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Balance educativo. I

by Pedro Flores Crespo
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No vimos un cambio sustancial en la estrategia de “equidad” de este gobierno; entregar, “sin intermediarios”, dinero.

A medida que el sexenio empieza a declinar, la ciudadanía se pregunta cuáles fueron realmente los logros e incumplimientos del gobierno en turno. Para despejar la incógnita, es necesario contrastar las metas propuestas con los resultados obtenidos y así iniciar la reflexión pública y abierta. 

El Programa Sectorial de Educación 2020-2024 (PSE) partía de un crudo diagnóstico que dio lugar a seis objetivos convencionales: garantizar la equidad, promover la educación de “excelencia”, revalorar al docente, crear entornos escolares favorables, hacer deporte, y “fortalecer la rectoría del Estado y promover la participación de todos”. 

De estos seis objetivos, se desprendieron 30 “estrategias prioritarias” y luego 275 “acciones puntuales”. También se incluyeron metas “para el bienestar” y parámetros con el propósito de “dar seguimiento a los avances […], así como realizar cambios y adecuaciones oportunas”. ¿Ha cambiado el gobierno de AMLO su estrategia en materia educativa con base en estos indicadores y parámetros? Para responder a esta pregunta, revisemos algunas de las 19 metas que incluyó el PSE y que establecen avances intermedios.  

Con el discurso de “no dejar a nadie atrás”, la 4T se propuso que la cobertura en el nivel de educación media superior pasara de 84 a 86%  en tres años. Es decir, que en 2021, 86 jóvenes de cada 100 de 15 a 17 años cursaran el bachillerato. De acuerdo con la Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación (Mejoredu), en el ciclo escolar 2020-2021, este indicador alcanzó sólo 75%, es decir, 11 puntos por debajo de lo que se prometió y nueve puntos por debajo de donde estábamos. 

Si bien la pandemia puede caer “como anillo al dedo” para explicar esta brecha, lo cierto es que tampoco vimos un cambio sustancial en la estrategia de “equidad” de este gobierno y que consiste en entregar, “sin intermediarios”, dinero.

Las becas son instrumentos políticamente rentables, pero socialmente limitados para ofrecer educación a todas y todos. Y hablando de género, la tasa de cobertura en el bachillerato para los varones es menor siete puntos a la registrada por las mujeres.  

Siguiendo la tendencia de combatir las desigualdades desde la edad temprana, este gobierno también propuso atender, mediante programas educativos, a la población de niñas y niños de cero a dos años. En 2018, la tasa de atención a esta población era de 8.7%, es decir que nueve de cada 100 pequeños recibían programas de primera infancia. Era lógico esperar que este proporción aumentara a medida que corría el tiempo, pero pasó exactamente lo contrario. Para el ciclo escolar 2020-2021, Mejoredu calcula este porcentaje en 4.9, es decir, casi cuatro puntos atrás de cuando se decía que la equidad iba a ser el “eje ordenador de la acción educativa”. 

En las próximas entregas seguiremos contrastando las metas educativas con los resultados obtenidos por este gobierno para que usted saque sus propias conclusiones. Mientras tanto, podemos notar que aunque exista una subida retórica de cambio o “transformación”, las políticas educativas de este gobierno persiguieron objetivos convencionales. Segundo, los referentes para verificar su desempeño son pocos (19 metas) en comparación con todas las acciones que se querían emprender (275), y tercero, es urgente complementar el enfoque de equidad y justicia educativa con ideas originales y prácticas efectivas.

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