
La educación es un arte. Y, como todo arte, exige sensibilidad, técnica, paciencia y, sobre todo, pasión. En cada inicio de ciclo escolar, miles de maestras y maestros se preparan para tomar de nuevo el pincel y empezar con nuevos lienzos: un grupo de estudiantes con historias, emociones y potencialidades distintas.
Cada alumno es una obra única. Ninguno es igual a otro. Cada uno requiere trazos diferentes, matices especiales y ritmos propios. El docente, como artista, combina emociones, estrategias y conocimientos para acompañarlos en su proceso educativo y de desarrollo, buscando darles el toque que los lleve a convertirse en la mejor versión de sí mismos. No para reproducir un molde, sino para que cada estudiante se reconozca como una obra de arte en sí misma: con sentido propio y también como parte de un bien común.
Pero este arte no se crea en solitario. La educación, al igual que el arte, necesita de un entorno que lo haga posible, lo cual a veces puede representar un reto. Así como los grandes artistas necesitan materiales, inspiración y un entorno adecuado, el docente necesita herramientas, acompañamiento y reconocimiento. Las y los maestros no deben de estar solos en esta labor. Gobierno, familias, empresas y ciudadanía también influyen en cómo se pinta ese lienzo: en cómo crecen nuestros niños hoy y en qué personas serán mañana.
También, así como en cada obra los detalles hacen la diferencia, en la educación también hay un desafío clave: aprender a ser sensibles. Sensibles a la obra —al alumno, su contexto y necesidades—, sensibles a lo que el artista necesita —el maestro, su bienestar, sus herramientas y retos diarios—, y que las demás personas que conforman el sistema educativo, es decir, las autoridades educativas, las familias, los demás involucrados, sean sensibles a lo que necesita el proceso de formación de cada estudiante, su apoyo, herramientas y participación serán fundamentales, así como al horizonte al que se quiere llegar: que cada niño y niña adquiera las habilidades y conocimientos que le permitan vivir con dignidad, aportar a la sociedad y desarrollar su máximo potencial.
Además, como todo arte, la educación también exige atrevimiento y creatividad. La invitación este ciclo escolar es a atreverse a explorar nuevas técnicas, a probar estrategias distintas, a hacer comunidad, a dejar que los estudiantes construyan y participen en su propio proceso. Porque cada generación trae consigo nuevos colores que es bueno poner en juego para sacar su mejor versión.
Mi deseo para este ciclo es que la educación se viva con la sensibilidad y el atrevimiento que todo arte requiere de cada una de las personas que conforman el sistema. Que cada docente encuentre en su labor la fuerza de un artista, y que cada estudiante descubra que es una obra en proceso: valiosa, única y hecha para compartir con los demás. Este inicio de ciclo escolar es también una invitación a recordar que no todas las obras son iguales, que la diversidad enriquece el gran mural de nuestra sociedad, y que acompañar a cada alumno en su camino es contribuir a que florezca lo mejor de sí mismo.
Deseo que en este nuevo ciclo escolar maestras, maestros y estudiantes se sientan acompañados en la aventura de hacer arte con la educación: obras únicas, auténticas, maravillosas y llenas de futuro.
*Coordinadora de proyectos de intervención en Mexicanos Primero Jalisco. Correo: rgascon@mpj.org.mx