Ensimismados tal vez por la alta aprobación del presidente de la República, así como por la posible victoria en la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México en la próxima contienda electoral, varios funcionarios públicos y muchas de las dependencias que ellos dirigen, han caído en una indiferencia y/o desinterés desmedido. Es más, me atrevería pensar que la burbuja en que viven no les “ha permitido” ver más allá del mundo de fantasía que han construido pues, para algunos, la “transformación” tan prometida ha consolidado un “primer piso” y, lo que sigue, como es lógico, es lograr el tan anhelado “segundo piso”.
Tal parece que visitar algunas escuelas en algunas entidades a modo seleccionadas o subir a una plataforma una serie de videos con motivo de los Consejos Técnicos Escolares (CTE), son acciones que han traído un beneficio a corto, mediano y largo plazo al Sistema Educativo o a la educación propiamente dicha de cientos de niñas, niños y adolescentes. La verdad de las cosas es que ni una ni la otra han tenido un impacto que favorezca el proceso de enseñanza y de aprendizaje porque, como dirían algunos, para eso está el Plan de estudios y sus consecuentes Programas sintéticos, pero, ¿realmente dicho plan y dichos programas sintéticos han favorecido este proceso?
No hay que confundir que una cosa es contar con un documento que planteó una manera diferente de concebir, insisto, la forma en que se podría abordar el proceso de enseñanza y de aprendizaje, y otra cosa es que ese documento se esté “aterrizando” conforme se esperaba en las escuelas de educación básica del territorio mexicano.
Ante este último argumento, algunos podrían decir que para ello existen los CTE y los Talleres Intensivos de Formación Continua para Docentes; es más, hay quien podría señalar que, por ejemplo, en la tercera sesión ordinaria de dichos CTE se propuso conocer lo relacionado con la planeación didáctica una vez que había transcurrido el primer periodo pues, como se sabe, el Plan de estudios 2022 comenzó implementarse a partir del presente ciclo escolar 2023-2024. Sin embargo, aunque es bien cierto que esta es una manera a través de la cual se puede fortalecer la formación del profesorado mediante el trabajo colegiado, lo cierto es que nunca es ni será suficiente para lograr dicha formación en las y los maestros. Dicho de otra forma, el trabajo colegiado es uno (no el único) de los ámbitos que colaboran para que el docente en servicio continúe aprendiendo; quién piense lo contrario, habría que sugerirle diversa literatura relacionada con la formación del profesorado que en la red se puede hallar. Al respecto, recomiendo uno que la misma Comisión Nacional para la Mejora Continua de la Educación difundió hace tiempo y que llevó por nombre “Programa de formación de docentes en servicio 2022-2026”, pero, imagino, que en la Secretaría de Educación Pública (SEP) nadie lo leyó.
Y bueno, a pocas semanas de que termine el ciclo escolar, y dada la afortunada culminación del proceso electoral el próximo 2 de junio, bien valdría la pena preguntarse si podríamos celebrar con cierta soberbia, y hasta con orgullo, la implementación del plan de estudios 2022 en las miles de escuelas de educación básica a lo largo y ancho de la República Mexicana.
Vuelvo a repetir, no hay que confundir el necesario cambio de plan de estudios en nuestro país, con la pésima estrategia de implementación que empleó la SEP a partir de agosto de 2023 porque, aunque no se crea, a estas alturas del ciclo escolar, hay quienes aun no logran entender la manera en que se debe desarrollar el referido plan de estudios.
Entonces, ¿será que las y los docentes no tengan la capacidad para comprender el fundamento y/o metodología propuesta en el plan de estudios para que pueda ser aterrizado en el aula, con sus alumnos? Desde mi perspectiva, la respuesta a esta interrogante no pasa por la capacidad de los docentes, sino más bien, por la incapacidad de la SEP y de sus funcionarios – que, por cierto, tienen un sueldo bastante elevado –, para leer la realidad de las maestras y maestros, vaya, de su quehacer docente.
Ya lo he dicho, curiosamente el plan de estudios 2022 plantea partir de la lectura de la realidad para generar el proceso de enseñanza y de aprendizaje, sin embargo, tal principio no es aplicado por la SEP porque, ensimismados como lo están, no han leído ni leerán la realidad que se vive en las escuelas de todos los niveles educativos del territorio mexicano. Pongo un ejemplo.
Como sabemos, en las últimas semanas se ha sentido un calor agobiante en buena parte de la República Mexicana derivado de continuas ondas de calor que han afectado, en mayor o menor medida, la forma de vida de las personas; las escuelas, como es ampliamente conocido, no gozan de una infraestructura que les permita generar espacios seguros y de bienestar para sus estudiantes; esa es una realidad bastante evidente en las escuelas, de la forma que sea, el docente y alumnos buscan continuar su proceso formativo independientemente de las necesarias acciones que tendrían que implementarse para que sus salones, por ejemplo, tuvieran aire acondicionado, ventiladores, agua purificada, etc., sin embargo, dichas acciones son competencia del Estado a través de las autoridades gubernamentales y educativas, ¿qué tendría que hacer la SEP ante este tipo de contingencias?, ¿qué tendría que hacer directivos y padres de familia?, ¿qué tendría que hacer el docente y sus alumnos?
Sirva este ejemplo para señalar que no hay planes de estudio que resuelva este tipo de cuestiones porque, como tales, se atienden en el día a día; no imagino cómo se deben sentir maestros y alumnos con aulas en extremo deterioradas y con un calor que supera los 40 grados centígrados; contrario a lo que pueden llegar a sentir a funcionarios públicos, cómodamente sentados en sus oficinas, muchas veces con aire acondicionado y con ventiladores, entre otros aspectos. ¿Verdad que son realidades diferentes?
Pensar que por el simple hecho de haber implementado un plan de estudios en este año ya se ha logrado u obtenido un triunfo, es negarse la posibilidad de reflexionar sobre las necesarias atenciones a sus áreas de oportunidad que, como propuesta curricular imperfecta, podrían atenderse. Espero la gente de la SEP se ponga a trabajar en ello; pienso que un poco de autocrítica les haría mucho bien, pero también espero que muchos colegas, me incluyo, dejemos de pensar que en este sexenio todo, pero absolutamente todo se ha hecho bien porque no es cierto; la realidad, esa que se vive en las escuelas no ha cambiado mucho que digamos en estos seis años, así que un poquito de humildad nos haría mucho bien. No hacerlo, es decir, no cuestionar lo que puede ser cuestionado, podría llevarnos a ser aquellas figuras de antaño que piensan y afirman que todo lo hicieron bien en su sexenio, y que tampoco es cierto.
Al tiempo.