto cambio de reformas educativas, valdría la pena hacer un recorrido de cómo se ha llevado esta situación durante años. Debido a que hemos estado pasando de planes y programas sin desarrollarse para poder evaluar su alcance en los alumnos que logran culminar con ese perfil de egreso, a programas escolares premeditados, que de cierta forma, sólo han buscado legitimar al gobierno en turno, dejando de lado el imperativo categórico; primero es el aprendizaje de los estudiantes, al consolidar un cambio que brinde las herramientas necesarias al magisterio para que puedan desarrollar su trabajo de la mejor calidad y con ello, contribuir a un sistema educativo nacional encaminado a ir en congruencia con las potencias mundiales.
A partir de 1992, detonado por el “Programa para la Modernización Educativa” de Carlos Salinas de Gortari, cada gobernante en turno ha pretendido dejar su impronta en el artículo 3º, con excepción de Ernesto Zedillo (1994-2000), quién sin embargo era Secretario de Educación cuando se realizaron las dos modificaciones del gobierno Salinista. Estas reformas han sido de muy diverso calado, desde simples adhesiones hasta transformaciones profundas en la dinámica de la educación pública.
Haciendo un recuento, los cambios experimentados en décadas recientes pueden fecharse de la siguiente manera: 1992, 1993, 2002, 2011, 2012, 2013 y 2016 (Arzola, p.162).
Como podemos analizar, el magisterio en general a atravesado varias modificaciones a los planes y programas, por una parte, los docentes no terminan de asimilar un cambio educativo, cuando ya se enfrentan a otro. Esto implica que muchas veces el sentido pedagógico en las aulas se diluya, con capacitaciones hechas al vapor, que sólo hacen perder el tiempo de los maestros y de los alumnos, además la mayoría de las modificaciones se han llevado sin tomar en cuenta las necesidades o los retos que emanan de las escuelas. Agregado a ello, la carga administrativa que muchas veces, el profesor tiene que sopesar ya que también algo que han traído las reformas, es que la educación se ha vuelto burocrática y en cierta medida su responsabilidad académica, que debe ser la única y las más importante, en algunos lapsos del ciclo escolar tiene que hacer uso de este tiempo para responder situaciones burocráticas.
Es indudable que las innovaciones educativas a las que en los últimos sexenios presidenciales se ha sometido al SNE corresponde a intereses mercantilistas que son caldo de cultivo en los sistemas económicos que sólo buscan propagar su opresión para explotar a los países que se dejan engatusar por estas corrientes económico educativas, teniendo siempre como objetivo modernizar o adecuar la educación como lo podemos acentuar en el acuerdo de modernización educativo de 1992.
El Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica recoge el compromiso del Gobierno Federal, de los gobiernos estatales de la República y del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, de unirse en un gran esfuerzo que extienda la cobertura de los servicios educativos y eleve la calidad de la educación a través de una estrategia que atiende a la herencia educativa del México del siglo veinte, que pondera con realismo los retos actuales de la educación, que compromete recursos presupuestales crecientes para la educación pública, y que se propone la reorganización del sistema educativo, la reformulación de los contenidos y materiales educativos, y la revaloración de la función magisterial. (SEP, 1992, p.4).
El ANMEB más allá de brindar cobertura a todo el país y fortalecer las escuelas rurales, también traía consigo una serie de reestructuración en todos los niveles escolares, ya que se llevaba por más de 20 años con las mismas prácticas de enseñanza y de aprendizaje. Mientras el mundo avanzaba a partir de la caída del muro de Berlín y se extendían la globalización en varios países. México seguía con la misma estructura educativa no acorde a lo que estaba pasando en los países que empezaban a entrar en la era del neoliberalismo. Por lo cual los docentes tuvieron que adentrarse en una transformación radical en todos los sentidos, más allá de lograr que la educación se articulara para lograr un cambio sin precedente, se volvió un acto con sentido político con un aire de discurso sexenal que se fue amoldando a los intereses del grupo de poder en turno. Con el único propósito de que los estudiantes que terminaran de cursar su educación básica, sean adecuados a los intereses mercantilistas de las empresas que se instalan en nuestro país. Citando a Arzola Franco (p. 170):
No es extraño entonces que la calidad educativa sea un asunto tan relevante para la administración pública, considerando que la agenda educativa de México está empatada con las propuestas de la OCDE, que ha contribuido con algunos documentos en los que se expresa que estas recomendaciones:
[…] tienen como objetivo contribuir a reformar y mejorar los aspectos de calidad y equidad del sistema educativo […] Incluye recomendaciones para mejorar la calidad y el potencial de los docentes mediante estándares nacionales claros, poniendo un mayor énfasis en su formación, desarrollo profesional, selección, contratación y procesos de evaluación [OCDE, 2010, p. 3]
Por lo anterior, sabemos que la agenda educativa que impera en nuestras aulas, sólo busca satisfacer las reglas que ciertos organismos internacionales han acuñado en los países que necesitan de ellos para subsistir o poner en práctica aquellos ideales de los grupos de poder que llegan a gobernarlos. No es casualidad que en nuestro país desde el año 2000 hasta la fecha, estemos viviendo varios cambios educativos, las cuales no terminan de consolidarse para cuando otra reforma se ha impuesto. No es casualidad que los maestros estemos cansados de tanta incertidumbre que va más allá de lo laboral y que se apega a lo pedagógico, donde la mayoría de las veces no estamos lo suficientemente capacitados en los nuevos planes y programas, cuando de la noche a la mañana, el gobierno modifica lo que en varios años de reforma; con poca actualización, a tientas y en constantes interpretaciones personales, el magisterio tenga que volver a iniciar desde cero, para lograr el fin propio de una educación de calidad.
Valdría la pena reflexionar; ¿en verdad los maestros somos tomados en cuenta por la clase política o sólo somos un instrumento del poder para lograr legitimar su estancia o su llegada a las altas cúpulas de la sociedad? Es aquí donde el cansancio que el maestro siente es de no ser valorado como un agente de transformación social, sino como una herramienta de colonización en la sociedad.
[…] al introducir nuevas normas que regularan la composición y el perfil del gremio magisterial para culminar con el añejo anhelo oficial que gradual y sistemáticamente se ha ido imponiendo dentro del sistema educativo: cercar, vigilar y controlar el desempeño del trabajo de los docentes, a través de una asfixiante y creciente estructura de evaluaciones que los induzca a la homogeneización reproductivista de la enseñanza y mutilen su creatividad y su iniciativa pedagógica autonómica (Navarro, 2017, 10).
La reforma peñista buscó responsabilizar al magisterio del atraso escolar que durante años tuvieron los estudiantes mexicanos, debido a los malos resultados de exámenes estandarizados como PISA y ENLACE. Herramientas cuantitativas que sólo median el conocimiento, sin tomar en cuenta las condiciones y el contexto en el cual se desarrollan los estudiantes o las situaciones que los docentes lograban sobrepasar para lograr una educación pertinente a sus posibilidades. Señaló punitivamente al magisterio, sin reflexionar que la educación es un todo, en el cual influyen factores internos y externos en el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes. Donde el docente no es el único responsable de dar una enseñanza, sino más bien, es un elemento de los muchos que conforman el proceso académico, para lograr un sistema educativo de calidad.
Con la derogación de algunas leyes de la reforma del 2013, vale la pena señalar que ciertas situaciones aún siguen en pie, como los métodos y formas de evaluar el proceso, aunque ahora se le da más importancia a la experiencia. Valdría la pena analizar si en realidad el gobierno Morenista está logrando revalorar al magisterio o sólo es parte del discurso mediático para endulzar los oídos de una docencia cansada de sólo ser presa de intereses internacionales a conveniencia de grupos de poder que manipulan las estructuras sociales, o bien, esta famosa revalorización es sólo un pretexto, para que sigamos siendo el instrumento ideal ante un proyecto educativo como la Nueva Escuela Mexicana (NEM) en donde la comunidad, la autonomía curricular o profesional buscan la decolonización y emancipación de los estudiantes y nosotros junto con ellos logremos revolucionar nuestra práctica para lograr ser valorados en una sociedad que por muchos años fue adoctrinada para señalarnos como los únicos responsables de que nuestro país tuviera el peor sistema educativo a nivel mundial. En un país en donde la televisión, los noticieros, los prejuicios, el paternalismo sindical, la suposición y la práctica docente añeja, que sólo vaciaba conocimiento para después lo vomitarlo. Todo esto nos cansó hasta aletargarnos y hoy, que estamos despertando, no sabemos qué hacer con esta libertad que nos brinda el abrir los ojos ante una nueva forma de educar en comunidad, donde el aprendizaje tiene sentido fuera del salón de clases.
*Asesor Técnico Pedagógico Telesecundaria, catedrático Maestría de la Escuela Normal Superior José E. Medrano R del Estado de Chihuahua
REFERENCIAS
Arzola Franco D. El artículo tercero y la política educativa en México, una lectura entre líneas del texto constitucional. (pp. 161 – 174).
Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (1992). Diario oficial de la Federación (pp. 4 – 14)
Arriaga, Flamad, Santizo (2019). Reforma educativa y políticas de evaluación en México. ¿Instrumentos para abatir el rezago escolar y promover la igualdad de oportunidades?. Foro Internacional LX. (pp. 717 – 753).
Chul Han Byung (2020). La sociedad del cansancio. (pp. 49 – 56). Editorial. Herder