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Saber leer: una asignatura pendiente en México

by Eduardo Backhoff Escudero
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La lectura es una herramienta fundamental para el desarrollo intelectual, profesional y social de las personas. A través de la lectura no solo se adquiere conocimiento y se mejora el lenguaje oral y escrito, sino que además posibilita el desarrollo de habilidades intelectuales como son la reflexión, el análisis, el pensamiento lógico y crítico, la creatividad, la curiosidad y la imaginación. En otras palabras, la lectura es una herramienta indispensable para mejorar la capacidad de pensar de los individuos y con ello su inteligencia. Asimismo, la lectura amplía los horizontes de las personas, aumenta su bagaje cultural, mejora las relaciones humanas y permite la socialización y la convivencia democrática. Por ello, la UNESCO afirma que “…los libros y el acto de leer constituyen los pilares de la educación y la difusión del conocimiento, la democratización de la cultura y la superación individual y colectiva de los seres humanos”.

Por lo anterior, es importante asegurarse de que todos los niños adquieran las competencias lectoras, a más tardar, al término del tercer grado de primaria, para que puedan transitar de la etapa de aprender a leer a la de leer para aprender. Está muy bien documentado que los estudiantes que no logran esta meta tendrán grandes dificultades académicas en los grados posteriores, condición que los orillará a abandonar su educación o, bien, a optar por estudios técnicos de poca exigencia intelectual. En los Estados Unidos se tiene evidencia de que los malos lectores tienden a ser desempleados, a tener trabajos manuales poco remunerados y a ser más propensos a la delincuencia.

Por desgracia, la población mexicana posee niveles de lectura muy por debajo de lo deseable. Tanto en los estudios nacionales (que ya no se realizan) como en los internacionales (que el país está dejando de participar) México obtiene resultados lamentables. Por ejemplo, en PISA (2018) los estudiantes mexicanos de 15 años obtuvieron una puntuación promedio de 420 puntos; 32 puntos por debajo de los obtenidos por los chilenos, diferencia equivalente a un grado escolar. El estudio de PISA también indica que cerca del 45% de nuestros estudiantes carece de las competencias lectoras necesarias para comprender lo que leen. Si bien, la capacidad lectora del país ha sido muy baja históricamente y no ha mejorado en los últimos años, la pandemia vino a exacerbar esta deficiencia intelectual. De acuerdo con las Naciones Unidas, debido al cierre de las escuelas ocasionado por la pandemia, mundialmente el número de niños con dificultades para leer aumentó en cien millones, lo que representa un incremento del 20%. En Latinoamérica esta cifra aumentó de 45% en 2019 a 58% en 2020.

Por lo anterior, no es de sorprender que los hábitos de lectura de la población adulta mexicana sean igualmente pobres. En 2022, el Inegi (Módulo sobre Lectura) reportó que los adultos alfabetas leyeron un promedio de 3.9 libros al año. De esta población, solo 43.2% leyó al menos un libro, cifra que disminuyó en comparación con la de 2016 (45.9%). Además de libros, los adultos leen una variedad de materiales impresos y digitales, entre los que se encuentran revistas, periódicos, historietas y páginas de Internet, foros o blogs. Sin embargo, según datos del INEGI, también la lectura de estos materiales ha disminuido en el país. Mientras que en 2016 cerca del 80% de los adultos había leído alguno de estos materiales, en 2022 apenas lo hacía el 72%. Por supuesto, los hábitos de lectura cambian según el grado de escolaridad de las personas: a mayor escolaridad, mayor frecuencia de lectura.

La condición lectora nacional se enfrenta a un nuevo problema que la amenaza con empeorarla: el cambio curricular (a implementarse el próximo ciclo escolar) que, en opinión de especialistas en enseñanza de la lengua escrita, adolece de muchos problemas entre los que destacan la complejidad de los libros de texto gratuitos para los primeros grados y la falta de gradualidad (ir de lo simple a lo complejo). Adicionalmente, se cambia el modelo pedagógico de la enseñanza de la lectura (que por décadas han practicado los docentes mexicanos), por uno que desconocen y que es de dudosa efectividad (debido a que no hay evidencias de experiencias exitosas en otros países).

En síntesis, la histórica pobreza de la competencia lectora del país, la falta de hábitos de lectura de los mexicanos, el impacto del cierre de las escuelas y el experimento del nuevo modelo educativo nos hacen anticipar un futuro nada halagador de la lectura en México, condición que repercutirá negativamente, tanto en el ámbito personal y profesional de los ciudadanos como en el ámbito social y democrático de la nación.

Presidente del Consejo Directivo de Métrica Educativa, A.C.

@EduardoBackhoff

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