Lev M. Velázquez Barriga*
Pocas veces los políticos partidarios del conservadurismo, expresan públicamente su adhesión a los postulados de la derecha, como lo hizo la senadora Lilly Téllez, cuando dijo: A nadie debería avergonzar defender la vida, el esfuerzo individual, la familia, la propiedad privada; el orden y el Estado limitado
; es decir, contra la libre decisión de la mujer sobre su cuerpo; por las relaciones de competitividad, darwinismo social, privilegios de clase y contra la organización sindical; en pro del patriarcado y la homofobia; antiderechos humanos y antimigrante; en favor del despojo territorial y la defensa de los que tienen de sobra, por encima de los que no tienen nada más que su fuerza de trabajo; proclives al militarismo, el autoritarismo y la reducción de libertades sociales; filiales a una economía de libre mercado que provea las necesidades de los corporativos del capitalismo global.
En cada uno de estos postulados se pueden identificar con claridad las estrategias de política pública para reproducir los privilegios e intereses de una clase hegemónica; pero nos interesa poner la atención sobre el esfuerzo individual
, porque de pronto escapa a la mirada crítica, se entremezcla con las posturas del academicismo puritano, y se presenta como el sentido común deseable hacia una visión aspiracionista de la economía, el comportamiento social, los derechos laborales y profesionales.
En ese esfuerzo individualista, que se traduce en competitividad y meritocracia, convergen las posturas de la nueva derecha y las del progresismo liberal; en ambos casos, la organización sindical de los trabajadores constituye una amenaza para la promesa de las libertades individuales del capitalismo que naturaliza la competencia por el interés personal de los sujetos, satanizando la defensa colectiva de los derechos sociales y humanos.
La cualidad salvadora del México hundido que la senadora Lilly Téllez atribuyó al individualismo y la competitividad, al decir: “Esa pretensión de inculcar […] que las personas no debemos aspirar a nada, que competir por la superación propia es malo […]. Eso, es lo que tiene hundido a México”, es la misma que le atribuyeron a la meritocracia
, los tecnócratas del neoliberalismo y reformistas de la Cuarta Transformación; para que en todo proceso de derecho laboral y profesional imperara el sagrado interés del individuo, a salvo de la corrupción del sindicalismo magisterial oficial y disidente, vistos por igual.
Orden y Estado limitado
orientan a que el neoautoritarismo de las plataformas digitales, desarticule el potencial colectivo de las tensiones de la clase trabajadora en relaciones de distanciamiento social y físico, a través de proyectos personales de profesionalización, regulados por el esfuerzo individual y mediados por regímenes de excepción laboral, establecidos unilateralmente sin la participación de los trabajadores.
Así se creó el sistema de carrera para maestras y maestros, como un régimen excepcional que excluyó únicamente a los docentes y a ningún otro tipo de trabajador de su derecho constitucional a huelga, al contrato colectivo, a la negociación de sus condiciones generales del trabajo; a participar en la definición de las reglas para ascensos profesionales, obtención de horas adicionales, cambios de centros de trabajo y mejoras económicas.
A este régimen excepcional, individualista, competitivo, meritocrático y de ordenamiento regresivo de los derechos magisteriales se le adhiere otra traba del Estado limitado
, por medio de reducciones presupuestales que, pese al esfuerzo individual de los maestros, impiden la escalada masiva hacia el progresivo ejercicio de sus derechos individuales.
A pesar de la gravedad que implican estas restricciones económicas para limitar los derechos personales, no es en la actualidad el peor de los escenarios conocidos en la República. Los maestros estatales, cuya nómina depende del presupuesto local de entidades federativas como Michoacán, tienen todas las obligaciones y ningún derecho; al margen, incluso, de los establecidos por el régimen de excepción laboral en el sistema de carrera del magisterio.
La austeridad neoliberal continuada por algunos gobernadores, como Alfredo Ramírez Bedolla, les canceló toda posibilidad de obtener estímulos económicos por años de antigüedad y promoción salarial horizontal; de participar en ascensos profesionales a puestos de dirección y supervisión escolar; de acceder a horas clase hasta completar medio tiempo para solventar, mínimamente, su labor profesional o tiempo completo de trabajo para mejorar su percepción salarial.
En el exilio de ese restringido derecho individual están los maestros hiperprecarizados en contratos individuales, eventuales o por tiempo limitado que, sin prestaciones laborales, han desempeñado funciones de docencia desde antes de este gobierno federal o del anterior incluso; pero que, para empezar a tomar en cuenta su esfuerzo personal en el sistema de carrera de los maestros, tendrán que renunciar a sus años de vida laboral acumulados y competir, desde cero, por el ingreso en condiciones de desigualdad, con una legislación que no reconoce precedentes de relación laboral.
De cara al relumbrón de celebraciones de sindicatos patronales, cabe evocar la máxima presidencial ¡fuera máscaras! La Unidad del Sistema de Carrera para las Maestras y los Maestros, que se aferran a sostener como ejemplo de justicia laboral, es el instrumento de la ultraderecha y el neoliberalismo educativo para aniquilar al sindicalismo democrático y despojar al magisterio de sus históricas conquistas sociales y laborales.
*Doctor en pedagogía crítica