Tal vez necesitamos recuperar ese arte tan humano que es la lentitud. Nuestros estilos de vida parecen contaminados irremediablemente por una presión que escapa a nuestro control; no hay tiempo que perder; queremos alcanzar las metas lo más rápidamente posible; los procesos nos desgastan, las preguntas nos retrasan, los sentimientos son un puro despilfarro; nos dicen que lo que importa son los resultados, sólo los resultados. A causa de esto, el ritmo de las actividades se ha tornado despiadadamente inhumano.
Cada nuevo proyecto es más absorbente que el anterior y aspira a anteponerse a todo. La jornada laboral se extiende e invade la esfera privada. Pero también aquí hay que estar conectado y disponible en todo momento…
El lunes de la semana pasada tuve el gusto y el honor de participar en una más de las transmisiones de la serie Diálogos por la esperanza que, bajo el liderazgo de la Dimensión de pastoral educativa y de la cultura de la CEM es auspiciada por la Universidad del Valle de Atemajac y la Universidad Vasco de Quiroga. El tema de esta ocasión fue el muy bello, sencillo y a la vez profundo libro del Card. José Tolentino Mendoça titulado Pequeña teología de la lentitud. En esta conversación -que puede verse completa en esta liga https://fb.watch/qQflVrJi2O/– comentamos el libro el Dr. Guillermo Hurtado, prestigiado académico de la Facultad de Filosofía de la UNAM y quien esto escribe, bajo la moderación y coordinación del P. Eduardo Corral Merino, asistente de esta dimensión.
Como acertadamente señaló el Dr. Hurtado en una de sus intervenciones, el título encierra ya el mensaje del libro. Primero, al definirse como “pequeña Teología” nos advierte a los lectores -a los especialistas para no esperar lo que no es esta obra y a los lectores no especialistas para quitar el miedo a acercarse a estas páginas- de su pretensión. Se trata de un libro que no hace un ejercicio de lo que podría llamarse la gran Teología, la que hacen los académicos e investigadores de esta disciplina, sino de una obra sencilla y accesible para todos, en la que se presenta, desde una visión de fe y una síntesis teológica muy personal y bien apropiada por el autor, una teología que podría definirse como aplicada a la vida cotidiana de cualquier ser humano promedio.
Se trata diría yo de una obra sapiencial, en la que se recoge la reflexión de un sacerdote católico con estudios especializados en Teología, pero que no contiene citas bíblicas ni referencias a los grandes teólogos de la historia sino imágenes que ilustran desde la literatura, la poesía, el cine, las artes, etc. la invitación a vivir humanamente en tiempos de cambio de época.
El punto de partida no es nuevo, pero sí se aborda de una manera fresca y renovada. Estamos, dice el autor del libro, en una época que contamina nuestras vidas de forma irremediable por la prisa, por la aceleración. Como dice el epígrafe: “no hay tiempo que perder” aunque a veces no sepamos por qué o para qué emplear el tiempo. Se trata de una presión que no podemos controlar nosotros porque viene desde el sistema y la cultura que la humanidad está viviendo o tal vez obligándose a vivir en nuestros días.
Se nos exige alcanzar las metas -en cualquier campo de la vida, desde el peso corporal hasta el trabajo profesional o en nuestro caso, educativo- lo más rápidamente que sea posible. La aceleración de procesos con fecha límite de vencimiento nos desgasta y nos produce estrés y problemas de salud física o emocional. En síntesis: “El ritmo de las actividades se ha tornado despiadadamente inhumano”.
Así vivimos el día a día, saltando de un proyecto a otro que es aún más exigente y apresurado que el anterior con la consecuente ruptura de la frontera entre el horario laboral y la vida personal, familiar y social. El trabajo invade nuestra esfera privada puesto que también en el tiempo “libre” tenemos que estar conectados y disponibles las veinticuatro horas del día.
Pero la velocidad, la aceleración de la vida es inversamente proporcional a la memoria y a la profundidad, dice el libro citando la novela La lentitud, de Milan Kundera, tal vez precursora de esta reflexión desde la literatura. Por ello, desde el inicio hay una invitación que nos dice -humildemente, pues comienza con un “tal vez…”- que este momento puede ser el que nos pide recuperar el arte tan humano de la lentitud.
A partir de esta invitación central, el libro va planteando cada capítulo desde todas esas artes que tendríamos hoy que restaurar para volver a vivir nuestra vida de una manera lo más humana que sea posible, en un entorno de creciente humanización. Como artesanos de nuestra propia existencia y de la historia de la humanidad estamos invitados a recuperarlas para no concretarnos a sobrevivir, que para los estándares de hoy ya implica un gran esfuerzo y sacrificio.
Se nos presenta entonces la invitación a recobrar el arte de lo inacabado para hacernos pensar en nuestra propia existencia como ese espacio limitado pero abierto a lo sin límites y a mirar a la humanidad como un proyecto en permanente construcción. La oportunidad de retomar otras artes como el agradecer lo que no nos dan, el perdón, el esperar, el cuidar, el habitar, el contemplar la vida, la perseverancia, la compasión, la alegría, ir al encuentro de lo que se pierde, la felicidad, la gratitud, el escuchar nuestro deseo, el morir y finalmente el arte de no saber.
Dentro de todas estas artes, todas ellas contraculturales y en sentido de recuperación de la lentitud y superación del vivir aceleradamente me llamaron especialmente la atención el arte de agradecer lo que no nos dan, porque creo que nos haría mucho bien en tiempos en los que se nos vende que nos merecemos todo y debemos exigirlo todo, reclamando siempre aquello que no nos sea dado y también el arte de habitar la vida y habitar el mundo, porque me parece también indispensable en un escenario como el actual, en el que más bien concebimos nuestra tarea como la de dominar o controlar al mundo y la vida.
La lectura de este libro me parece que sería muy provechosa para todos los educadores y de nuestro tiempo, sean o no creyentes, pues aunque unos y otros lo leerán desde perspectivas distintas, a todos les aportará reflexiones muy útiles sobre aspectos que tendríamos que cultivar en las nuevas generaciones para enseñarles a vivir, que es como dice Morin, el objetivo fundamental de toda educación.
Como mencionaba en mi intervención en la charla, al leer esta obra y dejarme mover por sus planteamientos humanos profundos y trascendentes pensaba en la necesidad de construir una pequeña pedagogía de la lentitud, teniendo estas artes como ejes articuladores. Sé que no es algo novedoso hablar de slow learning o slow school (1), puesto que a partir de la reacción del italiano Carlo Petrini ante la apertura de una sucursal de la franquicia de hamburguesas más conocida en el mundo, fundó en 1986 el movimiento de slow food o comida lenta y de ahí se empezaron a construir otros movimientos que abarcan otros aspectos de la vida humana, hasta llegar también al campo de la educación escolarizada, cuyos orígenes se remontan al 2002 en el que Maurice Holt se convierte en el principal impulsor de la slow education o educación lenta en Europa (2).
Sin embargo, este movimiento necesita ser reforzado ante la prisa de la vida moderna que nos sigue llevando a la sobrecarga de contenidos curriculares y de actividades escolares y extraescolares, además de que este libro aborda desde lo teológico, elementos que enriquecerían enormemente esta propuesta por educar humanamente, desde la recuperación de estas artes fundamentales para el buen vivir.
Tal vez la clave del cambio paradigmático en la educación no esté en los innovadores modelos educativos o en las reformas curriculares revolucionarias. Tal vez la clave se encuentre en lo pequeño y tenga como puerta de acceso, la lentitud.
(1) Yo mismo escribí aquí en 2022 el artículo: Educación lenta, que puede consultarse en: https://www.e-consulta.com/opinion/2022-02-21/educacion-lenta
(2) Patricia Quiroga Uceda y Silvia Sánchez Serrano. La educación lenta en perspectiva histórica: conceptualización, desarrollo y concreción en las iniciativas de Madre de día Waldorf en España, p. 129
https://www.raco.cat/index.php/EducacioHistoria/article/download/360766/452815