Exacto, solo sin pensar en el rédito seremos felices. Hace unos meses, el hijo de Fernando Savater publicó un libro sobre la atención, en donde hacía una apología de la distracción, de la importancia de pensar en las musarañas, porque ese tiempo vuelve el instante eterno; no sientes que estás perdiendo el tiempo porque el mundo se hace más ancho. Pero no nos dejan distraernos, nos empujan a saltar de una cosa a otra y ahí la eternidad no emerge. Eso se ve muy bien cuando uno disfruta intensamente, cuando está con la familia o con los amigos y de pronto se da cuenta de que han pasado cinco horas. Son vivencias no sujetas a la productividad, de distracción feliz, en la que te ocupas y cuidas a los que tienes alrededor, porque a veces, el sufrimiento te hace egoísta y descuidas a quien te quiere. Hay que cuidar el alma, y esto no tiene que ver con expiar pecados sino con cuidar los lazos, los vínculos, a ti mismo…
Ana Carrasco Conde, entrevistada por Esther Peñas en Ethic, 15 de abril de 2024.
Durante la semana me encontré en Ethic esta entrevista que me pareció muy rica y profunda. El tema central de la charla entre la entrevistadora y la filósofa Ana Carrasco Conde es el del duelo ante la muerte de los seres queridos y ante las pérdidas que se van presentando de manera inevitable a lo largo de la vida de todos los seres humanos. Creo que ese tema es central en la educación porque ni la familia ni la escuela nos enseña a asumir las pérdidas, a llorarlas y a vivir un proceso de duelo constructivo. Pero me ocuparé de ello en una futura entrega.
Hoy quiero enfocarme en una parte que si bien es secundaria en la entrevista que menciono y cito aquí, me parece un reto fundamental para quienes educamos a niños, adolescentes y jóvenes en el sistema escolarizado o en la familia o cualquier otro espacio social de educación no formal. Se trata de la unidualidad constituida por la atención y la distracción.
Se trata de una relación en la que ambas partes son necesarias para una vida equilibrada, pero las dos son hoy en día, desde mi punto de vista, malinterpretadas o devaluadas en la sociedad de la prisa, la productividad, el utilitarismo y la inmediatez. Creo que estos dos elementos necesitan educarse para que sirvan realmente al propósito que tienen en la construcción de vidas humanas sanas y felices.
Por una parte, está el término que se valora demasiado -aquí sí es pertinente decir demasiado, aunque esta palabra se usa hoy de manera indiscriminada e incorrecta para decir mucho o grandemente- pero se malentiende y se enfoca únicamente desde esta visión productivista, utilitarista y de urgencia.
Me refiero a que hoy el mundo nos pide estar atentos al mismo tiempo a miles de cosas urgentes: estímulos diversos, información intoxicante, emociones descontroladas, imágenes omnipresentes, etc. Vivimos en el mundo de la atención dispersa, en la que por atender muchas cosas urgentes simultáneamente, no ponemos verdadera atención, nos distraemos en el mal sentido del término, de lo verdaderamente importante y necesario para vivir de manera armónica con nosotros mismos, con los demás y con el medio ambiente.
En las aulas exigimos atención a los estudiantes porque si no, es prácticamente imposible el aprendizaje: si no pones atención no vas a entender, les decimos con frecuencia. Sin embargo, aunque para nosotros ellos están distraídos, en realidad están atentos a tres o cuatro cosas a la vez porque viven de prisa, muy de prisa, exigidos por los demás profesores, por requisitos extracurriculares que tienen que cumplir, por situaciones familiares que les preocupan, por las demandas de los amigos, el novio o novia, las novedades en las redes sociales, la información que los bombardea en la vida cotidiana y muchas cosas más.
Esta atención dividida o dispersa, causada por el entorno en el que viven, los hace estar distraídos de lo verdaderamente importante que en el caso de una clase, sería el aprendizaje de los contenidos, el desarrollo de las habilidades que se pretende, el ejercicio de actitudes y de la inteligencia socioemocional que se busca que adquieran, en fin, de su formación integral.
Culpamos a veces a los docentes porque en un mundo con tantos estímulos, no son o no somos capaces de presentarles estos elementos formativos de una forma tan atractiva que los desconecte de los demás asuntos a los que tienen que poner atención en todo momento. Esta falta de creatividad y significatividad del aprendizaje es real y en parte responsable de este fenómeno, pero desde mi punto de vista, es solamente un elemento de muchos y el contexto de múltiples demandas que caracteriza a nuestro sistema social es realmente tan poderoso que resulta muy complicado luchar contra él, porque además lleva muchos años adiestrando a los estudiantes para ser multi-tareas o viéndolo desde otro punto de vista, para no ser capaces de mantener la atención en una sola cosa por más de diez o quince minutos.
Veamos el otro componente de esta unidualidad. Si analizamos lo que pasa con la distracción, veremos que es realmente un elemento que tampoco aporta riqueza al desarrollo humano de los educandos, puesto que se trata de una distracción exigida por el entorno y centrada en urgencias para responder rápidamente a demandas o estímulos recibidos, pero no de una auténtica distracción que libere a las personas del vertiginoso ritmo de su día a día y los ponga en contacto consigo mismas, con la naturaleza, con los otros y otras significativos y queridos.
De manera que nos encontramos en un mundo en el que la velocidad y multiplicidad de demandas externas hace que no haya una atención sistemática, sostenida y realmente concentrada en lo relevante -sean cuestiones a aprender marcadas en el currículo o planteadas por los educadores o elementos importantes en su reflexión personal y en su convivencia con sus seres cercanos o en su conciencia social y ambiental- sino una atención dispersa, diluida, dividida, fragmentada y efímera. Tal vez por ello se hable hoy tanto del famoso trastorno de déficit de atención.
Por otra parte, estamos viviendo tiempos en los que no hay permiso para la distracción positiva y constructiva, esa distracción que nos hace salir de la esclavitud de la rutina y tener momentos para disfrutar a profundidad la vida, para reflexionar la propia vida y su sentido, para compartir la vida con toda calma y gozo, sin la prisa que se nos impone desde fuera y de la que ya no podemos huir porque la tenemos muy internalizada.