Empezar a escribir una columna sobre educación para los diversos medios de Organización Editorial Mexicana implica una gran responsabilidad a la vez de que es necesario explicar qué podrá encontrar aquí, amable lector y lectora.
En primer lugar, podrá leer opiniones sobre las diversas acciones que los gobiernos y las sociedades proponen y ponen en práctica para tratar de resolver los problemas educativos del país. La inequitativa e injusta distribución del conocimiento entre las personas más desfavorecidas y la baja calidad educativa en todos los sectores serán temas prioritarios, así también como la mala gestión que han producido las burocracias en nuestras escuelas, bachilleratos y universidades públicas del país.
Segundo, estas opiniones tratarán de ser fundadas, críticas y abiertas a la refutación. No se trata de imponer posturas, lisonjear alguna causa política o ideológica ni mucho menos quedar bien con algún personaje. Se trata de comprender, por medio del análisis ponderado, la realidad y el acontecer educativo del país. Construir argumentos y ejercer el diálogo es cada vez más necesario en un país que parece carcomerse entre la polarización política, la violencia, la conveniencia y la popularidad mediática.
Esta columna adoptó el nombre de “Universidad Crítica” porque trabajo en una institución pública de educación superior y pienso que es ahí donde la crítica opera como “motor” para crear ideas y acciones basadas en nuestro razonamiento. La crítica es uno de los códigos con que los académicos funcionamos y ofrecer opiniones bajo este principio posibilita la comunicación entre personas, ya sean como estudiantes, ciudadanos y docentes, autoridades e investigadores.
Tercero, usted también podrá conocer puntos de vista sobre la coyuntura educativa en el ámbito nacional e internacional. Para poder entender mejor los problemas educativos de México hay que mirar hacia afuera. “Ojo que no mira más allá no ayuda al pie”, dice Silvio Rodríguez. La perspectiva global es necesaria para discutir y resolver la problemática educativa que enfrentan millones de niñas, niños, jóvenes, madres y padres de familia, maestras, maestros y autoridades educativas. Enfrentamos más problemas comunes en el sector educativo de lo que imaginamos. La pregunta central es por qué algunos países, estados, municipios o comunidades hacen mejor las cosas que otras. El cambio sí puede ser real, sólo que para avanzar no hay que temer a la comparación y actuar distinto.
En esta columna también encontrará ciertas “digresiones” que espero disculpen pues “soy mexicano”, justificaría Octavio Paz en sus escritos. Las diversas manifestaciones del arte y la cultura me atraen por motivo doble. Por un lado, son altamente disfrutables y por otro, nos encaminan a estimulantes debates públicos. Por ejemplo: “¿por escuchar corrido tumbado hay predisposiciones reales de los jóvenes hacia la violencia o sólo es una preocupación sin evidencia de la gente mayor?”
Desde hace tiempo, he sostenido públicamente que la “cultura educa” en la medida que no busca moralizar, sino hacernos conocer por la vía sensible y la “imaginación narrativa” (Nussbaum). Al transmitir la “emoción sin obstáculos” (Woolf), los artistas enriquecen nuestro mundo real, logran adelantarse a los hechos y combaten la “dictadura de los comportamientos fijos”, en palabras de Carlos Monsiváis.
Iniciemos entonces. Se trata de una columna sobre temas educativos y culturales que busca establecer una permanente interlocución para quien desee escuchar.