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La educación en el primer debate presidencial

by Miguel Ángel Casillas
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Si los debates presidenciales son un espacio privilegiado para la discusión de las ideas, para la confrontación de proyectos y visiones sobre el futuro, el debate presidencial del domingo pasado dejó mucho que desear. El formato estableció como un tema prioritario a la educación, y las candidatas y el candidato fueron incapaces de formular prioridades e ideas precisas en ese sentido. Desde lo que escuchamos los ciudadanos, los partidos y sus candidatas y candidato carecen de un diagnóstico serio sobre la situación de la educación nacional, no tienen idea ni de los problemas estructurales que caracterizan a nuestras escuelas, ni de los desafíos que nos presenta la sociedad del conocimiento y los objetivos del milenio definidos por la ONU. Ni una mención a la cobertura ni a la calidad en la educación nacional.

En materia educativa no hubo una sola expresión autocrítica por parte de los aspirantes a la presidencia, ni observaciones críticas sobre las gestiones anteriores, ni sobre el devenir educativo durante el presente sexenio. Durante el debate, en términos de tiempo, el tema de la salud fue más relevante que el tema educativo.

Para los candidatos la educación pareciera un problema más que una oportunidad. Lo desconocen todo, confunden los niveles y las supuestas soluciones no son más que generalidades y expresiones de sentido común. No hay un horizonte de futuro en materia educativa y en su imaginario la educación es una nebulosa. No tienen idea del tamaño del sistema, desconocen sus problemas principales; nunca refirieron a lo establecido en las leyes ni al plan sectorial, ni al programa nacional de educación superior, por ejemplo.

Máynez, en la frivolidad, expuso alguna idea sugerente respecto a que la educación juegue un mejor papel en la distribución de las oportunidades sociales, y que debería haber más juego y diversión. Se sacó de la manga un número imaginario de un millón de estudiantes más en la educación superior.

A Xóchitl parece que la asesoró Nuño; mirando al pasado, sólo insistió en las escuelas de tiempo completo y las estancias infantiles. Por ahí se le ocurrió repartir tablets y establecer la enseñanza del inglés. Refirió al internet, a la robótica y a la inteligencia artificial sin mayor fundamento.

Sheimbaum, por su parte, privilegió una visión económica de la educación: sólo habló de repartir más becas. Refirió superficialmente a la Nueva Escuela Mexicana y dijo que habría que mejorarla. También refirió de manera reiterada a sus éxitos como jefa del gobierno de la CDMX y en materia educativa resaltó su experiencia con la Universidad de la Salud y la Universidad Rosario Castellanos y las puso como ejemplo de lo que hará a nivel nacional.

Algunas coincidencias fueron evidentes: los tres hablaron de la digitalización, de la capacitación magisterial y de la revaloración de los maestros, pero sin concretar nada; solo expresiones huecas de sentido común y generalidades. Puro rollo en búsqueda de votos.

También hubo ausencias muy significativas. Por ejemplo, sobre el financiamiento a la educación. Tampoco nadie habló sobre la necesaria rehabilitación de muchas escuelas.

Sobre la ciencia y la tecnología, todos coincidieron en que es importante, pero no formularon nada original ni que los comprometiera. Ni una referencia al posgrado, ni al Conahcyt, ni sobre el papel del conocimiento en el desarrollo social.

Para nadie es prioritaria la renovación del proyecto pedagógico, de las maneras de enseñar, ni de las formas de convivencia en el aula y las escuelas. Ninguno de los aspirantes a la presidencia imagina un sistema educativo moderno, con una educación activa y significativa. Nada hablaron sobre la calidad o la excelencia en educación. No tienen la menor idea sobre la reforma de género o la perspectiva de derechos humanos con que deberían actualizarse los programas de estudio. Nadie habló sobre el papel de la educación en la lucha contra el cambio climático o de su importancia para la protección y restauración ambiental. La vinculación, la transferencia de tecnología, la difusión cultural y artística fueron ignoradas.

Aunque refirieron a la digitalización como si fuera magia, las candidatas y el candidato lo ignoran todo sobre la actualización tecnológica de los planes y programas de estudio, indispensable para formar una ciudadanía activa en la cultura digital, para alentar nuevas formaciones profesionales, para ampliar el acceso al conocimiento y a los bienes culturales.

Nunca hablaron de la democracia en la escuela, ni del papel pedagógico que debe orientar a las escuelas para formar ciudadanos comprometidos con una cultura política democrática, ni mucho menos sobre la democratización de la vida interna de las escuelas y la indispensable participación magisterial y sobre todo estudiantil en la gestión, como parte de su experiencia escolar.

Ojalá y con el paso del tiempo el candidato y las candidatas puedan madurar una propuesta educativa que los diferencie y distinga. Por lo pronto, en materia de educación, sus propuestas fueron insuficientes, demagógicas e insustanciales. Sería deseable que los partidos promovieran propuestas fundadas en diagnósticos serios y no siguieran recurriendo a las ocurrencias y en insistir con proyectos fallidos que en poco abonan a las metas y necesidades nacionales.

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