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No que no, sí que sí, ya volvimos a salir: la CNTE

Corría el segundo mes de 2013 y, previo a la detención de La maestra Elba Esther Gordillo, algunas secciones del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), convocaban a sus agremiados a manifestarse en contra de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto; una actividad inusual que, en ese entonces llamó mi atención, porque era un fenómeno que no había sucedido en todos los años que tenía de haber ingresado al magisterio.

Estudioso de los fenómenos sociales, no dude en acudir a esa marcha y mitin a la que habían convocado alguna de esas secciones sindicales (https://www.jornada.com.mx/2013/02/03/opinion/034n2soc=). Recuerdo que la asistencia fue nutrida porque, como se esperaba, las delegaciones y representantes de centros de trabajo habían hecho lo suyo y el escenario pintaba para escuchar arengas y discursos de varios oradores. Como es natural, desde el punto de concentración tuve la oportunidad de charlar con algunos trabajadores de la educación que desconocían lo que iba a suceder llegando al punto de encuentro y concentración, sin embargo, creo que lo más enriquecedor de ese momento, fue haber rescatado diferentes puntos de vista de los asistentes; puntos de vista que estaban muy lejos de esas arengas y discursos que los líderes magisteriales expresarían porque, como bien decían algunos profesores: uno es el que marcha y otro es el que se lleva la lana.
El recorrido hacía la plaza principal de la ciudad fue tortuoso; los rayos de sol, inclementes como lo son, causaban estragos en más de uno de los convocados. Como es lógico, algunos miembros del sindicato, con megáfono y papel en mano, invitaban a expresar a todo pulmón las consignas que se habían preparado; no todos las gritaban.

Desde luego, no faltaron las cartulinas y lonas que contenían expresiones de rechazo hacia una reforma educativa que varios de los presentes desconocían. Obviamente que, quienes repartían esos materiales, eran los miembros de ese comité ejecutivo seccional porque, en realidad, fueron escasos (sino es que nulos) los trabajadores de la educación que llevaron cartulinas, lonas o mantas con algún tipo de señalamiento.

Llegado al lugar de encuentro; el templete estaba colocado y arriba de este ya se encontraba toda la plana mayor del comité seccional local, y alguno que otro invitado del nacional que, por cierto, no se les vio caminar bajo los inclementes rayos del sol, pero, principalmente, con la base magisterial. Un par de oradores antes del orador principal, que era quien en ese momento ejercía el liderazgo sindical, expresaban de nueva cuenta un rechazo hacía una reforma educativa de la que, hasta ese momento, poco se sabía; curiosamente, porque los mismos integrantes del SNTE en ningún momento habían “bajado” la información con todos los trabajadores de la educación.

Recuerdo haberle preguntado a una maestra de edad avanzada si sabía algo de lo que se hablaba y su respuesta, como suele suceder desde hace décadas, no fue otra: lo que yo sé de este tema ha sido por lo que en las noticias se ha dicho, no por el sindicato. No sé si fue en ese momento o en otro posterior (cuando transcribía mis notas), que en mi mente apareció una interrogante que, estoy seguro, más de uno se habrá hecho: entonces, ¿por qué marcha?.

Llegado el momento, el orador principal salió a cuadro; los aplausos, por parte de los integrantes de ese comité y de algunos otros miembros de esa sección sindical no se hicieron esperar. Se habló, con ciertas ambigüedades, de las posibles consecuencias que traería para el gremio la aprobación de la reforma educativa; también, del daño que el gobierno de Peña Nieto causaría a las maestras y maestros; desde luego, se expresó hasta el hartazgo lo indispensable que era la unión de todos y todas las trabajadoras de la educación para evitar cualquier afectación laboral; en fin, se habló de todo aquello que, como sindicato y agremiados, se tenía que hacer para defender el “orgullo de ser maestro” y del “orgullo de pertenecer al SNTE” porque, lo recuerdo muy bien, se dijo incansablemente: con el SNTE todo y sin el SNTE nada.

Palabras y discursos que bien a bien no encajaron como debieran entre los asistentes. De hecho, por aquellos días llegué a pensar o deducir, que la razón de esto se hallaba en las escasas o nulas convocatorias que el “institucionalismo” había realizado hasta ese momento, pero también, en la pobre formación ideológica que ha caracterizado a esta organización sindical. En fin.

Pasado ese momento los asistentes “rompieron filas”, se hizo el acostumbrado “pase de lista” y se concluyó tan raro encuentro.

Días más tarde, a nivel nacional se difundía la noticia de la detención de La maestra Gordillo, lideresa vitalicia del SNTE y, a partir de ahí, todo el mundo calló, y de aquel mitin solo quedaron los recuerdos.
Curiosamente, días más tarde, esos mismos líderes que afanosamente expresaban consignas de rechazo a la reforma educativa de Peña Nieto, daban conferencias de prensa en las que hablaban de las bondades de la misma reforma que días antes rechazaban.

Así de cínicos, así de sinvergüenzas.

¿Cuándo el SNTE y sus líderes han velado por los derechos laborales y profesionales de sus agremiados? Repito, desde que ingresé al magisterio hasta la fecha en que escribo estas líneas no he visto tal defensa y, mucho menos, que se hayan movilizado para exigir al gobierno-estado mejoras a las precarias condiciones salariales de los trabajadores de la educación.
Me consta, como seguramente les consta a quienes leen estas líneas, que hay un magisterio que ha sido constante en sus planteamientos y movimientos; me refiero a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, un grupo de trabajadores que desde hace décadas está en movimiento.

Sí, estoy segurísimo que no es el mejor movimiento; de hecho, podrían criticarse sus formas y tal vez sus medios, tal y como varios medios de comunicación lo han hecho desde hace tiempo; sin embargo, ese magisterio que se mueve de sol a sol y en muchos territorios; que se planta para exigir mejoras salariales para sus maestras y maestros; que grita y expresa inconformidades que son tan evidentes porque se derivan de problemáticas frecuentes en los centros escolares y comunidades; que, independientemente del gobierno en turno, emprende acciones inmediatas y luego vuelve a las aulas de sus escuelas; es ese magisterio que a ras de piso resuelve y enfrenta los grandes problemas que se viven en sus planteles educativos: sí, es un magisterio que se mueve a ras de piso para exigir mejoras en todos los sentidos y por ello han sido llamados disidentes; pues habría que reflexionar si no es mejor ser llamado disidente que un cínico y sinvergüenza.

No dudo que alguien cuestiones estas líneas, y están en su derecho; solo no pediría confundir entre lo que significa a ras de piso y quienes se han aprovechado y servido de quienes a ras de piso andan en el camino.

¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir! Llegué a escuchar en alguna de las marchas que tuve la oportunidad de presenciar en la Ciudad de México hace pocos días, sin embargo, muy para mis adentros me pregunté: ¿por qué tal expresión si en todo momento y en diferentes sexenios han estado presentes?

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