
¿Qué esperamos de la educación? Depende a quién se le pregunte. Las madres y padres de familia esperaríamos que las escuelas, bachilleratos y universidades doten a nuestras hijas e hijos de nuevos conocimientos y les ayuden a forjar un carácter para sortear las distintas etapas de la vida. También nos importan sus calificaciones porque las equiparamos con un logro personal y familiar.
Las propias escuelas, normales, bachilleratos y universidades, por su parte, desearían que sus egresados sean “exitosos” porque cumplirían su misión y lograrían construir una idea de prestigio. El lugar donde se forman a los “mejores” maestros, sociólogos o médicos sirve para atraer mayor demanda y así ser viable financiera e institucionalmente.
Por otro lado, los empresarios y empleadores quisieran que la educación le proporcione a sus trabajadores las habilidades y destrezas necesarias para desempeñar eficaz y eficientemente sus labores. De esta manera, será posible elevar tanto su productividad como las ganancias.
Todas estas expectativas no son mutuamente excluyentes. Es decir, pueden combinarse. Representan los “colores” de la educación. Centrarse entonces en uno solo oscurece la política educativa. Si esto es verdad, ¿a quién le interesa “pintar” con una amplia gama de tonos y formar buenos ciudadanos?
Teóricamente, al Estado; es decir a los gobiernos y a la sociedad. El Artículo Tercero Constitucional, de hecho, señala que la educación en México tenderá a desarrollar ármonicamente t-o-d-a-s las facultades del ser humano. Se habla incluso de “fomentar” el respeto a los derechos y el “amor a la Patria” (sic).
No obstante, la formación cívica y ciudadana no es algo que aparezca comúnmente en las misiones de las escuelas, normales, bachilleratos y universidades. Incluso, llama la atención que sea el Instituto Nacional Electoral el encargado de fomentar la educación cívica y la cultura democrática en la niñez y juventud, levantando dudas sobre la verdadera función de la Secretaría de Educación Pública al respecto.
Socialmente, tampoco parece haber padres de familia, activistas, empresarios, think tanks o un consejo de investigación que demande al sistema educativo formar individuos responsables que sepan exigir sus derechos de manera razonada y participar así en la vida pública del país. Luchar contra los fanatismos, pues, como dice la Constitución.
Por eso es importante, ponerle atención al Estudio Internacional sobre Educación Cívica y Ciudadana que coordina el centro del mismo nombre en la Universidad de Bath en el Reino Unido y cuyo director es un eminente mexicano, el doctor Andrés Sandoval www.bath.ac.uk
Este estudio busca evaluar los aprendizajes en términos de formación cívica y ciudadana de los estudiantes de educación básica (8º Grado, 13-14 años). Ofrece, además, una perspectiva comparada a nivel internacional y sirve para monitorear metas. La próxima aplicación será en 2027. Previo a ella, se ha aplicado en 2009, 2016 y 2022. Nuestro país participó en los dos primeros ejercicios, pero haciendo gala de la “política del avestruz” no lo hizo en 2022 ni lo hará en 2027. La sociedad perderá entonces la oportunidad de saber si la Nueva Escuela Mexicana y su “nuevo” modelo curricular, fueron capaces de generar o no la “revolución de las conciencias”.
Es evidente que la formación cívica y ciudadana importa cada vez menos en México. No es extraño dado los gobiernos que votamos y la clase política actual. El color de la educación se ennegrece.