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Ante el rezago social, la reflexión

by Pedro Flores Crespo
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La cultura del pesimismo vende bien. Es fácil y popular creer que todo está mal. Aunque la realidad tenga múltiples matices, nos cuesta trabajo distinguir los tonos. Una buena manera de salir del negro panorama que asumimos es reunir información, contrastarla, verificarla, discutirla y sobretodo, dejarnos tocar por lo contraintuitivo. Es decir, por aquello que es diferente a lo que inercialmente pensamos como “verdadero” o correcto.

Esta posibilidad nos la dio el martes pasado el Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) al presentar el Índice de Rezago Social Longitudinal. ¿Y esto qué es? Una medida que nos hace mirar más allá de un tiempo determinado. Con este índice, podemos saber qué zonas y estados de la República aseguraron condiciones para tener un mayor acceso a educación, salud, vivienda y a otros bienes en 2000, 2005, 2010, 2020 y así poder hacer comparaciones en el tiempo. 

Las entidades federativas que registraron un mayor aumento de localidades que mejoraron en 20 años son: Querétaro, San Luis Potosí, Campeche, Guanajuato e Hidalgo (Coneval). ¿Qué políticas públicas imaginaron y pusieron en marcha estas entidades para contrastar con lo realizado en Chihuahua, Chiapas, Guerrero, Durango y Oaxaca donde el rezago social es “persistente”? Un análisis en este sentido es necesario. Pero mientras esto llega, diría que al distinguir que hay estados distintos, damos un primer paso para modular nuestro pesimismo. Actuar de una manera diferente a la que tendríamos si los efectos del desarrollo sobre la expansión de derechos fueran igual para todos es un segundo paso hacia delante. Con matices, albergamos esperanza.

El Coneval también reporta que el porcentaje de localidades con “muy alto rezago social” disminuyó de 22 a 3 por ciento en 20 años y en cambio, el número de zonas con “muy bajo rezago” aumentó. Pasó de 4,799 localidades al inicio del milenio a 51,746 en 2020. Un cambio significativo en ambos casos que nos hace suponer que a medida que los territorios mejoran, la calidad de vida de las personas puede ir en el mismo sentido.

Pero no hay peor fórmula para la discusión razonada que enfrentar el pesimismo con un optimismo irredento. Por eso es necesaria la crítica. El reporte del Coneval es en sí valioso, pero además nos ofrece la posibilidad de discutir públicamente diversos aspectos. 

En primer lugar, habría que decir que el incremento en el número de localidades con un mayor acceso derechos y bienes es importante, pero no debe alejarnos de una pregunta igual de valiosa: bajo qué condiciones podríamos las personas en México hacer un ejercicio efectivo de estos derechos a medida que se amplían territorialmente, por un lado y por otro, qué podríamos realmente hacer con los bienes tecnológicos acumulados. Tener un teléfono “inteligente” dice poco sobre nuestra capacidad para reconocer fakenews o de poder usarlo libremente en la vía pública por temor a ser asaltados.

Segundo, insistiendo en centrarse en lo que las personas podemos ser y hacer a medida que se amplían los derechos en términos territoriales, sería interesante analizar y discutir los resultados del Coneval a la luz de la movilidad. Es probable que al advertir que hay más oportunidades en otros lugares distintos al de origen o de residencia la gente razone emigrar. Un análisis de la migración por grupo social podría ofrecer mejor información sobre la desigualdad territorial. El análisis y la reflexión, con base en los datos, contribuyen a falsear nuestras creencias y acciones públicas. 

Investigador de la UAQ

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