Parece verdad que el gobierno del presidente López Obrador no quiere dejar ni una coma del proyecto de reforma educativa del gobierno de Peña Nieto. Es más, aspira a dejar poco rastro de más de un siglo de educación pública. Va contra la escuela pública para forjar la escuela comunitaria como la entiende un grupo del funcionariado de la Secretaría de Educación Pública.
La semana pasada, en dos lances independientes uno de otro, se dio a conocer que la SEP tiene ya listos y en bodega alrededor de 25 millones de libros de texto gratuitos, dentro de lo que denomina la nueva generación. Pero los mantiene ocultos.
Con todo, Carlos Mancera, exsubsecretario de Educación Pública, y Carlos Loret de Mola se hicieron de los ejemplares de los libros para primero de primaria. Mancera también del de instrucciones para el maestro. Y lo que nos muestran es que la SEP quiere destruir la educación nacional al volcarla a una idea comunalista.
El reportaje de Loret de Mola puede consultarse en https://latinus.us/2023/03/22/loret-en-latinus-22-de-marzo/. Mancera presentó con un PowerPoint una conferencia ante un grupo de editores y periodistas. Ambos critican lo que encontraron en los libros y dan pistas sobre los contenidos, sus juicios son severos. Mancera comienza y remata con una sentencia lapidaria. “La reforma a los planes y programas de estudio y los nuevos libros de texto apuntan al fracaso educativo de las nuevas generaciones”. Sustenta sus dichos con extractos de varios textos.
No tengo acceso a los libros para normar mi criterio. Pero, tanto en el Acuerdo de la SEP del 19 de agosto de 2022, como en los tres documentos de trabajo previos para modificar el marco curricular, se extasían con loas a las comunidades de pueblos originarios y afromexicanas. Asunto que no estaría mal si no estuviese acompañado por un alegato contra los mestizos y la historia.
Tampoco sería una falta promover una ideología decolonial y las epistemologías del sur si no fuesen escoltadas por mensajes de odio, división y discordia que atentan contra el ya de por sí débil tejido social. Por ejemplo, dicta a los maestros: “Es fundamental reconocerse dentro de este sistema como uno de aquellos dos polos: como un sujeto que forma parte de las élites hegemónicas que oprimen a los sectores marginados o como un oprimido que es miembro de una subalternidad y que posee múltiples prejuicios impuestos por el sector dominante que le impiden su crecimiento” con el fin de “generar un pensamiento de ruptura que permita diseñar un discurso contrahegemónico que contrarreste las prácticas colonialistas”.
No se sabe que la SEP ya haya construido un nuevo plan de estudios, al cual deberían seguir los libros. Estimo que no lo hará en el corto plazo, porque tiene que hacer consultas formales con las autoridades estatales, docentes y padres de familia, a menos que lo imponga.
Junto con la crítica noté cierto pesimismo en las exposiciones en comento. Mas cavilo que esos textos quizá no pasarán. La CNTE ya decretó que en sus territorios seguirán con sus propios materiales. Al parecer, también hay violaciones al artículo 3 constitucional: “El criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico”… Además, “será nacional, en cuanto –sin hostilidades ni exclusivismos– atenderá…”.
Los textos desprecian al conocimiento científico y la unidad nacional. Al contrario, promueven el rompimiento social. Por ello, preveo una ola de amparos que levantarán organizaciones de la sociedad civil y la Corte los frenará, como aquella prueba piloto.
De cualquier manera, el daño que incita la nueva generación de libros de texto es grave. Y, a pesar de la austeridad republicana, la SEP ya gastó una millonada que, literal, se irá a la basura.